Jack permanecía sentado mirando a Ev, sin decir palabra, su mirada tan fija e inamovible que cualquiera pensaría que estaba participando en un concurso de miradas. Con la salvedad de que su oponente, Ev, hacía todo lo posible —por difícil que fuese— por ignorarlo.
—«La gente ha oído hablar mucho de Twitter pero no sabe qué es ni para qué sirve» —dijo Ev, leyendo en voz alta el contenido de la transparencia y mirando de vez en cuando a Goldman, Bijan y Fred, que intentaban escucharle con atención, aunque distraídos también por el silencio de Jack. Sin embargo, Ev siguió adelante.
Era el 22 de octubre de 2008, la primera reunión de la junta directiva con Ev como consejero delegado, sólo tres semanas después de que Jack hubiera sido defenestrado. Ev estaba explicando que la página web que se había creado con motivo de las elecciones presidenciales de 2008, aquella en la que Jack volcara en su día todos sus esfuerzos, era un ejemplo de estrategia errónea para Twitter.
—En promedio, sólo ha generado treinta y cinco mil visualizaciones diarias —dijo Ev, señalando una irregular gráfica para corroborar sus palabras. Junto a la gráfica había ejemplos de tuits publicados en la página, que eran más parecidos a chistes de instituto que pronósticos de expertos e intelectuales. «Pallin es una M.S.Y.F.», decía uno, y Ev explicó a continuación que M.S.Y.F. quería decir «mamá sexy y follable».
Ev pasó luego a asuntos más importantes y fue siguiendo con paciencia la agenda: deuda de capital de riesgo, estados financieros, porcentaje de quema del capital invertido sin obtener ganancias, planes de contratación, beneficios (que seguían a cero), mensajes basura y cómo reducir el infame tiempo que Twitter pasaba fuera de servicio. Todos los presentes tenían claro que la compañía estaba ahora en manos de un consejero delegado experimentado que disponía de un plan para solucionar todos los problemas que acababa de mencionar.
Pese a que algunos empleados se habían sentido tristes por la marcha de Jack, puesto que lo consideraban un amigo, les aliviaba no tener que seguir teniéndole como jefe. En los meses previos a su marcha, los empleados se habían quejado a sus superiores diciendo que Jack actuaba como un «vaquero», dando órdenes a todo el mundo y demostrando escasa confianza hacia los que trabajaban por debajo de él. Cuando Ev pasó a hacerse cargo de la compañía, lo hizo haciendo gala de un enfoque completamente distinto, confiando en los empleados desde el primer día, lo que inspiraba en ellos una sensación de orgullo que, a su vez, generaba lealtad hacia Ev y hacia Twitter.
La mirada de Jack se vio interrumpida por las palabras que salieron en aquel momento de boca de Ev: «Mark Zuckerberg» y «Facebook».
Durante las semanas previas al despido de Jack, Facebook había estado intentando adquirir Twitter. Mark había convertido en una misión personal tratar de convencer a Jack para que vendiera a Facebook el pajarito azul. Pero después de la marcha de Jack, tenía que cortejar a los otros dos cofundadores de Twitter.
Hacía unos días, Biz y Ev se habían desplazado al campus de Facebook para verse con Mark. Como solía suceder en las reuniones con el jefe de Facebook, el encuentro había sido insoportablemente incómodo.
Cuando Ev y Biz llegaron al campus de Facebook, los acompañaron en lo que les pareció una interminable visita a las instalaciones y luego entraron con Mark en una pequeña oficina. Era una estancia gris y relativamente austera, que recordaba más a una cárcel rusa que a una parte de la sede central de la red social más de moda. Dadas las escasas posibilidades de asientos, Biz y Ev eligieron un minúsculo sofá de dos plazas arrimado a la pared. El aniñado consejero delegado de Facebook había corrido a ocupar el otro asiento que había en el cuarto, una silla alta en la que parecía dominarlos desde un plano superior. Facebook y su consejero delegado mirando desde arriba a Twitter y su consejero delegado.
—¿Cierro la puerta o la dejo abierta? —preguntó Ev.
—Sí —respondió Mark.
Ev miró a Biz, que se encogió de hombros.
—¿Sí la cierro o sí la dejo abierta? —preguntó de nuevo Ev.
—Sí —repitió Mark.
