Así que ya está: Marc y Alice se casaron hace tres años. El problema es que no se casaron el uno con el otro.
Marc se casó con Anne, y Alice se casó con Antoine. Así funcionan las cosas: la vida siempre se las apaña para complicarlo todo, ¿o somos nosotros los que nos buscamos las complicaciones?
La fotografía que Anne descubrió en Río es la de Alice. Una encantadora Polaroid de Alice en bikini en una playa italiana, cerca de Roma. En Fregene, para ser exactos.
Alice y yo tuvimos una «relación extraconyugal». En nuestra época, así se denomina a las más hermosas pasiones románticas. Todos los días muere gente por culpa de las «relaciones extraconyugales». A menudo son mujeres con las que te cruzas por la calle. Nadie lo diría porque esconden ese secreto, pero, de vez en cuando, las veréis llorar sin motivo mientras ven una mala telenovela, o sonreír de un modo deslumbrante en el metro, y entonces, entonces, sabréis de qué os estoy hablando. A menudo, la situación está descompensada: una mujer soltera ama a un hombre casado, él no quiere abandonar a su mujer, es terrible, abyecto, banal. En este caso, ambos estábamos casados cuando nos conocimos. El equilibrio era casi perfecto. Sólo que yo fui el primero en echarlo todo por la borda: soy yo el que se divorcia, mientras que Alice no tiene ninguna intención de hacerlo. ¿Por qué iba a dejar a su marido por un chalado que va por las azoteas gritando que el amor dura tres años?
Debería decirle que, en realidad, no creo que sea así, pero eso sería mentir. Y estoy harto de mentir. Estoy harto de mi doble vida. La poligamia es totalmente legal en Francia: basta estar dotado para la mentira. Tener varias mujeres no es nada del otro mundo. Sólo requiere un poco de imaginación y mucha organización. Conozco a un montón de tíos que tienen un harén, en Francia, en pleno año 1995. Cada noche, eligen a la que van a llamar y lo peor es que la pobre elegida acude. Para hacer eso, hay que ser diplomático e hipócrita, lo que viene a ser más o menos lo mismo. Pero yo estoy harto. Ya no puedo más. Ya tengo bastante con ser esquizofrénico en mi vida profesional, me niego a serlo también en mi vida sentimental. Por una vez, me encantaría hacer una sola cosa a la vez.
Resultado: de nuevo solo.
El amor es una catástrofe espléndida: saber que te vas a estrellar contra una pared, y acelerar a pesar de todo: correr en pos de tu propio desastre con una sonrisa en los labios; esperar con curiosidad el momento en que todo se va a ir al carajo. El amor es la única decepción programada, la única desgracia previsible que deseamos repetir. Eso es lo que le dije a Alice antes de suplicarle de rodillas que se marchara conmigo, en vano.