3. Clementina

—Toda persona es única —dije—. Una gran novedad.

—Por eso busco a Clementina, mi mujer. Aunque me metan preso.

—¿Por qué van a meterlo preso?

La lluvia y el viento arreciaron con tal furor que de pronto me pregunté si no se desataría un huracán. Mi compañero silbó; después empezó a cantar:

Yo busco a mi Tinita,

la busco por Corrientes…

En ese momento me pareció loco. Para que no siguiera cantando, repetí la pregunta:

—¿Por qué van a meterle preso?

—La otra vez me salvé de la cárcel, porque me revisó un médico y me mandó al manicomio.

—¿Usted qué había hecho?

—Nada. Me acusaron de intento de violación y maltrato a menor.

—Casi nada. ¿Le gustan las jovencitas?

—No particularmente.

—¿Entonces?

—Cuando un hombre de mi edad habla con una chiquilina, piensan mal.

—¿Es tan necesario que hable con chiquilinas?

—¿Quiere que me ponga a hablar con viejas? Usted, señor, no entiende nada.

—Es posible.

—Clementina murió en 1914. Por favor, calcule mentalmente, si puede. Quince años. ¿Tiene sentido buscarla en alguien que vivía cuando ella murió?

—¿Usted cree en la reencarnación?

—Más increíble es que el alma desaparezca. Todo el mundo se da cuenta de las diferencias que hay entre alma y cuerpo. El cuerpo envejece. Peor todavía: muere.

—Y usted ¿quiere encontrar a su mujer en otra?

—En una chica de quince años justos. Ni uno más ni uno menos. Piense: ¡hay tantas! y sólo una es mi mujer, y haga de cuenta que está disfrazada. Mire si es complicado reconocerla, y también que me reconozca, ya que en el mejor de los casos empezará a recordarme como a quien fue su marido en un sueño olvidado… No estoy en situación de perder un minuto, como lo hago ahora, conversando en un auto que no camina, con un muchacho que no entiende. Me afano en algo casi imposible, pero quiero creer que si doy con ella nos reconoceremos por una revelación mutua, porque el entendimiento entre hombre y mujer es tan único a veces como las personas.

—Dijo que lo acusaron de mal trato.

—Créame, fue sólo despecho, y también una irritación difícil de reprimir si uno descubre que la persona es otra, no la que busca. El doctor Herrera en seguida comprendió.