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Al despertar me encontré de nuevo en el cuartito blanco.

Paula me dijo que me apurara con el informe, porque mañana la cambian de piso.

Cuando le pregunté si podía contar con ella para una nueva tentativa de fuga, contestó con vaguedades. No la culpo. La pobre sabe lo que le espera al que se opone a estos médicos.

Como Ceferina me ha dicho más de una vez, a mí los desplantes me pierden.

Estoy seguro de que la persona que habló por el teléfono interno con Samaniego, mientras yo estaba en el despacho, es la chica de la Plaza Irlanda. Cuando Samaniego le repitió «No tema. Es irreversible», evidentemente le prometía que no la iba a sacar del cuerpo de Diana. De cualquier modo, si yo no me hubiera enojado, a lo mejor lo persuadía de pasarla al cuerpo de la otra, y a mi señora al que le corresponde. A lo mejor todavía no es tarde.