Eunapio narró con mucha imaginación una presunta vida de Jámblico de Calcis (c. 250 c. 325). Sabemos que fue discípulo de Porfirio, quien lo distinguió; sabemos que fue maestro de neoplatonismo en Siria, donde estudiaron junto a él Teodoro de Asine, Dessipo, Sopatro, Eufrasio, Edesio, Eustacio. Su obra fundamental fue un vasto comentario sobre la doctrina pitagórica, diez libros de los que conservamos cinco. En su minuciosa Biblioteca, Focio informa de la extraña derivación que imprimió al neoplatonismo: munido de tradiciones caldeas, se inclinó hacia la salvación por los ritos, propugnó un misticismo mágico y se le enredó la salvación de las almas en una sospechosa subestimación de la sabiduría. Se propuso encabezar una fuerte reacción místico mágica contra la difusión del cristianismo y se lo llamó el «Nuevo Asclepio». De sus sueños de redención nada quedó en pie; pero en De mysteriis aegiptorum (si es que en verdad le pertenece) observó que en el hombre se dan los sueños «divinos» en un estado medio entre el dormir y la vigilia, y que es por ello que es dado oír la voz del que sueña: esa voz que se torna misteriosa (que se distorsiona) como extrañas se tornan las imágenes percibidas.
Rodericus Bartius, Los que son números y los que no lo son (1964).