El maratoniano

Habían pasado unos meses desde que Jack asistiera a su primera reunión como presidente silencioso. Pero las sesiones transcurrían siempre de la misma manera, con Jack sentado mirando fijamente a Ev.

Para Ev era algo distinto. Había aprendido a dominar el arte de ignorar la mirada de Jack, igual que Fred, Bijan y Goldman.

Pero en la sala había un nuevo miembro completamente confuso ante aquel espectáculo. Peter Fenton, o Fenton como le llamaban todos, era el miembro más nuevo de la junta directiva de Twitter y el inversor más reciente. Había acudido a su primera reunión a principios de 2009 con la excitación de un niño la mañana de Navidad. Convertirse en inversor de Twitter había sido uno de los mayores retos de su carrera hasta el momento y ahí estaba, formando finalmente parte de la compañía. Pero Fenton tardó sólo diez minutos en darse cuenta de que bajo el árbol no había regalos y que algo funcionaba realmente muy mal en Twitter.

Llevaba meses obsesionado por la compañía. En enero de 2009 se enteró de que Twitter pensaba llevar a cabo su tercera ronda de financiación, pero la compañía inversora para la que trabajaba, Benchmark Capital, no pensaba entrar en la ronda.

Fenton tenía treinta y seis años y estaba valorado ya en decenas de millones de dólares. Parecía un marine, con el pelo corto, muy rubio y una pose rígidamente erguida. Como la mayoría de los inversores de capital de riesgo del Valley, para él no todo era el dinero; lo más importante era ganar. Fenton tenía que ser el mejor en todo lo que hiciera: maratones, capital de riesgo, pilotar helicópteros…

Para garantizarse la entrada en la ronda de inversión de Twitter, tocó todas las teclas necesarias, ejerció presiones, estuvo tomando copas y cenando con Ev y Biz en la casa que poseía en la ostentosa zona de San Francisco conocida como «el Paseo de los Multimillonarios» y al final, a base de determinación, acabó convirtiéndose en el principal inversor de la nueva ronda de financiación de la compañía, depositando veintiún millones de dólares que situarían el valor de Twitter en doscientos cincuenta millones de dólares.

El 13 de febrero de 2009, Biz anunció la nueva entrada de financiación en un artículo del blog de la compañía que llevaba por título «Twitter crece a un ritmo formidable. El número de usuarios activos ha aumentado un novecientos por ciento en un año». Lo que no mencionaba el artículo eran los beneficios, que habían aumentado un cero por ciento desde que la compañía iniciara su singladura: seguían siendo de cero dólares.

Ev había asumido toda la responsabilidad en aquel momento, y a pesar de que la compañía estaba integrada todavía por menos de treinta empleados a tiempo completo (y algunos colaboradores), había empezado a solventar los eternos apagones y otros problemas que habían agobiado a Twitter en el pasado. La monetización empezaba a ganar enteros en la lista de prioridades. En enero Ev había contratado a Kevin Thau como director de desarrollo del negocio móvil de Twitter, con el encargo de trabajar en la cooperación con terceros y empezar a ganar dinero de una vez por todas. Ev había forjado además una colaboración con Current TV, el canal gestionado por Al Gore, que mostraría tuits en tiempo real durante la ceremonia de investidura del presidente Barack Obama.

Mientras Ev intentaba solucionar las cuestiones internas del pájaro azul, Biz, que era el empleado gregario por excelencia de la compañía, se había convertido en la cara pública oficial de Twitter. Había empezado a viajar por el país difundiendo el evangelio de Twitter en conferencias, haciendo apariciones en programas de entrevistas, entre ellos «The Colbert Report», y concediendo centenares de entrevistas a revistas y periódicos. Pero ahora había también una nueva cara pública de Twitter, no oficial en este caso.

Jack había empezado a trabajar en Square, la compañía especializada en pagos por teléfono móvil, y se había instalado en un nuevo, funcional y elegante apartamento en Mint Plaza, justo al lado de Fifth Street. Aunque pequeño, su nuevo hogar era minimalista y evocaba el sentido antiséptico de Jack. Los suelos eran tan lisos y brillantes como una pista de hielo. Las paredes, vacías.

