DOS REPERTORIOS DE TÍTULOS
LOS PRIMEROS CATÁLOGOS DE BIBLIOTECA
Los poemas y los ensayos que he presentado en esta obra no representan más que una exigua parte de los textos sumerios de que actualmente disponemos, por no decir nada de las incontables tablillas que quedan todavía por desenterrar. Durante la primera mitad del segundo milenio a. de J. C. se estudiaban toda clase de obras literarias en las escuelas de Sumer. Estas obras estaban inscritas en tablillas, en prismas y en cilindros de arcilla, cuya forma y tamaño eran los apropiados a su contenido.
Como que estos diversos objetos (los libros de entonces) tenían que estar bien conservados y guardados en alguna parte, se suponía que los pedagogos y escribas los debían de tener clasificados según un orden determinado, y debían de haber establecido los correspondientes catálogos. Y, efectivamente, yo descubrí en 1942 dos repertorios de este género: uno de ellos se halla en el Louvre y el otro en el Museo de la Universidad de Filadelfia.
Este último es una tablilla minúscula, de poco menos de seis centímetros y medio de longitud por un poco más de tres centímetros y medio de anchura, y se halla en excelente estado de conservación. El escriba que la redactó consiguió inscribir los títulos de sesenta y dos obras en las dos caras, las cuales están divididas en dos columnas, y repartió las cuarenta primeras en cuatro grupos de diez títulos, separando los unos de los otros con un trazo, y las veintidós últimas en un grupo de nueve y otro de trece títulos. Actualmente conocemos, en totalidad o parcialmente, por lo menos veinticuatro de las obras a las que dichos títulos corresponden, y es muy posible que tengamos largos fragmentos de los textos de las demás, pero como que los títulos de las obras sumerias se componían de una parte de la primera línea (y, en general, de las primeras palabras de ésta), resulta imposible identificar los títulos de los poemas o de los ensayos cuyo comienzo ha desaparecido.
No debe imaginarse el lector que me ha bastado un simple vistazo para comprobar que la tablilla en cuestión era un «catálogo». Yo la había visto en un armario o vitrina del museo, y cuando me puse a estudiarla no tenía la menor idea de lo que ella pudiera contener. Supuse al principio que se trataría de un poema todavía desconocido y me empeñé en traducirlo como si se tratara de un texto continuo. A decir verdad, la extrema brevedad de sus «versos» me tenía muy asombrado y no llegaba a comprender por qué motivo el escriba había trazado aquellas líneas entre los diferentes pasajes. Tengo que confesar que no habría podido descubrir que tenía delante un «catálogo», a no ser porque el contenido de un gran número de obras sumerias se me había hecho familiar, a consecuencia de los largos años que yo había pasado reuniendo sus dispersos textos. A copia de leer y releer las frases de la pequeña tablilla, terminé por sorprenderme de su analogía con las primeras líneas de diversos poemas o ensayos que yo conocía muy bien. Hice, pues, las comprobaciones precisas y descubrí entonces que mi «poema» era, sencillamente, un catálogo de títulos.
Una vez hube descifrado la tablilla, me vino la idea de buscar a ver si habría otro documento del mismo género que no hubiese sido aún identificado como tal, entre los numerosos textos publicados por diferentes museos desde varias décadas. Estudiando los Textes religieux sumériens, editados por el Louvre, descubrí que la tablilla acotada AO 5393 (cuya copia se debe a Henri de Genoiullac, quien tomaba su texto por un himno) era también un «catálogo». Muchos de los títulos mencionados en la tablilla del Museo de la Universidad de Filadelfia figuraban allí igualmente. Hasta me pareció, a juzgar por la escritura, que las dos listas habían sido redactadas por el mismo escriba. La tablilla del Louvre se halla dividida, también, en cuatro columnas, dos en el anverso y dos en el reverso; contiene sesenta y ocho títulos, o sea, seis más que la del Museo de la Universidad de Filadelfia. De ellos, cuarenta y tres corresponden a títulos que se encuentran también en esta última, aunque no estén siempre inscritos en el mismo orden. En cambio, veinticinco títulos de la tablilla del Louvre no figuran en la de Filadelfia. De ellos, ocho designan unas obras que actualmente poseemos en gran parte. En conjunto, las dos listas mencionan treinta y dos obras que conocemos.
Es difícil saber qué reglas siguió el escriba para redactar sus catálogos, porque los cuarenta y tres títulos que son comunes a ambas listas no figuran en el mismo orden en una y otra. A priori, se podría pensar que las obras fueron clasificadas según su contenido. Pero éste es el caso únicamente de los trece últimos títulos de la tablilla del Museo de la Universidad de Filadelfia, títulos que corresponden a textos «educativos». Hay que hacer notar que en la tablilla del Louvre no figura ninguno de estos títulos.
