DIA J-2

El error está en desear una vida inmóvil. Deseamos que el tiempo se detenga, que el amor sea eterno, que nada muera jamás, para acomodarnos a una perpetua infancia mimada. Levantamos muros para protegernos, pero son esos mismos muros los que un día se convierten en cárcel.

Ahora que vivo con Alice, ya no construyo lugares donde recluirnos. Vivo cada segundo como si fuera un regalo. Descubro que se puede sentir nostalgia del presente. A veces vivo momentos tan maravillosos que pienso: «Mira, seguro que lo echaré de menos más adelante: es necesario no olvidar nunca este instante, para poder pensar en él cuando todo vaya mal.» Descubro que, para seguir enamorado, cada uno debe tener una parte inasequible. Hay que rechazar lo tópico, lo cual no significa inventarse sobresaltos artificiales y estúpidos, sino saber sorprenderse ante el milagro de cada día. Ser generoso es sencillo. Uno está enamorado el día en el que pone dentífrico sobre un cepillo de dientes que no es el suyo.

Sobre todo, he aprendido que, para ser feliz, hay que haber sido infeliz. Sin el aprendizaje del dolor, la felicidad no es sólida. El amor que dura tres años es el que no ha superado montañas o frecuentado los bajos fondos, el que ha sido servido en bandeja. El amor sólo dura si ambos saben lo que cuesta, y vale más pagar por anticipado, si no te arriesgas a tener que pagar la cuenta a posteriori. No hemos sido preparados para la felicidad porque no estamos preparados para el dolor. Hemos crecido en la religión de la comodidad. Tenemos que saber quiénes somos y a quién amamos. Tenemos que estar agotados para vivir una historia inagotable.

Espero que el engañoso título de este libro no os haya exasperado demasiado: claro que el amor no dura tres años: estoy contento de haberme equivocado. Que este libro esté publicado por Grasset no significa que diga la verdad.

No sé lo que me reserva el pasado (como diría Sagan), pero sigo avanzando, en el maravillado terror, porque no tengo otra elección, avanzo, menos despreocupado que otras veces, pero avanzo de todos modos, avanzo a pesar de todo, avanzo y os juro que resulta hermoso.

Hacemos el amor en el agua translúcida de una calita desierta. Bailamos bajo las verandas. Flirteamos al borde de una callejuela mal iluminada bebiendo Marqués de Cáceres. Comemos sin cesar. Es la vida de verdad, por fin. Cuando le pedí que se casara conmigo, Alice tuvo esa respuesta llena de ternura, de romanticismo, de elegancia, de belleza, de suavidad y de poesía:

—No.

Pasado mañana hará tres años que vivo con ella.