México D. F., 20 de mayo de 1915
Alicia estaba frente al espejo. Su figura esbelta destacaba en el vestido azul de terciopelo. Se recogió el pelo rojo y miró sus mejillas pecosas y pálidas. Lincoln parecía prestarle de nuevo un poco de atención. No eran señales claras, pero el norteamericano no era un hombre directo y seguro de sí mismo.
Una fiesta era lo último que pensaba que harían en México, se había acostumbrado a vivir bajo la tensión de perseguir algo o a alguien, pero no podía negar que le alegraba la oportunidad de lucir un bonito vestido y por unos momentos recuperar su vida normal. Escuchó un ruido en el pasillo y abrió la puerta. Hércules y Lincoln discutían sobre la conveniencia de entregar a su prisionero o no entregarlo.
—Es un asesino y es mejor que lo entreguemos a las autoridades mexicanas —dijo Hércules.
—Las autoridades mexicanas no tienen jurisdicción sobre él, en cuanto le entreguemos le soltarán y acudirá a los que le enviaron —dijo Lincoln.
—Es lo único que podemos hacer. Además ya están advertidos y a esta hora ya estará entre rejas —dijo Hércules.
—Le soltaremos cuando hayamos encontrado al profesor Gamio y abandonemos la ciudad.
Alicia se acercó a sus amigos y se puso del lado de Lincoln.
—Aquí está a buen recaudo, antes de marcharnos le soltaremos.
—Pero es un asesino —dijo Hércules.
—Lo dejaremos en manos de la justicia mexicana, si es lo que desea —dijo Lincoln—, pero cuando nos vayamos a ir. Puede que las autoridades nos hagan preguntas incómodas sobre nuestra verdadera misión.
—Está bien —se resignó Hércules—. Entonces será mejor que se lo digamos al capitán Ayala.
—Estás guapísima —le dijo Hércules a Alicia al observar su vestido.
—Gracias.
—El capitán Ayala no te quita ojo —bromeó Hércules.
Lincoln frunció el ceño y miró a Alicia. Estaba realmente hermosa. Sintió deseos de abrazarla y dar el paso definitivo, pero pensó que necesitaría tomar una copa para reunir el valor necesario.
—¿No vamos? —preguntó Hércules.
Los tres se dirigieron a la fiesta. Aquella noche debían olvidarse de todo y disfrutar, pero alguien tenía otro plan para ellos.