Para rabia de Ev y Biz, Jack había seguido brindando entrevistas a cualquiera que se lo había pedido: periódicos, blogs, programas de televisión. Peor aún, Jack estaba empezando a vender al mundo la historia de que seguía implicado en el día a día de Twitter y hablaba de las nuevas funcionalidades que había lanzado la página como si estuviera asociado a su desarrollo, cuando en realidad ni siquiera tenía una mesa en las oficinas de la compañía.

En vez de pelearse con Jack por su continuo bombardeo en los medios, Ev intentó solucionar el problema incluyéndolo en diversos actos. A primeros de junio de 2009, Biz, Ev y Jack habían compartido escenario en Crunchies, una competición anual con ceremonia de reparto de premios para las compañías del sector tecnológico. Dado el ininteligible aumento de popularidad de Twitter en aquel momento, los tres cofundadores habían conquistado el premio a los «Mejores fundadores de una compañía de nueva creación». Se turnaron para hablar al micrófono y dirigirse al público. Biz, el primero en tomar la palabra, dio las gracias a Jack y a Ev por ser para él una inspiración. Ev, en segundo lugar, dio las gracias a Jack y a Biz, que se situaron detrás de él en el escenario.

—Todo esto ha sido un esfuerzo de equipo y el premio debería ser para todo el equipo —dijo Ev con el galardón en la mano, siempre tratando de otorgar los méritos a quienes eran merecedores de ello—. En los cuarteles generales de Twitter tenemos veintiséis personas que se parten el culo por esto.

Jack, el último, dio solemnemente las gracias a los millones de personas que utilizaban el servicio.

—Estáis cambiando el mundo a base de ciento cuarenta caracteres —dijo Jack, empleando un tono monótono.

Y, finalmente, abandonaron el escenario.

Antes de ser inversor de Twitter, Fenton, como la mayoría del público de Crunchies, creía que Jack tenía un papel más importante en el día a día de Twitter. Pero terminada la reunión de la junta, con la mareante tensión que reinaba en la sala, Fenton estaba casi en estado de shock.

Al llegar a su oficina, cogió el teléfono y llamó a Bijan.

—¿De qué cojones va todo esto? —le preguntó.

—¿Te refieres a que no lo sabías? —replico Bijan.

—¿Saber qué?

Bijan se lanzó y se lo contó todo a Fenton: que Jack había sido despedido de la compañía y por qué. Que Ev había asumido toda la responsabilidad y por qué. Y que, por si no se había dado cuenta, los dos cofundadores albergaban mutuos y profundos sentimientos de desprecio.

—He tenido la sensación de entrar en aquella sala de reuniones y encontrarme las paredes manchadas de sangre —dijo Fenton después de escucharlo todo. Colgó el teléfono y llamó entonces a Jack para decirle que quería cenar con él. Jack le sugirió quedar en Chez Papa, cerca de su apartamento.

Sentados en la penumbra del restaurante y entre las conversaciones de los clientes, Jack le contó a Fenton su versión de la historia: que Ev lo había echado para hacerse con el poder y el control y que Twitter había sido idea suya. Y se quejó sobre la nueva dirección de la compañía.

Ev había estado muy ocupado desde la partida de Jack y había implementado muchos cambios en la página y el servicio. No había perdido el tiempo y había suspendido gran parte de los convenios de asociación relacionados con mensajes de texto que Jack había puesto en marcha durante su periodo como consejero delegado (los mismos convenios que habían estado chupando de las cuentas de Twitter cientos de miles de dólares mensuales). Jack, que creía que Twitter tenía que funcionar principalmente sobre SMS, se quejó también de ello ante Fenton. Ev esto. Ev lo otro.

Fenton se subía por las paredes. Estaba boquiabierto. Excitado, pegó un puñetazo en la mesa y le hizo a Jack una promesa que pensaba mantener.

—No descansaré hasta que vuelvas a la compañía —dijo Fenton, iniciando un apasionado discurso.

Por primera vez en muchos meses, Jack experimentó una gran sensación de júbilo al ver que por fin había reclutado a alguien para su bando.

—Eres el fundador de esta compañía —dijo Fenton, aporreando de nuevo la mesa—. ¡No descansaré hasta que vuelvas a Twitter!