Al norte de Chihuahua, 23 de mayo de 1915
Habían agotado a los caballos, pero en México era difícil encontrar sitios con animales de refresco. Al final decidieron tomar un tren hasta Chihuahua; si todo marchaba según lo previsto estarían en la ciudad en veinticuatro horas.
Ulises Brul se recostó en el vagón de primera e intentó dormir un poco, pero tenía la cabeza llena de preocupaciones. ¿Cómo se presentaría ante Villa? ¿Cómo podían burlar su escolta personal? ¿Cuál era el plan de fuga?
Se cambió de postura y se recostó al otro lado del asiento. El secretario de Guerra Garrison le habría prometido un ascenso y cobertura en cuanto regresaran a los Estados Unidos, pero había más de trescientos kilómetros entre Chihuahua y la frontera. Los hombres de Villa intentarían cazarlos como si fueran conejos, no tenía muchas esperanzas de regresar con vida.
Tenía un plan, el único que podía garantizar la misión y salvarle el pellejo, pero no sabía si tendría el valor de llevarlo a la práctica. Hay ciertas cosas de las que el hombre solo es capaz si con eso consigue salvar el pellejo. Él no era un patriota, nunca lo había sido, el ejército era un escalón para lograr sus ambiciones. Había decidido ser norteamericano, quería borrar su condición de hispano o mestizo aunque para ello tuviera que vender su alma al diablo.
Por un momento su mente se relajó y el sueño empezó a invadirle lentamente. Hacía mucho tiempo que había dejado de tener escrúpulos, los hombres pobres no pueden permitirse el lujo de tener honor. El honor es el refugio de los débiles y él tenía que ser fuerte.