No sabemos todavía para qué servían exactamente estos catálogos y nos vemos reducidos a hacer conjeturas. Quizás el escriba que los redactó quiso anotar los títulos de estas tablillas en el momento en que las «embalaba» en una jarra o las retiraba de ella, o acaso cuando las disponía en los estantes de la biblioteca de la «casa de las tablillas». Es posible que el orden de los títulos que figuran en los dos documentos haya sido, principalmente, función del tamaño de las tablillas. Únicamente si se hacen nuevos descubrimientos podremos resolver el problema.
Entre los títulos mencionados en los dos catálogos, algunos corresponden a obras de las que ya he hablado en los dos capítulos precedentes, y son:
1. Enenigdue («El Señor, lo que conviene»: tercer título de la tablilla del Museo de la Universidad de Filadelfia, y quizás también de la tablilla del Louvre, desgraciadamente mutilada en este lugar). Este título designa el poema mítico que yo he denominado La creación del azadón, sobre cuyas primeras líneas me he fundado para exponer, en el capítulo XIII, el concepto sumerio de la creación del mundo.
2. Enlil Sudushe («Enlil extendiéndose a lo lejos…»: quinto título de las dos listas). Designa un himno a Enlil, del cual ya he citado largos pasajes en el mismo capítulo XIII.
3. Uña («Los días de la creación»: séptimo título de los dos catálogos). Designa el poema épico Gilgamesh, Enkidu y los Infiernos (ver capítulo XXV). La palabra Uña se menciona dos veces más aún en nuestras listas. Nuestro escriba debía, pues, disponer de otras dos obras que empezaban por las mismas palabras que la precedente; pero él no juzgó necesario distinguirlas.
4. Ene Kurlutilashe («El señor hacia el País de los Vivos»: décimo título de los dos repertorios). Designa la leyenda que yo he titulado Gilgamesh y el País de los Vivos y que relata la muerte del dragón (capítulo XXIV).
5. Lukingia Ag («Los heraldos de Agga»: undécimo título de la tablilla del Museo de la Universidad de Filadelfia, pero no figura en la del Louvre). Este título sumerio (donde sólo se retiene la primera sílaba del nombre Agga) designa el poema épico Gilgamesh y Agga, del que ya he indicado el significado político en el capítulo V.
6. Hursagankibida («En la montaña del Cielo y de la Tierra»: decimoséptimo título del documento del Museo de la Universidad de Filadelfia, pero no figura en el del Louvre). En él se designa la controversia El Ganado y el Grano (ver el capítulo XIV), que nos revela el concepto sumerio de la creación del hombre.
7. Urunanam («Mirad, la ciudad»: vigésimo segundo título del documento del Museo de la Universidad de Filadelfia, pero tampoco figura en el del Louvre). Designa el himno a Nanshe (ver el capítulo XIV), de cuyo texto ya he subrayado la importancia para la historia de la ética sumeria.
8. Lugalbanda («Lugalbanda»: trigésimo nono título del documento de Filadelfia, pero tampoco figura en el del Louvre). Designa el poema épico Lugalbanda y Enmerkar (ver el capítulo XXVI).
9. Angaltakigalshe («Del Grande de las Alturas al Grande de los Abismos»: cuadragésimo primer título de la tablilla del Museo de la Universidad de Filadelfia y trigésimo cuarto título de la del Louvre). Designa el poema mítico La Bajada de Inanna a los Infiernos (Ver el capítulo XXIII).
10. Mesheamiduden («¿Dónde has ido?»: quincuagésimo título del documento de Filadelfia, pero no figura en el del Louvre). Designa la obra sobre la vida escolar de que se ha tratado en el capítulo II. Se compone de las últimas palabras de la primera línea del texto: ¿Dumu edubba uulam meshe iduden? («Estudiante: ¿dónde has ido desde tu más tierna infancia?»). Si, contrariamente a la costumbre, el escriba no ha designado esta obra por sus primeras palabras, Dumu edubba («Estudiante»), será tal vez para evitar que se la confundiera con otras que empezaban con las mismas palabras.
11. Uulengarra («En otro tiempo, el agricultor»: quincuagésimo tercer título del documento del Museo de la Universidad de Filadelfia, pero no figura en el del Louvre). Designa el ensayo que contiene las recomendaciones de un labrador a su hijo, o sea, el primer Almanaque del agricultor, del que ya he hablado en el capítulo XI.
12. Lugale u melambi nirgal (decimoctavo título de la tablilla del Louvre, pero no está mencionada en la de Filadelfia). Designa el ensayo poético sobre el sufrimiento y la sumisión, Ninurta (ver el capítulo XXIV).
13. Lulu nammah dingire («Hombre, la excelencia de los dioses»: cuadragésimo sexto título de la tablilla del Louvre, pero no figura en la del Museo de la Universidad de Filadelfia). Designa el ensayo poético sobre el sufrimiento y la sumisión del que se ha hablado en el capítulo XV.