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«A menos que una cosa pueda simbolizar otra, la ciencia y la vida cotidiana serán imposibles».

H. ALMAR, Transmutaciones (Tr. I, v, 7).

Nevers leyó:

«1. —La vida y el mundo, como visión de un hombre cualquiera: Vivimos sobre piedras y barro, entre maderas con hojas verdes, devorando fragmentos del universo que nos incluye, entre fogatas, entre fluidos, combinando resonancias, protegiendo lo pasado y lo por venir, dolorosos, térmicos, rituales, soñando que soñamos, irritados, oliendo, palpando, entre personas, en un insaciable jardín que nuestra caída abolirá.

»Visión de la física: Una opaca, una interminable extensión de protones y de electrones, irradiando en el vacío; o, tal vez (fantasma de universo) el conjunto de irradiaciones de una materia que no existe.

»Como en una criptografía, en las diferencias de los movimientos atómicos el hombre interpreta: ahí el sabor de una gota de agua de mar, ahí el viento en las oscuras casuarinas, ahí una aspereza en el metal pulido, ahí la fragancia del trébol en la hecatombe del verano, aquí tu rostro. Si hubiera un cambio en los movimientos de los átomos ese lirio sería quizá, el golpe de agua que derrumba la represa, o una manada de jirafas, o la gloria del atardecer. Un cambio en el ajuste de mis sentidos haría quizá, de los cuatro muros de esta celda la sombra del manzano del primer huerto».

«¿Cómo sabes que el pájaro que cruza el aire no es un inmenso mundo de voluptuosidad, vedado a tus cinco sentidos?».

WILLIAM BLAKE

»2. —Admitimos el mundo como lo revelan nuestros sentidos. Si fuéramos daltonianos ignoraríamos algún color. Si hubiéramos nacido ciegos ignoraríamos los colores. Hay colores ultravioletas, que no percibimos. Hay silbatos que oyen los perros, inaudibles para el hombre. Si los perros hablaran, su idioma sería tal vez pobre en indicaciones visuales, pero tendría términos para denotar matices de olores, que ignoramos. Un sentido especial advierte a los peces el cambio de las presiones del agua y la presencia de rocas u otros obstáculos profundos, cuando nadan en la noche. No entendemos la orientación de las aves migratorias, ni qué sentido atrae a las mariposas liberadas en puntos lejanos, en una vasta ciudad, y a las que une el amor. Todas las especies animales que aloja el mundo viven en mundos distintos. Si miramos a través del microscopio la realidad varía: desaparece el mundo conocido y este fragmento de materia, que para nuestro ojo es uno y está quieto, es plural, se mueve. No puede afirmarse que sea más verdadera una imagen que la otra; ambas son interpretaciones de máquinas parecidas, diversamente graduadas. Nuestro mundo es una síntesis que dan los sentidos, el microscopio da otra. Si cambiaran los sentidos cambiaría la imagen. Podemos describir el mundo como un conjunto de símbolos capaces de expresar cualquier cosa; con sólo alterar la graduación de nuestros sentidos, leeremos otra palabra en ese alfabeto natural.

»3. —Las células nerviosas del hombre son diversas, de acuerdo a la diversidad de los sentidos. Pero hay animales que ven, que huelen, que palpan, que oyen, por un solo órgano. Todo empieza en la evolución de una célula. A noir, E blanc, I rouge… no es una afirmación absurda; es una respuesta improvisada. La correspondencia entre los sonidos y los colores existe. La unidad esencial de los sentidos y de las imágenes, representaciones de datos, existe, y es una alquimia capaz de convertir el dolor en goce y los muros de la cárcel en planicies de libertad.

»4. —Los muros de la cárcel en planicies de libertad:

»Esta cárcel en donde escribo, estas hojas de papel, solamente son cárcel y hojas para una determinada graduación sensorial (la del hombre). Si cambio esta graduación, esto será un caos en donde todo, según ciertas reglas, podrá imaginarse, o crearse.

»Aclaración:

»Vemos a la distancia un determinado rectángulo, y creemos ver (y sabemos que es) una torre cilíndrica. William James afirma que el mundo se nos presenta como un indeterminado flujo, una especie de corriente compacta, una vasta inundación donde no hay personas ni objetos, sino confusamente, olores, colores, sonidos, contactos, dolores, temperaturas… La esencia de la actividad mental consiste en cortar y separar aquello que es un todo continuo, y agruparlo, utilitariamente, en objetos, personas, animales, vegetales… Como literales sujetos de James, mis pacientes se enfrentarán con esa renovada mole, y en ella tendrán que remodelar el mundo. Volverán a dar significado al conjunto de símbolos. La vida, las preferencias, mi dirección, presidirán esa busca de objetos perdidos, de los objetos que ellos mismos inventarán en el caos.

