23 de febrero.
Nevers recorrió las islas Real y San José (en su carta del 23, me dice: Todavía no encontré una excusa para presentarme en la isla del Diablo).
Las islas Real y San José no tendrán más de tres kilómetros cuadrados cada una; la del Diablo es un poco menor. Según Dreyfus, había, en total, unos setecientos cincuenta pobladores: cinco en la isla del Diablo (el gobernador, el secretario del gobernador y tres presos políticos) cuatrocientos en la isla Real, algo más de trescientos cuarenta en la de San José. Las principales construcciones están en la isla Real: la administración, el faro, el hospital, los talleres y depósitos, el «galpón colorado». En la isla San José hay un campamento rodeado por un muro, y un edificio, «el castillo», compuesto de tres pabellones: dos para condenados a reclusión solitaria y uno para locos. En la isla del Diablo hay un edificio con azoteas, que parece nuevo, algunas cabañas con techo de paja, y una torre decrépita.
Los presidiarios no están obligados a ejecutar ningún trabajo; casi todo el día vagan libremente las islas (con excepción de los recluidos en el «castillo», que no salen nunca). Vio a los recluidos: en celdas diminutas, mojadas, solitarios, con un banco y un trapo, oyendo el ruido del mar y la incesante gritería de los locos, extenuándose para escribir con las uñas un nombre, un número, en las paredes, ya imbéciles. Vio a los locos: desnudos, entre restos de legumbres, aullando.
Volvió a la isla Real; recorrió el galpón colorado. Tenía fama de ser el lugar más corrompido y sangriento de la colonia. Los carceleros y los presidiarios esperaban su visita. Todo estaba en orden, en una suciedad y miseria inolvidables, Nevers comenta con desaforado sentimentalismo.
Tembló al entrar en el hospital. Era un sitio casi agradable. Vio menos enfermos que en el «castillo» y que en el galpón colorado. Preguntó por el médico:
—¿Médico? Hace tiempo que no tenemos —dijo un carcelero—. El gobernador y el secretario atienden a los enfermos.
Aunque sólo consiga la enemistad del gobernador, escribe, trataré de ayudar a los presidiarios. Luego ensaya esta oscura reflexión: al obrar así me haré cómplice de la existencia de prisiones. Añade que evitará todo lo que pueda postergar su regreso a Francia.