El diseñador de moda

Era última hora de la tarde cuando Jack y Ev subieron las escaleras que conducían a la sala de reuniones que habían bautizado «Odeo Heights». Sus pies se movían en sincronía, como dos robots programados, peldaño a peldaño, hasta el segundo piso. Abrieron la puerta de la diminuta sala, pusieron las sillas una enfrente de la otra y tomaron asiento, las manos entrelazadas.

Jeremy los vio subir por la escalera como habían hecho centenares de veces. También los observó Blaine. Y algunos empleados más. Pero nadie les prestó mucha atención. Una reunión más entre el consejero delegado y el presidente de la compañía. No tenían ni idea —y no lo supieron hasta mucho más tarde— de que Jack subiría aquellas escaleras siendo una persona y las bajaría convertido en alguien completamente distinto. Dos Jack Dorsey.

Las cosas no suelen romperse; sino que se doblan. Las relaciones rara vez se quiebran; sino que empiezan poco a poco a torcerse, a curvarse en otra dirección, a distorsionarse, hasta que las dos partes acaban distanciándose. La relación entre Ev y Jack llevaba ya un tiempo así, combándose como madera húmeda, moviéndose entre lo bueno y lo malo, pero en aquel momento, inquietos en sus sillas en la sala de reuniones, estaba a punto de romperse para siempre.

Ev le arrojó el guante enseguida.

—Puedes ser diseñador de moda o consejero delegado de Twitter —dijo Ev—. Pero no ambas cosas a la vez.

A pesar de que Jack trabajaba duro y llegaba a la oficina mucho antes que nadie, solía marcharse a las seis de la tarde para asistir a alguna de sus actividades extracurriculares. Durante un tiempo había asistido a clases de dibujo y realizaba bocetos de desnudos en su bloc. Iba a clases de bikram yoga; salía corriendo del trabajo para contorsionar el cuerpo, hacer la postura del perrito y sudar el estrés de toda la jornada. Había asistido también a clases en una escuela de moda para aprender a coser, puesto que seguía planteándose una futura carrera en el mundo de la moda. Le encantaba la costura y se había propuesto con entusiasmo aprender a confeccionar una falda acampanada como primeros deberes de clase. Su objetivo era llegar a confeccionarse unos vaqueros oscuros, y tal vez incluso acabar trabajando algún día para su fabricante favorito de ropa vaquera, Earnest Sewn, en Nueva York.

La vida social de Jack había crecido a un ritmo exponencial, igual que Twitter. Habían empezado a invitarlo a fiestas, a muchas fiestas. Peces gordos y adinerados, como Ron Conway, lo invitaban a ver partidos de béisbol. Las chicas le prestaban atención, entre ellas una rubia de veintitantos años llamada Justine, que se había ganado cierta reputación en el universo tecnológico por haber salido con varios fundadores de empresas del sector.

Jack empezaba a atisbar también la fama como celebridad de segunda fila en San Francisco, puesto que su persona aparecía mencionada en artículos y blogs relacionados con Twitter. Por primera vez en su vida, el chico invisible de Saint Louis empezaba a ser reconocido en las cafeterías de la ciudad por los entusiastas de la tecnología, que lo colmaban de elogios con el amor que profesaban hacia Twitter (cuando funcionaba). Los usuarios de Twitter empezaban también a clasificarse según el número de seguidores que tenían. ¿Y quién mejor para ser el rey que el usuario número uno, Jack Dorsey?

Pero había una persona que no era precisamente el fan número uno de Jack: Ev. Consideraba que Jack no trabajaba lo suficiente. Que no pasaba en la oficina el tiempo necesario. Que sus aficiones lo distraían. Que su estilo directivo era excesivamente apático. Que…, que…, que…

Cuando Ev estaba en la oficina, exigía silencio. A menudo acallaba los chistes y las charlas entre compañeros con un largo «¡Shhhhh!». Biz, el eterno chistoso, solía reírse de aquel gesto, pero Jack se tomaba las exigencias como algo personal.

