Por la mañana Garrick se quedó desconcertado al ver que Anna estaba alegre, con una alegría juvenil. Tenía una cinta verde en el pelo y su vestido del mismo color estaba desteñido, pero era bonito. Durante todo el desayuno no dejó de charlar y mientras tomaban el café, se inclinó sobre la mesa y le tocó una mano.
—¿Qué haremos hoy, Garry?
Garrick la miró perplejo. No había pensando en nada.
—Supongo que convendrá tomar el tren de la tarde y volver a Ladyburg.
—Vamos, Garry —le dijo ella, haciendo un mohín—. ¿No me quieres lo suficiente como para ofrecerme una luna de miel?
—Supongo que… —Garry seguía titubeando, pero en seguida dijo—: Claro, no se me ocurrió, pero… —y con una sonrisa llena de entusiasmo, preguntó—: ¿Adonde podríamos ir?
—Podríamos tomar el barco costero hasta Ciudad del Cabo —propuso Anna.
—Vamos —dijo Garry sin vacilar—. Será divertido.
—Pero, Garry… —El entusiasmo de Anna se apagó un poco—… No traje más que dos vestidos. —Al decir esto se tocó la ropa. Garry se puso serio, pero también halló que podía manejar este problema.
—¡Te compraremos más!
—¿Garry, en serio? ¿Podemos comprar más vestidos?
—Compraremos todos los que quieras, y más de los que quieras. Vamos, termina tu café. Iremos a ver qué tienen en las tiendas.
Ya terminé. Anna estaba de pie, lista para partir.