Agradecimientos

Debo agradecer su ayuda y apoyo a tantas personas que titubeo a la hora de empezar, por temor a olvidarme de alguien. John Harland respondió a todas mis preguntas con su habitual amabilidad, claridad y celeridad, no tengo palabras suficientes para agradecer su ayuda. Liza Verity, del Museo Marítimo Nacional de Greenwich, hizo lo propio y me sugirió lecturas cuando me encontré varado. Tito Benady respondió con suma amabilidad a todas mis preguntas acerca de la Gibraltar histórica, y Lyman Coleman, cura castrense de las Fuerzas Armadas Canadienses, se convirtió en mi fuente de información en cuanto a doctrina, me sugirió algunos libros y me ayudó mucho. Como siempre, debo dar las gracias a mis estupendos agentes, Howard Morhaim, en Nueva York, y Caspian Denis, en Londres, al igual que a la incansable Katie Menick. A mis editores Alex Clarke y Rachel Kahan, por todo su apoyo. Al profesor John McErlean, cuyos escritos sobre la campaña corsa me condujeron a los diarios de sir John Moore. Querría expresar mi agradecimiento a los bibliotecarios de la Biblioteca Británica y del Museo Marítimo Nacional. A diario ponen su saber enciclopédico a disposición de los estudiosos, y en ocasiones ayudan incluso a un esforzado novelista. Caspian Dennis me prestó su nombre para un personaje que no resultó ser tal como había esperado que fuera. El teniente Caspian Saint-Denis no guarda el menor parecido con mi agente inglés, aparte de lo que concierne al antropónimo. Gracias a todo el personal de Grind por proporcionarme inspiración líquida cada mañana.

Debido a cuestiones de producción, la preciosa ilustración de la Themis, obra de John McKay, apareció en Bajo bandera enemiga, pero no puede decirse lo mismo del agradecimiento que quise dedicarle en mi anterior libro, así que discúlpame, John. Encima del escritorio tengo una versión a tamaño grande de ella, y es un placer contemplarla a diario.

Por último debo agradecer a mi esposa, Karen, y a Brendan, mi hijo, toda su comprensión y apoyo durante el proceso de escritura tanto de este como de otros libros. Su aliento y optimismo son tan inquebrantables como el amor que siento por ambos.