Jack había intentado entablar amistad con sus empleados y organizaba con regularidad salidas al cine y cenas. Había puesto asimismo en marcha un nuevo ritual que había denominado «La hora del té»: un acto semanal para todo el personal de Twitter que tenía lugar los viernes por la tarde y en el transcurso del cual se comentaban las últimas noticias de la compañía. Aunque supuestamente tenía que haber té, lo que solía beberse era cerveza y alcohol de todo tipo.

Pero a Ev le importaban un rábano tanto «La hora del té» como las noches de cine. Le preocupaba la compañía. Una compañía con problemas.

Los apagones continuos de la página habían empezado a cobrarse su peaje en Twitter. Hacía unas semanas que el ritmo de incorporación de nuevos usuarios estaba bajando ligeramente y Ev había enviado mensajes disparando las alarmas.

—Te marchas de la oficina demasiado temprano —le dijo a Jack—. Te largas a tus clases de costura y de yoga, te vas a socializar, y aquí tenemos problemas con la página y el crecimiento empieza a ralentizarse. —Ev continuó enumerando todas las debilidades de Jack, que se puso furioso, pero no respondió. No sabía cómo responder. No sabía si podía responder. ¿Podía un consejero delegado discutir con un presidente?

Lo que Jack podía decirle y no decirle a Ev no estaba claro, puesto que su relación y la dinámica de poder entre ellos estaba repleta de giros y recovecos. Habían empezado su singladura juntos como jefe y empleado, con Jack informando a Ev; luego, con el inicio de Twitter, habían pasado a ser cofundadores y amigos. Después, los papeles de empleado y jefe se habían invertido, cuando Jack se había convertido en consejero delegado y Ev, pese a ser el principal inversor de la compañía y el presidente de su junta directiva, era técnicamente un empleado que informaba a Jack. Ahora eran dos personas en completo desacuerdo.

Sin embargo, no siempre había sido así. Durante un tiempo habían estado muy unidos: cuando pactaron el éxodo de Noah, cuando ganaron el galardón en South by Southwest, cuando tomaban copas juntos, algo que siempre les había servido para relajarse. A finales de 2006, Ev, Jack y Sara habían ido incluso a saltar en paracaídas con motivo del cumpleaños de Sara; habían saltado juntos desde un avión y se habían unido en la experiencia de caer a tierra a doscientos kilómetros por hora. Incluso habían ido juntos de camping. No obstante, su camaradería se había roto con la misma rapidez con que habían entablado amistad.

Pero más apremiante que su opinión sobre lo bien o mal que estuviera dirigida la compañía, era el hecho de que Ev y Jack tenían puntos de vista radicalmente opuestos en cuanto a qué era Twitter y cómo tenía que ser utilizado. Jack siempre había considerado Twitter como un actualizador de estados, una forma de decir dónde estaba él y qué estaba haciendo él. Un lugar donde exhibirse, donde hacer gala del ego. Ev, que era una persona tímida y marcada por los tiempos de la creación de Blogger, lo consideraba una forma de compartir dónde estaban los demás y qué hacían los demás.

Ev lo veía como una manera de mostrar qué sucedía a tu alrededor: un lugar donde saciar la curiosidad y encontrar información. Era el debate que se había originado unos meses antes con el concepto de Twitter como fuente de noticias sobre el terremoto.

—Si se produce un incendio en la esquina donde te encuentras y lo publicas en Twitter, no estás hablando de tu estado mientras se produce ese incendio —observó Ev en el transcurso de una de sus interminables discusiones sobre el tema—. Lo que estás tuiteando es: «Hay un incendio en la esquina de Third Street con Market».

A muchos podría parecerles una cuestión de semántica. Pero eran dos maneras completamente distintas de utilizar Twitter. ¿Gira en torno a mí o gira en torno a ti? ¿Gira en torno a mi ego o gira en torno a los demás? En realidad, giraba en torno a ambas cosas. Una nunca podría haber funcionado sin la otra. Un simple actualizador de estado en borbotones de ciento cuarenta caracteres no era más que un boletín de noticias online pretencioso. Y aunque en aquel momento no se dieran cuenta de ello, eran ambas cosas juntas lo que hacía que Twitter fuera distinto a todo lo demás.

