—¿Quieres quedarte a dormir conmigo? —preguntó Gideon.
Al principio, pensé que no debería hacerlo, pero él me había envuelto en su albornoz, me había preparado la bañera, se había quedado sentado, mirándome… me había ofrecido otra copa de vino.
¿Cómo iba a decirle que no?
De modo que me quedé. Y dormí. Entre sus brazos. Cuando desperté, Gideon estaba tumbado a mi lado, con los ojos abiertos. El verde de sus pupilas más brillante que nunca por la luz del sol que entraba por la ventana.
Y sonreí. Hasta que recordé a la mujer para la que estábamos escribiendo esas cartas.
—¿Qué ocurre ahora?
—¿Cómo lo haces?
—¿Hacer qué?
—Saber lo que pienso. Me da un poco de miedo.
—No te da miedo, te gusta. Y te asombra —bromeó él.
Yo solté una carcajada. Lo que podría parecer arrogancia en otro hombre, en Gideon era simple sinceridad. Y la verdad era que la conexión que había entre nosotros me abrumaba. No entendía esa telepatía. Nunca la había experimentado antes.
—Tienes un truco.
—No, ya te lo dije. Está en tus ojos. Puedo ver lo que estás pensando.
—¿Te ha pasado con alguna otra persona?
—Sí —contestó él.
Yo me quedé esperando. Esperando que dijera el nombre de la otra mujer.
—Me pasa con Dana, mi hermana.
—¿Ah, sí?
—Pero nunca me ha pasado con nadie más. Así que esto es tan raro para mí como para ti.
—¿Quieres que pose para ti? —le pregunté entonces.
—Claro que quiero. Pero no ahora.
—¿Por qué no?
—Porque no es el momento. Tienes cosas que solucionar y yo quiero ayudarte. Posar para alguien es algo… sucio para ti desde que te pasó eso con tu hermanastro. Pero, aunque yo no me habría atrevido a pedírtelo, sí, algún día me gustaría esculpirte así como estás ahora, en la cama.
—¿Algún día? Hablas como si hubiera un futuro para nosotros.
Gideon me miró, pensativo.
—No pasa nada —le dije—. Sé que tienes pareja.
—No es…
—En fin, estoy escribiendo esas cartas de amor para ella, ¿no? Pero de todas formas me gusta que haya pasado esto. Pero que vaya a tener un final lo hace más fácil.
—¿Más fácil? ¿Por qué?
—Es muy difícil ser sincero del todo cuando cada acción puede tener varios significados.
Algo en su expresión me hizo pensar que iba a discutírmelo, pero debió de cambiar de opinión.
—Voy a darme una ducha. ¿Por qué no te vistes? Voy a llevarte a desayunar y luego vamos a ver a tu hermanastro.