Escribir libros es un trabajo solitario y en ocasiones más duro de lo que parece a simple vista, por ello es de justicia agradecer a muchas personas la finalización de esta obra.
A Pedro Martín y Dolores McFarland, por la lectura paciente del manuscrito, sus aportaciones e ideas.
A mis tres editores, que apuestan en cada libro por las historias que escribo.
A la agencia Kerrigan, por vender mis libros por todo el mundo.
A mis críticos, muchas veces crueles, David Yagüe, María Covadonga Mendoza y Manel Haro.
A Paco Ignacio Taibo II, por su magistral biografía de Pancho Villa.
A la obra imperecedera de Prescott sobre México.
A los mexicanos, que nos han dado un legado imperecedero de tradición, fe y esperanza.
A mis jóvenes de la congregación Casa de Oración, que tantas alegrías me han proporcionado en estos dos años.
A mi esposa, la única fuente de mi inspiración.
A los compañeros lectores, que han recorrido conmigo estos cuatro años de aventuras y libros.
A Hércules Guzmán Fox, George Lincoln y Alicia Mantorella, que en muchos sentidos han dejado de ser personajes y se han convertido en amigos y confidentes.
Gracias.