27

A la noche me desvelé de nuevo, a la madrugada oí el gallo de Aldini y a la mañana, cuando llegué a tomar el mate, el chico se había ido a la escuela y tuve que aguantar las pullas de Adriana María.

—Menos mal —dijo— que su mujercita no le quita el sueño.

¿Qué sabemos del prójimo? Nada.

A la tarde vino el capataz de la fábrica, pagó lo convenido y retiró el reloj.

Parece increíble: a cierta hora no pude contenerme y me largué a mi habitual recorrida por el Frenopático y por la escuela. Porque uno siempre tropieza con los mismos vagos, en la calle Estomba lo encontré al Gordo Picardo.

—¿Qué haces por acá? —me dijo. Para desconcertarlo pregunté:

—¿Cambiaste de parada?

—Yo que vos —aconsejó Picardo— no buscaría líos con el alemán. Es un mal tipo.

—¿Qué líos voy a buscar?

Con la mayor displicencia me contestó:

—Vos me entendés.

A toda velocidad inventé una historia para explicar mi aparición en la calle Estomba.

—No me creerás —dije, porque uno deja ver lo que piensa— pero se me ocurrió esperar a mi señora con una sorpresa.

—No digas —comentó, como si no me creyera—. ¿Qué sorpresa?

—Un perro, es claro —dije—. Mi señora siempre deseó un perro. Es una cosa bien sabida. Preguntale a cualquiera que la conozca. Ahora le voy a dar el gusto.

Picardo sonreía y me miraba. Hablando en un tono solemne, que debió intimidarlo, dije:

—Quiero que vuelva a casa por la puerta grande.

Masculló:

—No has de tenerte mucha fe, si te reforzás con un perro. Me hice el que no oía. Le pregunté:

—¿Qué decís?

—¿De dónde sacás la plata?

—De acá. —Me palpé la cartera. Después agregué, como quien se da importancia—. Me trajeron en compostura el reloj de la fábrica Lorenzutti.

Por un momento lo confundí, pero reaccionó.

—En vez de invertir en perros —me dijo— pagame lo que me debés.

—No te debo nada.

—Ochenta boletos que te jugué.

—Te dije hasta el cansancio que no juego.

—No me hagás eso y no lo digás a gritos. El doctor está muy bien impresionado porque te vendí la boleteada. Si me pagás con la ganancia ¿a vos qué te importa?

Últimamente Picardo se ha vuelto muy tesonero.