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Se preguntó qué motivos habría tenido Dreyfus para matar a Deloge. Sin embargo, el mismo Dreyfus le había pedido que no fuera a la isla Real. ¿Lo había hecho para despistar? ¿O para que impidiera el crimen, porque era un maniático, y mataba cuando estaba solo? Pero hasta hoy Dreyfus estuvo solo con los enfermos

Salieron de la celda y la cerraron con llave. Guardó la llave. En el escritorio, Dreyfus abrió la caja de hierro; sacó un manojo de llaves; explicó, sin vacilaciones, a dónde correspondía cada una. Estaban todas. Nevers las guardó.

Mojado y lastimoso, Dreyfus lo seguía con humildad de perro. Nevers lo juzgó inofensivo; pero no le permitió ir a cambiarse. Se dijo que tenía una minuciosa responsabilidad y que Dreyfus era todavía el único sospechoso.

Se hallaba ante un creciente conjunto de misterios. ¿Eran independientes entre sí? ¿O estaban vinculados, formaban un sistema, tal vez todavía incompleto? Quiso consultar las instrucciones del gobernador. Dreyfus quiso ver a los enfermos, fueron a verlos. Nevers, para justificar este plural, alega el temor de que Dreyfus huyera o matara a alguien.

Adoptó, nuevamente, la hipótesis de que Dreyfus era el organizador de todo, consideró los fundamentos de las sospechas contra él y se encontró más seguro que nunca de su inocencia. Deseó fraternizar, confesar las sospechas que había tenido, para que Dreyfus se las disculpara, y poder enfrentar juntos los misterios. Postergó esa necesidad del alma; sabía que lo prudente era ser reservado hasta el fin. Al otro día llegaría Xavier, y él le haría una imparcial declaración de los hechos; si no llegaba Xavier, se embarcaría en la Bellerophon y declararía ante las autoridades de Cayena. Entonces recordó que Dreyfus lo había traído en el bote, y que la Bellerophon estaba en la isla Real.