El Espejo de Viento-y-Luna

En un año, las dolencias de Kia Yui se agravaron. La imagen de la inaccesible señora Fénix gastaba sus días; las pesadillas y el insomnio, sus noches.

Una tarde un mendigo taoísta pedía limosna por la calle y proclamaba que podía curar las enfermedades del alma. Kia Yui lo hizo llamar. Dijo el mendigo: «Con medicinas no se cura su mal. Tengo algo que lo sanará si se atiene a mis indicaciones.» Sacó de la manga un espejo bruñido de ambos lados que tenía una inscripción: Precioso Espejo de Viento y Luna. Agregó el mendigo: «Este espejo viene del Palacio del Hada del Terrible Despertar y tiene la virtud de curar los males causados por los vientos impuros. Pero guárdese de mirar el reverso. Mañana volveré por el espejo y a felicitarlo por su mejoría.» No quiso aceptar las monedas que le ofrecieron.

Kia Yui miró el anverso del espejo, tal como le había sido indicado, y lo arrojó con espanto. El espejo reflejaba su calavera. Maldijo del mendigo y quiso mirar el reverso. Desde el fondo, la Señora Fénix, espléndidamente vestida, le hacía señas. Kia Yui se sintió arrebatado y atravesó el metal y cumplió el acto de amor. Fénix lo acompañó a la salida. Cuando Kia Yui se despertó, el espejo estaba al revés y le mostraba de nuevo la calavera. Agotado por las delicias del lado falaz del espejo, Kia Yui no resistió a la tentación de mirarlo una vez más. La señora Fénix hacía señas y él penetró de nuevo y satisficieron su amor. Esto ocurrió unas cuantas veces. La última, dos hombres lo apresaron al salir y lo encadenaron. «Los seguiré», murmuró, «pero déjenme llevar el espejo». Fueron sus últimas palabras. Lo hallaron muerto, sobre la sábana manchada.

Tsao Hsue King, Sueño del aposento rojo (c.1754).