Tampoco estaban de acuerdo en la importancia del teléfono móvil frente a la web. Jack se mostraba inflexible en cuanto a centrarse en el desarrollo del servicio sobre teléfono móvil; eso significaba consagrar recursos a construir nuevas herramientas para SMS, lo que permitiría a la larga que más países pudieran aprovechar el servicio utilizando mensajes de texto, y concentrar toda la energía en aplicaciones para teléfono móvil. Ev pensaba más en la web y presionaba constantemente al equipo para ampliar las posibilidades de la página web de Twitter. Le preocupaba además que un énfasis excesivo en los mensajes de texto pudiera llevar a la compañía a la bancarrota. Cada mes Twitter estaba obligada a pagar decenas de miles de dólares de facturas de SMS a las compañías de telefonía móvil. Y cada mes que pasaba, la factura subía más que la anterior.

En lo único en que Ev y Jack coincidían era en que ambos estaban de acuerdo en muy pocas cosas.

Jack creía que había crecido y había cambiado. Incluso empezaba a parecer más un consejero delegado: se había cortado el pelo, se ponía la camisa por dentro del pantalón y, en el gesto más audaz hasta el momento, se había quitado el aro de la nariz, el mismo aro que con tanto orgullo llevaba oculto años atrás bajo una tirita antes que sucumbir a retirárselo a petición de un superior. Deseaba tanto liderar Twitter que había hecho ésta y otras concesiones, pero seguía siendo insuficiente para Ev.

El vínculo de Jack con otra persona de Twitter también se había deteriorado. A principios de verano, la relación de Crystal con su novio se había malogrado. A pesar de que Jack tenía ahora muchas chicas entre las que elegir, seguía encaprichado de su primer amor en Odeo. Tenía pensado pedirle a Crystal para salir, organizar alguna cosa especial, tal vez ver juntos una película antigua, un gesto con el que poder pasar del territorio de amigo al territorio de los besos. Pero su estrategia fracasó cuando la perdió para siempre en Las Vegas.

Sabía cuándo sucedió todo exactamente. Fue el fin de semana del 7 de septiembre de 2007. Twitter había cerrado un trato con los MTV Video Music Awards, por el cual los tuits emitidos por famosos, incluidos los del rapero Timbaland y el grupo Daughtry, se integrarían en la programación en directo del canal durante la ceremonia de entrega de premios. Para ayudar y garantizar que los escasamente tecnológicos músicos publicaran sus tuits sin problemas, la mayoría del equipo se desplazó a Las Vegas para colaborar. Pero Jack no pudo asistir porque un compromiso previo le obligaba a estar en otro lugar. Terminado el largo fin de semana, los empleados regresaron a la oficina con una resaca terrible y un montón de historias sobre sus fiestas con las estrellas del rock. Crystal, sin embargo, volvió de Las Vegas con un nuevo novio: Jason Goldman.

Jack se puso furioso. Uno de los mejores amigos de Ev y, además, uno de los miembros de la junta directiva de Twitter, le había robado su oportunidad con Crystal. «Jack contra Ev» había pasado a convertirse en «Jack contra Ev y Goldman». Y, según el punto de vista de Jack, Crystal se había situado en el bando incorrecto.

Goldman no se amilanó ante el ataque de rabia que le había provocado a Jack su nuevo romance. Era, al fin y al cabo, uno de los «chicos de Ev», no de Jack. Y, además, Crystal podía salir con quien le diese la gana.

El rencor de Jack hacia Goldman y Crystal no fue, sin embargo, nada en comparación con el que sintió hacia Ev cuando éste le dijo que o era diseñador de moda o consejero delegado de Twitter.

Durante la reunión que mantuvieron los dos aquel día no hubo palabrotas. Tampoco hubo gritos ni puñetazos sobre la mesa. Pero la rabia de Jack iba en aumento a cada crítica que iba filtrándose.

Cuando la reunión llegó a su fin, bajaron las escaleras. Y mientras Jack regresaba a su mesa, echando humo por todo lo que Ev le había dicho, Ev recogió sus cosas y se marchó. Jack movió la cabeza en un gesto de negación ante tal ironía. Después de echarle en cara que se marchaba demasiado pronto, Ev acababa de hacer lo mismo.

Y en aquel momento, en el del clic de la puerta de entrada de color beis que señalaba la marcha de Ev, la relación entre Jack y Ev ya no estaba simplemente combándose. Acababa de romperse.