La gran idea de Zuca «El Arañas»

Al día siguiente, el fantasma Cataplasma se levantó temprano. Se dio una buena ducha en la bañera del rey Calixto, desayunó leche con galletas y se puso a escribir la carta.

Decía así:

«Querido Zuca “El Arañas”: ¿Qué tal te va por tu castillo de los Banderines? Ayer fue mi cumpleaños y me lo pasé bastante bien, pero al final me entraron unas ganas locas de hablar con alguien. ¿Por qué no te vienes a mi castillo a pasar las vacaciones de verano?

El fantasma Cataplasma».

Después de echar la carta en un buzón, el fantasma Cataplasma se pasó todo el día recogiendo juguetes y limpiando el salón del trono.

Al atardecer oyó una voz que le llamaba desde el jardín.

—¡Cataplasma! ¡Cataplasma! ¿Dónde estás? —decía la voz.

¡Era Zuca «El Arañas»! ¡Y además había venido con su mascota, que era una araña andaluza!

Bajó corriendo las escaleras, abrió la puerta del castillo y se dieron un abrazo muy gordo.

Juntos habían navegado por todos los mares del mundo.

Después de una comilona tremenda, los dos fantasmas hablaron de miles de cosas. El fantasma Cataplasma le contó a Zuca que, desde que se había ido el rey Calixto, se lo pasaba muy bien. Hacía lo que quería.

Pero a veces le echaba en falta. ¡Qué pena que el rey Calixto se hubiera ido con los comediantes a América!

—¡No te preocupes! ¡Tengo una idea buenísima! ¿Qué te parece si construimos un barco y nos hacemos otra vez a la mar? —le dijo Zuca “El Arañas”.

—¡Vale! ¡Volveremos a encontrar sardinas y a buscar tesoros! —respondió el fantasma Cataplasma.