»5. —Si los pacientes, después de transformados, enfrentaran libremente el mundo, la interpretación que darían a cada objeto escaparía a mi previsión. Hay tal vez, un orden en el universo; hay, ciertamente, un orden en mis operaciones… Pero ignoro si me alcanza la vida para investigar el criterio de interpretación.

»Un punto capital era, pues, enfrentar a los pacientes con una realidad que no abundara en elementos. Enumérese una habitación corriente: sillas, mesas, camas, cortinas, alfombras, lámparas… Ya la interpretación de una silla me pareció un problema agotador.

»Mientras pensaba en esto, comenté: sería un sarcasmo devolverles la libertad en sus propias celdas. Muy pronto me convencí de que había dado con la solución de mis dificultades. Las celdas son cámaras desnudas y para los transformados pueden ser los jardines de la más ilimitada libertad.

»Pensé: para los pacientes, las celdas deben parecer lugares bellos y deseables. No pueden ser las casas natales, porque mis hombres no verán la infinidad de objetos que había en ellas, por la misma razón, no pueden ser una gran ciudad. Pueden ser una isla. La fábula de Robinson es una de las primeras costumbres de la ilusión humana y ya Los trabajos y los días recogieron la tradición de las Islas Felices: tan antiguas son en el sueño de los hombres.

»Luego, mis problemas fueron: preparar las celdas de modo que los pacientes las percibieran y las vivieran como islas; preparar a los pacientes de modo que exhumaran una isla del tumultuoso conjunto de colores, de formas y de perspectivas, que serían, para ellos, las celdas. En estas interpretaciones podía influir la vida de cada sujeto. Como yo haría en cada uno cambios iguales, y como les presentaría realidades iguales, para evitar desagradables sorpresas en las interpretaciones, me convenía elegir hombres cuyas vidas no fueran muy disímiles. Pero son tantas las circunstancias y las combinaciones, que buscar vidas no muy disímiles posiblemente es una indagación vana; sin embargo, el hecho de que todos los pacientes hubieran pasado más de diez años, los últimos, en la cárcel común, me pareció promisorio.

»Consideré, también, que si los dos o tres meses anteriores a la operación, los dedicaba a preparar, a educar a los pacientes, el riesgo de interpretaciones inesperadas disminuiría. Desperté en mis hombres la esperanza de libertad, les reemplacé el anhelo de volver al hogar y a las ciudad por el antiguo sueño de la isla solitaria. Como niños, diariamente me pedían que les repitiera la descripción de esa isla donde serían felices. Llegaron a imaginarlo vívidamente, obsesivamente».

Nota de Nevers: Hablé con Favre y con Deloge durante ese período preparatorio. Sin duda les ordenó que no hablaran con nadie para que mantuvieran pura la obsesión, y para evitar, en la gente de afuera, conclusiones desconfiadas y erróneas (como las mías).

»6. —Programa: operar en el cerebro y a lo largo de los nervios. Operar en los tejidos (epidermis, ojo, etc.). Operar en el sistema locomotor.

»Reduje la velocidad de sus movimientos; fueron más penosos. Al recorrer la celda debían hacer el esfuerzo de recorrer una isla».

Nota de Nevers: Esto explica la rigidez del Cura, cuando lo alzamos para llevarlo al escritorio.

»Para protegerlos de los ruidos, que podrían comunicar una realidad contradictoria (la nuestra) combiné el oído con el tacto. La persona u objeto productor de sonido debe tocar al paciente para que éste oiga».

Nota de Nevers: Por eso Castel no me oía; por eso a veces oían a Dreyfus, y a veces no; por eso me oyó el Cura cuando lo llevábamos al escritorio.

»Estas combinaciones de sentidos suelen producirse en estados patológicos, y, aun, en estados de salud. Las más frecuentes son las síntesis de sensaciones auditivas con sensaciones cromáticas (de nuevo: A noir, E blanc…) o de sensaciones auditivas o cromáticas con sensaciones gustativas.

»Les modifiqué el sistema visual. Ven como por lentes de larga vista puestos al revés. La superficie de una celda puede parecerles una pequeña isla.

