Había en Damasco un discípulo de nombre Ananías, a quien el Señor dijo en visión: «Ve y busca en casa de Judas a Saulo de Tarso, que está orando.» Contestó Ananías: «Señor, he oído que este hombre ha hecho muchos males a tus santos en Jerusalén, y que viene con poder para prender a todos cuantos te invocan.» Dijo el Señor: «Ve, porque éste es para mi vaso de elección, para que lleve mi nombre ante las naciones y los reyes y los hijos de Israel. Yo le mostraré cuánto habrá de padecer por mi nombre.» En tanto, vio Saulo en visión que un hombre llamado Ananías llegaba y le imponía las manos para que recobrase la vista. Entró en esto Ananías y le impuso las manos y le dijo: «Hermano Saulo, Jesús, que se te apareció en el camino que traías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.» Saulo recobró la vista y fue bautizado.
Hechos de los apóstoles, 9, 10-18.