La puerta del apartamento de Jack se abrió de golpe y apareció Dick. Siguió el pasillo hasta la cocina, que daba a la sala de estar, y continuó caminando hasta la nevera. Asió el tirador y observó el interior con un gesto de apreciación.
—Sí, lo que me figuraba —le dijo a Jack con una sonrisa, mirando de nuevo la nevera, vacía con la excepción de un par de botellas de agua y cerveza—. Un pisito de soltero.
Jack se echó a reír y Dick dio media vuelta hacia la zona de estar y comedor, donde estrechó la mano a Fenton y los demás presentes, entre los que se encontraba un consultor de relaciones públicas que Fenton había contratado para ayudar en las cuestiones relacionadas con los medios que pudieran surgir en la reunión que estaban a punto de tener.
Los chistes cesaron en cuanto empezó la reunión.
Era la segunda de dos reuniones secretas que tuvieron lugar en el verano de 2010 en el loft que Jack poseía en Mint Plaza. Habían transcurrido unos meses desde que Jack iniciara la labor de convencer a los miembros de la junta y a los empleados más veteranos de Twitter de que había llegado el momento de despedir a Ev como consejero delegado.
A Jack no le había costado mucho convencer a Fenton de que Ev no era la persona adecuada para dirigir la compañía. Fenton había saboreado desde el primer día la idea de Jack como solución de polvos milagrosos. Pero le había costado muchísimo más convencer al resto de la junta.
Pero después de que Abbott, Ali y otros empleados de alto nivel se quejaran también a la junta directiva sobre los últimos dictámenes directivos de Ev, el casi fracaso con el presidente ruso, la actitud perezosa de Ev ante la toma de decisiones y su insistencia en contratar amigos habían alterado el sentido de la marea por completo.
Procurando que las frases adecuadas llegaran a los oídos de la gente adecuada, Jack había pasado el verano moviendo a todo el mundo como peones en una partida de ajedrez contra su némesis. El problema era que Ev no tenía ni idea de que él también estaba jugándola. Las reuniones secretas tenían lugar en el apartamento de Jack, en el Blue Bottle Coffee y en las oficinas de Square. Ev ignoraba por completo su existencia.
Después de que Jack se marchara, hacía ya año y medio, Fred y Bijan habían considerado que Ev era la persona idónea para dirigir Twitter. Y Ev se lo había demostrado enseguida. Pero ahora, con los beneficios creciendo muy poco a poco y el cúmulo de problemas surgido como consecuencia de las rachas de crecimiento masivo que la compañía había experimentado a lo largo de 2009, los primeros inversores se estaban cuestionando si Ev era el líder adecuado para conducir Twitter hacia el siguiente nivel —que significaba convertirlo en una compañía contundentemente rentable— y, si todo iba según el plan, acompañar su salida a bolsa. Sus temores aumentaron cuando Jack les susurró indirectamente al oído que la compañía podía perder cientos de millones de dólares en dinero de inversión si Ev continuaba al timón.
Naturalmente, Ev nunca tuvo oportunidad de apaciguar esos temores. Hasta donde él sabía, todo iba bien en Twitter. Mantenía sus reuniones semanales con Campbell y escuchaba sus discursos enardecedores. «¡Estás haciendo un trabajo jodidamente bueno!», vociferaba Campbell. En las reuniones de la junta directiva, Campbell daba la impresión de estar escuchando las presentaciones que Ev realizaba en las que exponía el estado de la compañía. Terminados los sermones de Ev, el coach aplaudía estrepitosamente y abrazaba a su protegido, proclamando, esta vez ante todos los presentes, que Ev estaba «¡haciendo un trabajo jodidamente bueno!» y pidiéndoles que aplaudieran con él (nada de esto es habitual en la junta directiva de una compañía). Luego, cuando Ev abandonaba la sala, orgulloso de que su mentor creyera que estaba haciendo un trabajo estupendo, Campbell gritaba al grupo:
—¡Tenéis que quitaros de encima a este jodido tipo! ¡No tiene ni la más jodida idea de lo que hace!
Para algunos de los empleados con más tiempo en Twitter, entre ellos Ali, aquella mala situación se resumía en un único problema importante que podía acabar llevando a la compañía a la ruina.
Durante el año anterior, una empresa llamada UberMedia había estado creando y adquiriendo compañías que a su vez creaban aplicaciones para Twitter, entre ellas algunas de las de mayor renombre, como Echofon y Twidroyd. UberMedia estaba dirigida por un astuto hombre de negocios, Bill Gross, que estaba a punto de adquirir otra aplicación, posiblemente una de las más destacadas, llamada TweetDeck. Pero Gross tenía en mente un plan mucho más grandioso que seguir adquiriendo clientes que fabricaran herramientas para Twitter.
