36

En algún lugar del océano Atlántico, 10 de mayo de 1915

—El capitán me ha dicho que haremos escala en las Islas Bahamas —dijo Lincoln a sus amigos.

Después de un día de navegación el cuerpo comenzaba acostumbrarse a los bamboleos del barco. Hércules era un marinero experimentado que había servido en la armada española, Alicia había viajado varias veces a Cuba, su tierra natal. El que llevaba peor la travesía era Lincoln.

—Es lógico, las islas pertenecen a los británicos —dijo Alicia.

—Aunque harán una corta escala de un día en La Habana —comentó Lincoln.

—¡La Habana! —exclamó Alicia ilusionada—. Llevo un siglo sin ver la ciudad.

Hércules frunció el ceño, la isla le traía muchos recuerdos desagradables. La muerte de su prometida casi veinte años antes, su degradación en el ejército y el recuerdo de Helen, la periodista que les había ayudado a descubrir las causas del hundimiento del Maine, convertían La Habana en una ciudad llena de fantasmas.

—Creo que me quedaré en el barco —dijo Hércules.

—Llevas semanas taciturno, apartándote de todos, ¿se puede saber qué es lo que te sucede? —preguntó Alicia.

—No lo sé. Me estaré haciendo viejo, ya tengo cincuenta años.

—¿Cincuenta años? Te conservas en perfecto estado, has escapado decenas de veces de la muerte —dijo Alicia.

—Creo que ésta será mi última aventura —dijo Hércules.