Ev decidió curarse en salud y dejó la puerta entreabierta. Mark tomó la palabra, haciendo pausas mientras desarrollaba el guion que llevaba escrito en la cabeza. Todas sus palabras parecían perfectamente calculadas, sus frases tramadas con antelación, las comas estudiadas; era como un general en una reunión en pleno campo de batalla con el objetivo de discutir cómo combinar sus ejércitos.
—¿Cuál creéis que es en estos momentos vuestro valor? —preguntó Mark mientras Ev y Biz permanecían incómodamente sentados delante y por debajo de él, levantando la vista hacia un chico que, hipotéticamente, podía tranquilamente comprarlos o asesinarlos, sin que por ello se alterara en absoluto la expresión de su cara—. Dad una cifra —dijo.
Ev miró un momento a Biz y lanzó una descarga.
—Quinientos millones.
El silencio inundó la estancia. Mark se quedó mirándolos, impertérrito.
—Una cifra muy grande.
—Es lo que creemos que valemos —dijo Ev.
Pero Mark ya sabía que Twitter creía valer quinientos millones de dólares. Jack se lo había dicho.
Aunque Biz y Ev no estaban al corriente de ello, Jack también se había reunido con Mark. Y era por eso por lo que Jack había llamado a Mark justo después de haber sido despedido, para decirle lo que pasaba y para concertar una reunión secreta que ya no giraría en torno a la venta de Twitter a Facebook, puesto que Jack ya no tenía ningún control sobre ese aspecto.
No. Jack Dorsey, el cofundador de Twitter, quería intentar encontrar trabajo en Facebook.
—¿Estás seguro de que no podemos hacer nada? —le había dicho Mark a Jack por teléfono cuando éste lo llamó el día de su despido—. Apuesto a que algo podemos hacer para que sigas ahí como consejero delegado. —El comentario de Mark había cogido un poco por sorpresa a Jack, puesto que no sabía muy bien qué quería decir con ello.
—No, no creo que podamos hacer nada —le había replicado con cierto nerviosismo Jack.
Mark no estaba contento. Su intento de seducir a Jack no había salido bien, y eso que había sido tremendamente metódico en su estrategia, empezando con una llamada telefónica entre los dos organizada por Matt Cohler, un conocido trapichero del Valley y antiguo empleado de Facebook. Después se había producido un encuentro personal entre Jack y Mark. Más cortejo. Más romance.
Y había funcionado.
Días después de la reunión, en la bandeja de entrada de Jack había aparecido un e-mail de Mark con un título inquietante en la línea del asunto: «T». En un extenso mensaje, Mark exponía, punto por punto, las razones por las que Twitter y Facebook tenían sentido la una para la otra: que juntas podían cambiar el mundo, conectar a la gente, ganar miles de millones de dólares. Luego, como solía hacer Mark cuando intentaba adquirir otras compañías, destacaba que si los fundadores decidían no vender, Facebook seguiría «construyendo productos que avanzaran en su dirección». Una amenaza con un beso: únete a Facebook y seremos felices y comeremos perdices. O niégate a ello y haremos todo lo que esté en nuestra mano para destruirte. Otra posibilidad de que te jodan.
Jack no había necesitado amenazas. Habría vendido. Pero cuando el trato se acercaba a la línea de meta y Jack iba a apretar el acelerador, Ev le había quitado las llaves del contacto, lo había empujado lejos del asiento del conductor, se había puesto al volante y había conducido la compañía hacia una dirección completamente distinta.
A pesar de que la perspectiva de vender Twitter por quinientos millones de dólares era atractiva para todos los miembros de la junta —y estaba a años luz de la oferta de doce millones que Yahoo! había propuesto hacía tan sólo un año y medio—, y a pesar de que a Ev le preocupaba mucho que Facebook intentara, por cualquier medio, destruir Twitter, no creía en la misión de Facebook.
«Me parece que para vender una compañía existen tres motivos», escribió Ev en un e-mail dirigido a la junta en el que detallaba por qué él declinaría la oferta de Facebook. 1. El precio es lo bastante bueno o es el valor que la compañía tendrá en un futuro. («A menudo hemos dicho que Twitter es una compañía de mil millones de dólares. Yo personalmente creo que es eso y mucho, muchísimo más», escribió Ev). 2. Existe una amenaza inminente y muy real por parte de un competidor. (Nada va a «suponer una amenaza creíble de dejar Twitter a cero»). 3. Tienes la oportunidad de trabajar para alguien grande. («Yo no lo utilizo [Facebook]. Y tengo mis recelos con respecto a su gente y su forma de hacer negocios»).
