Los mismos y MARY.
MARY:
Señora… señor…
SRA. SMITH:
¿Qué desea?
SR. SMITH:
¿Qué viene a hacer aquí?
MARY:
Que la señora y el señor me disculpen… y también estas señoras y señores… Yo desearía… yo desearía… contarles también una anécdota.
SRA. MARTIN:
¿Qué dice esa mujer?
SR. MARTIN:
Creo que la criada de nuestros amigos se ha vuelto loca. Quiere relatar también una anécdota.
EL BOMBERO:
¿Por quién se toma? (La mira.) ¡Oh!
SRA. SMITH:
¿Quién la mete en lo que no le importa?
SR. SMITH:
Éste no es verdaderamente su lugar, Mary.
EL BOMBERO:
¡Oh, es ella! No es posible.
SR. SMITH:
¿Y usted?
MARY:
¡No es posible! ¿Aquí?
SRA. SMITH:
¿Qué quiere decir todo eso?
SR. SMITH:
¿Son ustedes amigos?
EL BOMBERO:
¡Vaya si lo somos!
MARY se arroja al cuello del BOMBERO.
MARY:
¡Me alegro de volverlo a ver… por fin!
SR. y SRA. SMITH:
¡Oh!
SR. SMITH:
Esto es demasiado fuerte aquí, en nuestra casa, en los suburbios de Londres.
SRA. SMITH:
¡No es decoroso!
EL BOMBERO:
Es ella quien extinguió mis primeros fuegos.
MARY:
Yo soy su chorrillo de agua.
SR. MARTIN:
Si es así… queridos amigos… esos sentimientos son explicables, humanos, respetables…
SRA. MARTIN:
Todo lo humano es respetable.
SRA. SMITH:
De todos modos no me gusta verla aquí, entre nosotros…
SR. SMITH:
No tiene la educación necesaria.
EL BOMBERO:
Tienen ustedes demasiados prejuicios.
SRA. MARTIN:
Yo creo que una criada, en resumidas cuentas, y aunque ello no me incumbe, es siempre una criada.
SR. MARTIN:
Aunque a veces pueda actuar como un detective bastante bueno.
EL BOMBERO:
Suéltame.
MARY:
No te preocupes. No son tan malos como parecen.
SR. SMITH:
Hum… hum… Son conmovedores ustedes dos, pero también un poco… un poco…
SR. MARTIN:
Sí, ésa es la palabra.
SR. SMITH:
… un poco excesivamente llamativos.
SR. MARTIN:
Hay un pudor británico, y discúlpenme que una vez más precise mi pensamiento, que no comprenden los extranjeros, ni siquiera los especialistas, y gracias al cual, para expresarme así… en fin, no lo digo por ustedes.
MARY:
Yo desearía referirles…
SR. SMITH:
No refiera nada…
MARY:
¡Oh, sí!
SRA. SMITH:
Vaya, mi pequeña Mary, vaya donosamente a la cocina a leer sus poemas ante el espejo…
SR. MARTIN:
¡Toma! Sin ser criada, yo también leo poemas ante el espejo.
SRA. MARTIN:
Esta mañana, cuando te miraste en el espejo, no te viste.
SR. MARTIN:
Es porque todavía no estaba allí.
MARY:
De todos modos, quizá podría recitarles un poemita.
SRA. SMITH:
Mi pequeña Mary, es usted espantosamente obstinada.
MARY:
¿Convenimos, entonces, en que les voy a recitar un poema? Es un poema que se titula «El fuego», en honor del capitán.
EL FUEGO
Los policandros brillaban en el bosque
Una piedra se incendió
El castillo se incendió
El bosque se incendió
Los pájaros se incendiaron
Las mujeres se incendiaron
Los pájaros se incendiaron
Los peces se incendiaron
El agua se incendió
El cielo se incendió
La ceniza se incendió
El humo se incendió
El fuego se incendió
Todo se incendió
Se incendió, se incendió.
Recita el poema mientras los SMITH la empujan fuera de la habitación.