«¡Entre mí y mí, qué diferencia!»

Hacia el año 400 el hijo de Mónica y obispo de Hipona, Aurelius Augustinus, conocido después por San Agustín, redactó sus Confesiones. No pudo disimular su asombro ante las deformaciones y excesos que asaltan en los sueños al varón que, durante la vigilia, se atiene a su concepción ético-filosófica y a la doctrina cristiana. «No por mí, sino en mí ha ocurrido», dice. «¡Entre mí y mí, qué diferencia!» Y el obispo da gracias a Dios por no ser responsable del contenido de sus sueños. La verdad, sólo un santo puede quedar tranquilo de saberse irresponsable.

Rodericus Bartius, Los que son números y los que no (1964).