Rumores

Los rumores llevaban semanas circulando por el Valley. Twitter ponía en marcha otra ronda de financiación.

«Lo amas o lo odias; Twitter, un servicio que personifica nuestro narcisismo pero del que no podemos dejar de hablar —escribió Om Malik en un artículo de blog publicado el 21 de mayo de 2008—. Ese negocio está convirtiendo en un frenesí de apuestas la nueva ronda de financiación de la compañía».

Y era un auténtico frenesí. Todo el mundo quería una parte del pastel. En el resumen que se envió a los potenciales inversores, Twitter exponía sus estadísticas. La compañía estaba integrada por quince empleados. El servicio tenía 1.273.220 usuarios registrados, que enviaban casi quince millones de actualizaciones al mes. El resumen destacaba que las actualizaciones eran a nivel global, procedentes de todo el planeta. Pero mientras que los documentos mostraban cifras al alza por todas partes, había un dígito que no había cambiado desde el primer día: «beneficio = cero dólares», confirmaba la presentación. Aún estaban pagando las facturas con el dinero obtenido en la primera ronda de financiación, aportado por Fred Wilson y otros inversores un año antes, un dinero que se estaba agotando rápidamente.

Pero los inversores de capital riesgo no se preocupaban por las facturas, que seguían llegando a raudales. El crecimiento en número de usuarios aumentaba mes a mes; las proyecciones para los meses siguientes eran aún más optimistas. Los gráficos que acompañaban la presentación parecían escaleras directas al cielo.

En la presentación, Ev destacaba que la compañía confiaba en conseguir diez millones de dólares de capital a un ritmo que situaría el valor de Twitter en cincuenta millones de dólares. Pero a primeros de mayo, entre el frenesí y la excitación de los inversores que esperaban unir su nombre al de Twitter, la valoración de la compañía había ascendido a sesenta millones. Unos días más tarde subió a setenta millones. Al final, cuando se desveló la noticia, la compañía valía ochenta millones de dólares.

Daba igual que Twitter siguiera sin tener un modelo de negocio, ni siquiera un débil esbozo del mismo. O que la página se colgara. La atención que generaba hacía que todo el mundo continuara queriendo una parte de la incipiente compañía. Los inversores deseaban ver su nombre asociado a la Próxima Cosa Grande y creían que podían ayudar a solventar sus problemas.

Desde el exterior daba la impresión de que Twitter crecía demasiado rápido. Los inversores de capital riesgo que hacían cola en la calle, dispuestos a entregar millones de dólares, creían que con un cheque adecuado y la asesoría inversionista adecuada, la compañía podría contratar más ingenieros, costearse unos cuantos servidores más y todo funcionaría. Naturalmente, lo que sucedía dentro era bastante distinto a como se percibían las cosas desde el exterior.

Dentro, reinaba el más completo desorden.

En abril de 2008, Jack había despedido a Blaine en un intento de demostrar a Ev el control que ejercía sobre la compañía. Internamente era una salida de lo más fea, puesto que el despido se había producido estando Blaine de vacaciones. Externamente, sin embargo, los medios de comunicación del sector creían que no era más que una historia tipo «Oh, ya sé que jode, pero es hora de seguir adelante y seguimos siendo amigos». Luego, Jack despidió a Lee Mighdoll, otro ingeniero que había sido contratado pocos meses antes. Después del despido de Blaine, los problemas con la página no hicieron más que empeorar. Blaine había sido el principal programador de Twitter y sin él Jack no tenía ni idea de cómo solucionar determinados problemas.

Desde los comienzos de la página, siempre que Twitter se caía, los usuarios recibían la imagen de un gato haciendo algo gracioso. «Está dentro de tu komputadora», proclamaba una de las notificaciones, en la que aparecía un gatito durmiendo acurrucado en el interior de un viejo PC. Con el crecimiento de la compañía, Biz llegó a la conclusión de que las imágenes de gatos eran demasiado chistosas y decidió buscar algo más serio. Pronto encontró en una página de almacenamiento de fotografías una ilustración de Yiying Lu, una artista y diseñadora de Sídney, Australia, en la que se veía una ballena sacada del mar en volandas por varios pájaros. Se convirtió en la nueva imagen que veía el usuario siempre que se caían los servidores de Twitter. Tanto fallaba la página, que la ballena tardó poco tiempo en tener su propio apodo: «la ballena del error».

Estaba también el problema agridulce de que los famosos empezaban a utilizar Twitter, lo que acarreaba más seguidores y más usuarios. En una tendencia que continuaría indefinidamente, algunos de estos famosos aparecían de improviso por las oficinas. El peregrinaje al gran pájaro azul. Una mañana, cuando una pareja de ingenieros llegó a la oficina y entró en la cocina para prepararse su café matutino, encontró a un miembro de la banda Blink-182, medio dormido y medio borracho, vaciando un botellín de ginebra en un recipiente de cereales con fruta, que a continuación se desayunó tranquilamente. En otras ocasiones, el rapero MC Hammer aparecía como salido de la nada con su séquito y se quedaba un rato por allí.

Pero los famosos tampoco obtenían una visión real de lo que sucedía en Twitter. Ignoraban las peleas entre Jack y Ev. La ronda de financiación había sido también un asunto de grupillos, al menos entre bambalinas, donde se había convertido en otro tira y afloja que se había descontrolado: Ev tirando por un lado y Jack por el otro, Biz intentando no verse atrapado en medio de los dos.

Con Ev liderando las conversaciones en torno a la financiación, Jack se había sentido excluido. Deseoso de demostrarle a Ev que también él podía gestionar la tarea, intentó negociar por su cuenta con los inversores. Como resultado de ello, un capitalista de riesgo recibía una llamada para reunirse con Ev y al instante siguiente le sonaba el teléfono con una llamada de Jack, el consejero delegado, para concertar el mismo tipo de reunión. De cara a los inversores, daban la imagen de no entenderse muy bien. De cara a Jack, era sentirse ninguneado.

Jack se pasó una tarde al teléfono hablando con un potencial inversionista y negoció un trato que otorgaba a Twitter un valor de cien millones de dólares, con todas las inversiones finales incluidas. Orgulloso de sí mismo, corrió a contárselo a Ev. Pero era demasiado tarde; Ev tenía ya decidido que se decantaría por otra firma. El principal inversor sería Spark Capital, y Bijan Sabet, un socio muy respetado y amable de la empresa con sede en Boston, entraría a formar parte de la junta directiva de Twitter en cuanto cerraran la ronda de inversiones de dieciocho millones de dólares en junio de 2008, lo que dejaría el valor de Twitter situado en ochenta millones de dólares.

Desde el punto de vista de Jack, su trato era mejor que el de Ev y se puso una vez más rabioso al ver que su compañero se ponía por encima de él a la hora de tomar decisiones.

Aunque Jack no lo sabía en aquel momento, la ronda de financiación no había sido para Ev una mera cuestión de dinero o valor de la compañía. Había consistido también en alcanzar un objetivo más importante, que no era otro que solventar los problemas de Twitter de la mejor forma que Ev sabía hacerlo: asumiendo un mayor control sobre sus operaciones diarias.