Ev había considerado Blogger, Odeo y ahora Twitter como algo mucho más importante que simples empresas susceptibles de acabar convirtiéndose en grandes negocios. Aquellas compañías tecnológicas que había ayudado a crear estaban concebidas para proporcionar una voz igualitaria a todos los habitantes del planeta, para ayudar al individuo de a pie a levantarse contra los que abusaban del poder. Twitter, que podía funcionar mediante mensajes de texto enviados a partir de cualquier teléfono o mediante un navegador web, podía ser la herramienta definitiva para conseguirlo. Imaginaba que la principal preocupación de Facebook era convertirse en una máquina de hacer dinero.
Jack no estaba del todo convencido de la decisión de Ev de no vender a Facebook y respondió a su mensaje diciendo: «Si las cifras son correctas, la historia de éxito está en cualquiera de los dos caminos».
Pero lo que Jack dijera carecía de importancia. Ya no tenía derecho a voto. Era un presidente invisible sentado en la junta directiva de Ev; su cargo, un premio de consolación otorgado por Ev para que pudiera salvar las apariencias cuando tuviera que irse.
Después de una conferencia privada con los miembros de la junta celebrada el 30 de octubre, se acordó que no interesaba vender a Facebook. Aquella misma tarde, a última hora, Ev llamó a Mark y le dijo que se sentía «muy honrado por su oferta» de adquirir la compañía pero que «Twitter quería seguir siendo independiente».
Pese a que la llamada terminó amistosamente, a Mark no le gustaba perder y, en consecuencia, alteró el plan de batalla: pasó de intentar adquirir Twitter a intentar contratar a Jack. Su razonamiento era que una jugada como aquélla —el cofundador pasándose a su mayor competidor— demostraría una falta de confianza en el seno de Twitter. Si aquello acababa pasando, podría verse desde fuera como una venganza contra los que lo habían echado o como una batalla entre Jack y Ev en torno al concepto de producto. De modo que las conversaciones entre los dos fueron avanzando. Jack se reunió con Chris Cox, director de producto de Facebook, en el Peet’s Coffee de Palo Alto. Charlaron un rato y Jack expuso sus ideas sobre las redes sociales.
Pasaron unos días y Jack recibió una nueva llamada de Mark.
—¿Qué piensas? —le dijo Mark—. Creo que encajarías perfectamente en la compañía.
—¿Cuál sería mi papel? —preguntó Jack—. Me gustaría dirigir producto.
Pero ambos sabían que eso era imposible. Chris Cox ostentaba ese cargo. Los demás cargos importantes en los que Jack podría encajar ya estaban también ocupados.
—¿Por qué no vienes y pensamos qué puesto podrías tener?
Jack permaneció sentado, el teléfono pegado a la oreja, pensando en la oferta de Mark. Aunque los medios de comunicación no sabían que Jack había sido despedido de Twitter —el relato que se les había vendido era «El consejero delegado y el presidente de Twitter intercambian papeles»—, la historia estaba en boca de todos y Jack sabía que si daba el salto a Facebook, la noticia saltaría a todos los titulares. Recibir tanta atención podría convertirse en un arma de doble filo. Sería una venganza contra Ev, Fred y Bijan por haberlo echado de la compañía, por supuesto, una situación incomodísima ver que el cofundador de Twitter se largaba al principal competidor. Pero sabía también que podía ser una lacra contra su propia imagen. Si los titulares se llenaban de cosas como «JACK DORSEY, COFUNDADOR DE TWITTER, SE INCORPORA A FACEBOOK COMO VICEPRESIDENTE EJECUTIVO DE PRODUCTO», sería una victoria para él. Pero si lo que aparecía era del estilo «JACK DORSEY, COFUNDADOR DE TWITTER, SE INCORPORA A FACEBOOK SIN UN CARGO GLAMUROSO», sería dar diez pasos atrás en su carrera.
—Sigamos hablando para ver si podemos encontrar el puesto adecuado —le dijo Jack a Mark—. Tengo que pensármelo y si vengo a Facebook, quiero hacerlo bien.