Aquella noche rompió con Mariana. Después no la reemplazó. Como el rejuvenecimiento no llegaba (aunque notó signos alentadores), optó por retirarse, a la espera del fin. Increíblemente la situación no le resultó penosa. En eso estaba la mañana en que por no haber agua en la casa fue a los baños del club y se encontró con un amigo que le habló del doctor Sepúlveda.
—Un tipo extraordinario. Un bicho raro. ¡De una inteligencia…! Con decirte que descubrió el método para retrasarnos el reloj biológico.
—Si es una broma, te aviso que me muero de aburrimiento.
—No es una broma. Hablo por experiencia propia. Soy amigo y paciente del doctor Sepúlveda. Te doy la dirección: Paraguay 1957, planta baja. En la guía vas a encontrar el número de teléfono.
Olinden miró al consocio, movió la cabeza, pensó: «Para este resultado ni vale la pena pedir hora».
—No te cambia de un día para otro —previno el consocio—. El rejuvenecimiento es gradual.
En el transcurso de la conversación recordó quién era su amigo, cómo se llamaba, por qué, treinta o cuarenta años atrás, habían dejado de verse. Compañero en la Facultad de Letras, de lo mejorcito que había allá, Paco Anselmi se vinculó con un grupo de farristas insoportables, que practicaban el humor por medio de bromas pesadas y estúpidas.