123

Concordia, 28 de mayo de 1915

La ciudad estaba muy animada. Después de atravesar las montañas sin apenas cruzarse con gente, el mercadillo de comida y todo tipo de cachivaches les sorprendió. El general Buendía comenzaba a ponerse nervioso, no era muy difícil perderse entre la multitud, por lo que ordenó a sus hombres que no se separaran en ningún momento de los prisioneros.

—Ésta es nuestra oportunidad —le susurró Lincoln a Alicia.

Miraron a los soldados, que a pesar de las órdenes se entretenían observando la comida o a las mujeres de la localidad. Alicia le hizo un gesto a Alma para que estuviera preparada.

La multitud se agolpaba en uno de los estrechamientos de la calle. Lincoln miró al profesor, pero éste estaba literalmente pegado al general, era imposible que él pudiera escapar. Después observó a los soldados que caminaban detrás de él e hizo la señal convenida.

—Ahora —susurró.

Los tres corrieron a empujones entre la multitud. Daba la sensación de que no avanzaban mucho en medio de la marea de gente, pero cuando Lincoln miró atrás ya no se veía a los soldados.

—Por aquí —dijo Alicia señalando un callejón.

Sus pasos retumbaron en la callejuela desierta y no dejaron de correr hasta que se sintieron a salvo.

—¿Qué sucederá con el profesor? —preguntó Alicia, preocupada.

—No creo que le hagan nada, por ahora le necesitan para localizar Aztlán —dijo Alma.

—Tenemos que encontrar a Hércules —dijo Alicia.

—Él nos encontrará a nosotros, estoy convencido. Debemos continuar el camino hasta Aztlán —dijo Lincoln.

—¿Continuar? Eso es una locura, volverán a capturarnos e incluso puede que nos maten —dijo Alicia.

—No podemos permitir que encuentren la isla, ya sabes que puede ser peligroso —contestó Lincoln.

—Pero ¿qué podemos hacer nosotros contra todos esos soldados? —dijo Alicia.

—Nos mantendremos a salvo, no te preocupes. Ahora tenemos que buscar un sitio donde escondernos hasta que el general Buendía abandone la ciudad —dijo Lincoln entrando en uno de los portalones de la calle. Los tres se introdujeron en la oscura entrada del edificio hasta que las sombras los devoraron por completo.