El plan de Gross era construir un clon de la red de Twitter que pudiera utilizarse para desviar a los usuarios de éste hacia un nuevo servicio completamente nuevo, donde Gross ganaría dinero con publicidad. Había entablado además relación con Ashton Kutcher y esperaba incorporarlo también a su singladura.
Cuando Ali y Dick se enteraron de lo que estaba pasando con TweetDeck, se dieron cuenta de que una venta de aquel calibre daría a Gross la propiedad del veinte por ciento de la totalidad de los clientes de Twitter. Ali y otros en Twitter querían adquirir TweetDeck antes de que lo hiciera UberMedia. Pero Ev era incapaz de tomar la decisión. Se preguntaba si realmente merecía la pena invertir las decenas de millones que costaría TweetDeck. En un momento dado, Ev se mostraba de acuerdo con adquirir la aplicación, pero al momento siguiente cambiaba de idea y volvía a paralizar la decisión.
Durante la primera reunión secreta en el loft de Jack, el grupo había pactado tres cosas: en primer lugar, que se mantendrían unidos contra Ev y Goldman, pasara lo que pasase; en segundo lugar, que desposeerían a Ev del cargo de consejero delegado, y en tercer lugar, que le pedirían a Dick que asumiera temporalmente ese cargo hasta que encontraran el sustituto adecuado. Finalmente, Jack regresaría a la compañía. A pesar de que ansiaba convertirse de nuevo en consejero delegado, sabía que no podía hacerlo mientras estuviera dirigiendo Square, pero con volver tenía suficiente. Al menos por el momento.
Luego se produjo una segunda reunión, donde le contaron a Dick parte del plan. Lo elegían, le explicaron, porque los empleados confiaban en él y podía ayudar a la compañía como consejero delegado durante la transición, hasta que encontraran un sustituto de carácter permanente. Y esto no podrían hacerlo hasta que Ev no estuviese fuera.
En las oficinas de Twitter, Ev era completamente inconsciente de que se estaba tramando un golpe de estado. Rebosaba orgullo por las últimas cifras de Twitter: los usuarios enviaban más de dos mil millones de tuits mensuales a través del servicio y cada semana se creaban millones de nuevas cuentas. Estaba eufórico además por el nuevo y mejorado rediseño de Twitter, que tenía pensado lanzar el 14 de septiembre de 2010. Conocido internamente con el nombre en clave de Phoenix, el público lo conocería como #NewTwitter y permitiría insertar directamente en un tuit contenido de medios de comunicación. Ya no habría necesidad de clicar en otras páginas web para poder ver las fotografías, vídeos o vínculos que la gente compartía, todo existiría dentro de Twitter en pequeños paneles adjuntos. El tuit de ciento cuarenta caracteres estaba convirtiéndose en un sobre con más información en su interior.
A pesar de que Twitter ganaba dinero con sus productos de publicidad, la vertiente de beneficios de la operación no preocupaba en absoluto a Ev, lo que se traducía en más madera para echar a la hoguera del deseo de la junta de expulsarlo de su cargo. Dick, por otro lado, había liderado la carga que había convertido Twitter en una compañía rentable, lo que contribuyó a la decisión de la junta de pedirle que ocupase el puesto de consejero delegado temporal cuando echaran a Ev de la compañía.
La vida transcurría para Ev según el plan. Sara y él estaban buscando su segundo hijo. Había hecho efectiva una pequeña cantidad de sus acciones de Twitter, lo que le había proporcionado millones de dólares para adquirir una nueva casa en San Francisco y una segunda residencia en Tahoe, a tres horas en coche en dirección nordeste, para ir a esquiar con la familia. Ev seguía intentando ayudar a las personas más próximas a él, donándoles dinero confidencialmente. En la inauguración de la exposición de un amigo, había comprado de manera anónima obras del artista. Había empezado a donar grandes sumas, centenares de miles de dólares, con fines benéficos. Y a ocuparse de sus amigos y familiares liquidando las deudas de sus seres más queridos.
Ev no sabía nada acerca de las reuniones secretas, ni de que sus lugartenientes estuvieran hablando con la junta directiva, ni de que sus conversaciones con su coach acababan llegando a oídos de Fenton, y luego de Jack.
Por lo que Ev sabía, estaba «¡haciendo un trabajo jodidamente bueno!».