La Habana, 15 de mayo de 1915
Esperaron impacientes en la casa hasta que la proximidad de la hora de partida del barco les hizo presagiar lo peor. Alicia se movía de un lado para otro, inquieta. Lincoln miraba distraídamente la plaza desde el balcón. La mujer se acercó hasta él y con el ceño fruncido comenzó a increparle.
—¿No tiene sangre en la venas?
—¿De qué sirve caminar de un lado para otro?
—Estoy preocupada, pero veo que a usted le da lo mismo.
—Hércules sabe cuidar de sí mismo. Seguro que ha surgido algún inconveniente o alguna pista…
—¿Una pista? No se hubiera ido sin decir palabra —dijo Alicia, frenética.
—Tranquila, ya regresará.
—Será mejor que lo busque yo misma —dijo Alicia, saliendo de la habitación.
Lincoln la siguió, alcanzándola justo antes de que bajara las escaleras. La agarró del brazo y ella intentó zafarse.
—¡Suélteme!
—Alicia, por favor —dijo el hombre sin soltarla.
—No puedo quedarme encerrada esperando.
—¿Dónde va a buscarle?
—La Habana no es tan grande, alguien lo habrá visto.
—Venga por favor, intentemos pensar en qué puede haber sucedido.
Alicia dejó de moverse y le siguió. Lincoln entró en la habitación de Hércules, pero no vio nado extraño. Después registró el equipaje.
—No hay nada —comentó el hombre.
—¿Ha mirado los cajones del escritorio?
—Sí, nada.
Alicia abrió el cajón de un tirón y se quedó con él en la mano. Un papel se deslizó hasta el suelo y Lincoln se agachó para cogerlo.
—¿Qué es? —preguntó Alicia.
—Parece una nota. No reconozco la letra, pero estoy seguro de que no es de Hércules.
—¿Qué pone?
—Alguien lo citó anoche en la plaza, frente a la catedral. Según la firma se trata del profesor Gordon.
—¿El profesor Gordon? Si lo habíamos visto poco antes —dijo Alicia, sorprendida.
—Está claro que era una trampa. Será mejor que vayamos al lugar de la cita —propuso Lincoln.
Los dos abandonaron la habitación, bajaron las escaleras y cruzaron la plaza. Al mediodía el sol era tan fuerte que la calle estaba casi despejada. Se acercaron a la fachada examinando el suelo.
—No se ve nada —comentó Alicia.
—Esperaba que Hércules nos hubiera dejado una pista.
Examinaron el suelo detenidamente. Lincoln vio unos pequeños restos de sangre y un papel con una única letra «M».
—¿La letra es de Hércules? —preguntó Alicia.
—Juraría que sí. —Pero ¿qué quiere decir la «M»?
—No sé, tendremos que meditarlo detenidamente —dijo Lincoln mirando a su amiga.
Alicia contuvo el aliento, Hércules había sido secuestrado por alguien y podía estar en peligro. Tenían que encontrarle cuanto antes.