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La Habana, 14 de mayo de 1915

—Los hombres jaguar —continuó explicando el profesor Gordon— fueron un símbolo en las distintas culturas de Mesoamérica. El jaguar o Panthera onca es el depredador más grande de nuestro continente. Una de esas culturas fue la maya, en la que el jaguar era un símbolo del poder de las fuerzas del inframundo y de la fertilidad. En la actualidad sigue siendo un símbolo en las comunidades aztecas, en las que se ha perpetuado por medio de mitos y cuentos.

—Pero ¿quiénes son los hombres jaguar? —preguntó Hércules.

—Los hombres jaguar eran considerados los primeros hombres creados por los dioses y se creía que eran antepasados de la clase gobernante y los padres de muchas culturas, entre ellas la cultura maya. Todas las familias nobles buscaban identificarse con el jaguar —dijo el profesor Gordon—. Aunque todo eso se lo explicará mucho mejor mi colega Manuel Gamio.

Lincoln intentó imaginar algo equiparable a los hombres jaguar, pero no lograba asimilarlos a nada.

—Entonces, ¿se trata de una secta o sociedad secreta? —preguntó el norteamericano para aclararse.

—Desconozco cómo los consideran en los mitos aztecas, pero en el mito quiche que aparece en el Popol Vuh, tres de los cuatro primeros hombres creados por los dioses tienen nombre de jaguar: Balam Quitzé, Balam Akab e Iqui Balam. Pero son hombres jaguar no solo por sus nombres, sino también por su forma de cazar a sus víctimas y su forma de ofrecerlas para el sacrificio. En el mito de los ch’oles, el padre primigenio del pueblo ch’ol es un jaguar —dijo el profesor.

—¿Las culturas de Mesoamérica creían que provenían de animales sagrados? —preguntó Alicia.

—Sí, en el caso del jaguar siempre está asociado con los guerreros y los chamanes, a los que se les otorgaban poderes sobrenaturales, entre los cuales destacaba el de poder transformarse en un jaguar, entre otros animales salvajes —dijo Gordon.

—¿Como el mito occidental de los hombres lobo? —dijo Hércules.

—Es lo más parecido que tenemos los occidentales. Aunque el mito del hombre lobo no está reglado por la sociedad, para las culturas que creen en el hombre lobo, éste es un monstruo asocial que asola las zonas rurales. En el hombre lobo se da una especie de posesión, el hombre lobo no tiene control sobre sí mismo, en cambio el hombre jaguar sí lo tiene —dijo Gordon.

—Son dos cosas muy distintas —apuntó Lincoln.

—No tan distintas para los aztecas; como el jaguar tenía hábitos crepusculares y nocturnos, formaba parte del inframundo, el reino de las tinieblas, como nuestros hombres lobo. También era un símbolo de la naturaleza salvaje, de la otra forma de la racionalidad y de la muerte —dijo el profesor Gordon.

—Por lo que tengo entendido el mito del hombre lobo occidental viene de los griegos —dijo Alicia.

—Es cierto, aunque es algo que mucha gente desconoce. Se dice que el primer hombre lobo fue el rey de Arcadia, Licaón. Este rey, a pesar de ser muy piadoso, hacía sacrificios humanos a Zeus. Un día, Zeus se presentó en su reino en forma de vagabundo. Licaón se comportó adecuadamente, pero al descubrir que quien le visitaba era el mismo Zeus, decidió gastarle una broma. Pidió que le trajeran un niño para comer, Zeus se encolerizó y lo convirtió en hombre lobo —dijo el profesor Gordon.

—Es una historia increíble —dijo Lincoln.

—Plinio el Viejo y otros filósofos creyeron en la leyenda de los hombres lobo, pero también Herodoto o Virgilio afirmaron que existían —dijo el profesor Gordon.

—Pero ¿los hombres jaguar no tienen nada que ver con esa visión de los hombres lobo? —preguntó Alicia.

—No, precisamente uno de los valores simbólicos del jaguar está relacionado con la sexualidad, la fertilidad, las ideas de reproducción, vida y renovación del universo. Muchas culturas se deformaban el cráneo para parecerse a los jaguares. Los nobles eligieron la deformación tabular oblicua. Algunos creen que esto demuestra que este grupo de los hombres jaguar no solo querían vestirse, llamarse y actuar como jaguares, sino también convertirse, literalmente, en jaguares.

—Pero ¿qué tiene que ver eso con los hombres jaguar aztecas? —preguntó Hércules.

—Se cree que los aztecas adoptaron esta costumbre de admirar al jaguar de los olmecas. Los olmecas creían que un jaguar copuló con una mujer humana y de esa unión nacieron los hombres jaguar —comentó el profesor Gordon.

—Entonces, ¿los hombres jaguar no serían un tipo de hombres lobo? —preguntó Hércules.

—No, es una especie de identificación con un animal. Aunque creo que el profesor Manuel Gamio podrá ayudaros mucho más. Es el inspector general de Monumentos Arqueológicos de la Secretaría de Educación Pública. Además es una de las personas más honradas que he conocido en toda mi vida. ¿Hasta cuándo se quedarán? —preguntó el profesor Gordon.

—Me temo que tenemos que irnos mañana mismo. Nuestro barco parte al amanecer —dijo Hércules.

—Entonces les dejo que descansen. He buscado alojamiento para ustedes.

—Muy amable, doctor —dijo Alicia.

Los cuatro salieron de la cantina y se dirigieron hacia la catedral. Allí mismo llamaron a la puerta de una de las casas de los soportales, les abrieron y los cuatro entraron en un gran patio.

—Pensé que preferirían esto a un hotel —dijo el profesor Gordon.

—Una buena casa colonial. Es un verdadero regalo, profesor.

—Ha sido un placer volver a verles después de tantos años.

El profesor abrazó a sus amigos y con un nudo en la garganta se dirigió hacia la salida.

—¡Profesor! —exclamó Alicia.

—¿Sí?

—Muchas gracias por todo. ¿Si quiere acompañarnos? —lo invitó Alicia.

—Cuando has llegado a mi edad, la última aventura que te queda por vivir tienes que vivirla tú solo.

El profesor abrió la puerta, pero justo antes de desaparecer por ella se giró y levantó la mano para despedirse. Sus amigos contemplaron como se alejaba con un nudo en la garganta. Creían que nunca más lo volverían a ver, pero estaban equivocados.