»Para que desaparecieran (visualmente) las paredes de las celdas, era indispensable cambiar en mis hombres el sistema dimensional. Copio un párrafo del tratado de la doctora Pelcari: «Hay partes de la membrana del ojo especialmente sensibles a cada color; hay células que analizan los colores; otras combinan las sensaciones cromáticas y las luminosas; las neuronas del centro de la retina permiten apreciar el espacio; el sistema cromático y el sistema dimensional tienen su punto de partida en el ojo, en células originalmente idénticas y luego diversificadas». Sobre este punto véase también a Suárez de Mendoza, Marinesco, Douney. Resolví el problema combinando las células cromáticas con las espaciales. En mis pacientes, las células sensibles a los colores perciben el espacio. Los tres colores esenciales dieron las tres dimensiones: el azul el ancho, el amarillo el largo, el rojo el alto.

Nota de Nevers: ¿Un daltoniano estaría en un mundo bidimensional? ¿Un daltoniano puro, que sólo ve un color, en un mundo unidimensional?

»Una pared vertical, pintada de azul y de amarillo, aparecería como una playa, con ligeros toques rojos, como un mar (el rojo daría la altura de las olas).

»Con diversas combinaciones de los tres colores organicé, en las celdas, la topografía de las islas. En un segundo período preparatorio, inmediatamente posterior a la operación, confronté a los pacientes con esas combinaciones. Ellos nacían, de nuevo, al mundo. Debían aprender a interpretarlo. Los guié para que vieran aquí una colina, aquí un mar, aquí un brazo de agua, aquí una playa, aquí unas rocas, aquí un bosque…

»Mis pacientes perdieron la facultad de ver los colores como colores.

»Combiné la vista con el oído. Los otros hombres oyen, más o menos bien, a través de un cuerpo sólido. Los transformados ven a través de un cuerpo sólido y opaco. Con esto perfeccioné la abolición visual de los límites de la celda.

»La primera de mis operaciones determinó una imprevista asociación de nervio táctiles, visuales y auditivos; como consecuencia, el paciente pudo tocar a distancia (como oímos a distancia y a través de sólidos; como vemos a distancia a través de sólidos transparentes).

»Por falta de tiempo para comparar y resolver no introduje cambios en mis operaciones; repetí siempre la primera: todos mis pacientes gozan de esa facultad, quizá benéfica, de tocar a distancia».

Notas de Nevers: 1) Esto explica las tenues presiones, como de manos blandas, en mi nuca. 2) Al tocar a través de una pared, ¿la sienten dolorosamente, o como nosotros sentimos un gas o un líquido, o no la sienten? Aunque para oír requieren la excitación de los centros táctiles, supongo que, de algún modo, están anestesiados; si no lo estuvieran, la vista y el tacto les darían informaciones contradictorias.

»7. —Visión panorámica del hombre que está en la isla, o celda, central: bordeando la isla, las playas (franja amarilla y azul, casi totalmente desprovista de rojo) luego, los brazos del mar (las paredes) luego, las otras islas, con su poblador, y sus playas; luego, hasta el horizonte, islas rodeadas por brazos de mar (las anteriores, reflejadas en los espejos de las paredes periféricas).

»Visión de los pobladores de las islas periféricas: por tres lados ven las otra islas; por los espejos, su propia isla, las otras y las que reflejan los espejos de las otras».

Nota de Nevers: El piso del patio está pintado como las paredes de la celda central. Esto explica el temor de ahogarse, expresado por el Cura. Castel rodeó las islas por este mar aparente, para que los transformados no emprendieran viajes a regiones de imprevisible interpretación. Los espejos de las celdas periféricas proponen imágenes conocidas, que alejan los inconjeturables fondos del patio).

»8. —Otra posibilidad: Cambiar las emociones (como las cambian los tónicos o el opio). El mundo logrado se hubiera parecido a la borrachera, al cielo o al amor: intensidades incompatibles con la inteligencia.

»Otra, para curar dementes: cambiarles la percepción de la realidad, de modo que se ajuste a su locura.

»Otra, para investigadores futuros: En hombres cuya personalidad y memoria son horribles, transformar, no meramente la percepción del mundo, sino también la del yo; lograr por cambios en los sentidos y por una adecuada preparación psicológica, la interrupción del ser y el nacimiento de un nuevo individuo en el anterior. Pero, como el deseo de inmortalidad es, casi siempre, de inmortalidad personal, no intenté la experiencia.

»El mundo…».

(Aquí se interrumpen las notas de Castel).

