El escritor latino del siglo V Ambrosio Teodosio Macrobio, autor de Las saturnales, escribió un difundido Comentario a El sueño de Escipión, capítulo VI de La República de Cicerón, donde se hace la recomendación del sistema de gobierno que imperaba en Roma en la primera mitad del siglo I a. C. y se describe una cosmogonía de origen platónico y pitagórico. Macrobio alerta sobre los sueños comunes o de entrecasa, eco de la vida cotidiana —el amor, la comida, los amigos, los enemigos, el vestir, el dinero—, a los que no vale interpretar: carecen del soplo divino que anima a los grandes sueños. En el siglo XIII, Albert von Bollstädt (? 1280), más conocido por San Alberto Magno, inició la conciliación escolástica entre la filosofía griega y la cristiana, y tuvo por discípulo en París a Tomás de Aquino. En su tratado Del alma coincide con Macrobio sobre la vanidad de los sueños menores y la excelsitud de los que están animados por un soplo divino. Alberto fue gran viajero, se interesó por las propiedades de los minerales, de los elementos, de los animales y de los meteoros, y, por su Tratado de la alquimia, logró rodearse de un tufillo de magia. No obstante, llegó a ser obispo de Ratisbona, dignidad a la que renunció para reiniciar sus viajes. No vio cumplido el sueño de todo maestro: ser superado en el tiempo (ya que no en el saber) por su mejor discípulo. Y a la muerte del de Aquino (1274), volvió a París para exaltar su doctrina.
Rodericus Bartius, Los que son números y los que no lo son (1964).