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Mar Caribe, 18 de mayo de 1915

Hércules asomó la cabeza y contempló el gran globo vacío. Después miró al otro lado y pudo ver que una sombra se movía hasta esconderse detrás de un aparato metálico. La luz del sol se filtraba a través de la lona del globo produciendo la sensación de estar en la barriga de un gran pez.

El español subió por la escalerilla, seguido de Alicia y Lincoln. Se aproximaron hasta el lugar donde habían visto la sombra, pero no había nadie.

—Hubiera jurado… —dijo Hércules.

—Puede que se trate de algún pájaro, se habrá colado antes del despegue —dijo Lincoln.

—Era algo más grande y no volaba —dijo Hércules.

—Es imposible, estamos a una gran altura —dijo Lincoln. —Será mejor que revisemos bien la nave.

Descendieron a la sala principal y fueron a hablar con el capitán. Samuel Schwarz se encontraba sentado en un cómodo asiento de piel. El piloto los miró asustado cuando entraron en la cabina y Hércules se percató de que llevaba todavía la pistola en la mano.

—Lo siento. Hemos oído un ruido arriba, pero cuando hemos revisado la zona no hemos encontrado nada —dijo Hércules.

—¿Arriba? ¡Qué extraño! —dijo Samuel poniéndose en pie.

—¿Hay alguna manera de salir del globo sin bajar por la trampilla del salón? —preguntó Alicia.

—Esa zona está comunicada con la bodega.

—¿La bodega? Seguro que se ha escondido allí —dijo Lincoln.

—¿Quién? —preguntó Samuel.

—No lo sabemos —dijo Lincoln.

—¿Los están persiguiendo? Creía que solo eran unos comerciantes que necesitaban llegar a México lo antes posible —dijo Samuel, molesto.

—Nuestra misión no es comercial, pero no podíamos contarle los pormenores —se disculpó Hércules.

—Será mejor que echemos un vistazo a la bodega —dijo Samuel.