Capítulo 34

Me quedé callada un momento. Aquello era muy diferente a inventarse una historia. Le había contado a Gideon más de lo que había planeado contarle.

¿Por qué? Quizá porque me escuchaba lentamente, porque tenía la cabeza apoyada en su hombro, su silencio como un abrazo.

—¿Cuánto tiempo duró?

—Tres… casi cuatro años.

—¿Estabas enamorada de él?

—Sí, demasiado. Tanto que no me di cuenta de lo que pasaba hasta que fue demasiado tarde.

—¿Qué pasaba, Marlowe?

—Yo pensé… —no sabía cómo decirlo. Era demasiado personal.

—Puedes contarme lo que quieras. Yo no voy a juzgarte.

—Cuando esculpes, cuando hay alguien que posa para ti… —empecé a decir—. ¿Qué parte de la gente eres capaz de capturar?

—¿Capturar? Lo dices como si se tratase de una violación —Gideon se quedó pensativo—. No es eso… yo intento encontrar algo en ellos que sea especial, diferente, para que mi trabajo sea más humano y… ¿Qué pasa? ¿Por qué haces esa mueca?

Yo no sabía qué contestar. Cualquier respuesta habría sido demasiado reveladora.

Gideon no se movió. No tenía prisa. Y no me presionó.

—¿Alguna vez ha posado para ti alguna de tus amantes?

—Le he pedido a dos de las mujeres con las que he estado que posaran para mí, sí. Una era demasiado tímida y no fue capaz. La otra sí lo hizo, pero aún no he terminado esa pieza. Era complicado conocer a alguien tan bien y no usar lo que sabía de ella en la escultura.

—Colé hace todo lo contrario. Él sólo quería lo más privado de mí. La parte más sexual. Necesitaba tener una relación conmigo para conocer esa faceta, para que yo me entregase completamente y poder así hacer las fotografías que quería. Es como Rasputín, un seductor, un encantador de serpientes. Quería robarme lo que necesitaba y cuando quise que dejara de hacerlo… se terminó.

—¿Quieres decir que cuando tú quisiste romper…?

—No. En cuanto le pedí que dejara de hacerme fotografías, él rompió conmigo. Lo que Colé amaba no era a mí, sino tener una modelo que no le pusiera traba alguna. Alguien que le dejara explorar su cuerpo con la cámara.

—Maldito imbécil.

Eso fue todo lo que dijo, pero lo había dicho con desprecio, con asco incluso.

—¿Y tenías dieciséis años cuando empezaste?

—Y diecinueve cuando todo terminó.

—Qué mal nacido.

—Pero es aún peor.

—¿Qué?

—Hace dos años empecé a salir con un hombre… íbamos en serio y el hecho de que las fotos siguieran en poder de Colé me molestaba. Le pedí que me diera los negativos, pero se negó. Nos dejamos de hablar, pero ahora va a exponer en una galería de Chelsea y… —me levanté entonces para tomar el bolso de la mesa y saqué la invitación.

Gideon miró la foto de esa boca abierta, en blanco y negro. Los labios húmedos, hinchados, la innegable expresión de ardor. Tenía una mancha en la cara, una mancha de fresa… reconocible sólo si sabías lo que era.

—Eres tú.

—Va a exponer mis fotografías. A cualquiera que quiera verlas. Y yo no puedo hacer nada. Lo mas privado de mi vida se verá expuesto ante el público…

Estaba segura de que nadie podría hacer nada para evitarlo. Yo, desde luego, no había podido. Conocía a Colé. Sabía lo importante que era su carrera para él, que eso era lo único que le interesaba de verdad en la vida.

Aunque la expresión de Gideon sugería algo muy diferente.