NOTAS DE NEVERS:

Sospecho que para evitar interpretaciones imprevisibles, Castel resolvió que se hablara, se alimentara, se lavara, a los transformados, cuando duermen (cumplir órdenes y aun tener breves diálogos sin despertarse, es una fácil costumbre, espontánea en muchos adultos y en casi todos los niños).

Alteración de las horas de vigilia y de sueño: Convenía que las celdas no tuvieran techo; convenía que la luz diurna alcanzara a los transformados. La interpretación del cielo hubiera sido un problema arduo. El cambio de horas obvia estas dificultades.

Los animales de la isla del Diablo: Recuerdo el caballo viejo que Favre creía loco. No reconocía el pasto. Sin duda fue uno de los primeros transformados de Castel; sin duda, los animales que tenía Castel en la isla del Diablo —todos locos, según Favre— sirvieron para experimentos.

Transformación de Castel: Sin mayor dificultad habrá visto las celdas como islas y las manchas como playas, mares o colinas: durante meses pensó unas como representaciones de las otras (cuando concibió la pintura de las celdas; cuando la ejecutó; cuando preparó a los transformados).

En mi opinión, el gobernador estaba seguro de participar del sueño de las islas, que infundió en otros; pero de perder para siempre nuestra visión de la realidad, tuvo, miedo; en algún momento tuvo miedo. Por eso repetía las letras y quería dibujarlas; por eso trataba de recordar que la lanza (un papel amarillo; es decir, una mancha amarilla; es decir, la longitud) era, también, un papel; de recordar que la medalla (un lápiz azul; es decir, una mancha azul; es decir, una anchura) era, también un lápiz; de recordar que las temibles aguas quietas que lo rodeaban eran, también, cemento.

En cuanto a su enigmática aseveración de que ya no sentiría dolores, sino que oiría, para siempre, el principio del primer movimiento de la Sinfonía en m menor, de Brahms, veo sólo una explicación posible: que el gobernador haya logrado, o intentado, transmutar las sensaciones de su dolor en sensaciones auditivas. Pero como ningún dolor se presenta siempre en la misma forma, nunca sabremos qué música está oyendo Castel.

¿Cómo se ven, unos a otros, los transformados? Tal vez como barajadas y móviles perspectivas, sin ninguna similitud con la forma humana; más probablemente, como hombres (al mirar sus propios cuerpos encuentran las mismas perspectivas que ven en los demás; no es imposible que esas perspectivas tomen, para ellos, la forma humana, como otras tomaron la forma de islas, de colinas, de mares, de playas; pero tampoco es imposible que las perspectivas —vistas, meramente, como tales— sean la única imagen humana que ellos ahora conocen).

El Cura no vio hombres; vio monstruos. Se encontró en una isla, y él, en una isla, en el Pacífico, había tenido su más vívida experiencia, el sueño horrendo que era la clave de su alma: en la locura del sol, del hambre y de la sed, había visto a las gaviotas que lo acosaban y a sus compañeros de agonía, como un solo monstruo, ramificado y fragmentario.

Esto explica el cuadro vivo, el lentísimo ballet, las posturas relativas de los transformados. Se veían a través de las paredes. El Cura los acechaba. En estas Islas Felices el Cura había encontrado su isla de náufrago, había emprendido su delirio central, la cacería de monstruos.

Tocaban a distancia y a través de las paredes. El Cura los estranguló. Se vieron ceñidos con las manos del Cura y, por asociación de ideas, padecieron estrangulación. Toda fantasía es real para quien cree en ella.

En mi nuca la presión de sus manos fue suave. Mis movimientos eran rápidos para él; no le di tiempo…

Hasta en Dreyfus y en mí (que no estábamos pintados) vio monstruos. Si se hubiera visto a sí mismo, quizá no hubiese interpretado como monstruos a los demás. Pero era présbita, y sin anteojos no veía su propio cuerpo. ¿Por qué repetía Castel los monstruos somos hombres? ¿Porque se lo había repetido al Cura tratando de convencerlo? ¿O porque él mismo había temido, para cuando estuviera en su archipiélago, verse rodeado de monstruos?

De Julien, uno de los «enfermos» de la isla del Diablo, no hallé rastros. Como todos los descubrimientos, la invención de Castel exige, exigirá víctimas. No importa. Ni siquiera importa a dónde se llegue. Importa el exaltado, y tranquilo, y alegre, trabajo de la inteligencia.

Amanece. He oído, creo, un disparo. Me asomaré. Después vuelvo…

Estas líneas son las últimas que escribió Nevers.