Para mejor comprensión de los hechos increíbles que narraré, y para que el lector imagine claramente la primera y ya fantástica visión que tuvo Nevers de los «enfermos», describiré la parte del pabellón que éstos ocupaban. En el centro, en el piso bajo, hay un patio abierto; en el centro del patio, una construcción cuadrangular, que antiguamente contenía cuatro celdas iguales. Dreyfus me informa que el gobernador hizo derribar las paredes interiores de esa construcción —escribe Nevers—. Después ordenó levantarlas como están ahora: determinaron cuatro celdas desiguales, de forma escandalosamente anormal. Qué se proponía el gobernador con esos cambios es un misterio que no he averiguado.
Lo curioso es que lo averiguó. Esta inconsistencia, ¿delata una incapacidad de ver sintéticamente sus pensamientos? ¿O, más bien, que Nevers nunca releyó esa última carta? El caprichoso propósito de Castel era(como el lector podrá apreciarlo en el plano que agrego a este capítulo) que cada una de las cuatro celdas tuviera una pared contigua con las tres restantes.
Las celdas no tienen techo; se vigilan desde arriba. Antes, los pasadizos o galerías que salen de la terraza y atraviesan todo el patio, se cruzaban sobre las celdas. Castel suprimió la parte de las galerías que había sobre las celdas, y ensanchó el canto superior de las paredes, de modo que sirviera de camino para los carceleros; Nevers observa: no tienen barandas y las paredes son muy altas; las galerías de antes debían de ser más seguras.
Unas lonas permiten cubrir las celdas y todo el patio; por orden de Castel se ponían las lonas en caso de lluvia.
Una de las celdas es interior. Si tuviera que encerrarme en una de ellas —escribe Nevers— elegiría ésa. Por lo menos estaría libre del caliente horror de los espejos. Alude, con su habitual dramatismo, a los grandes y baratos espejos que hay en las otras celdas. Cubren, del lado de adentro, todas la paredes que dan al patio.