8

El dos de enero siempre era un día sosegado en la librería. La gente estaba muy cansada para salir o se había gastado demasiado dinero en los regalos de las fiestas como para pensar en comprar libros. Patrick y yo nos entreteníamos con uno de nuestros juegos. Uno elegía dos personajes literarios, y el otro tenía que decidir con cuál estaría dispuesto a casarse. Jugábamos durante horas, a veces soltando risotadas cuando las elecciones eran poco agradables.

—Darcy o Gatsby —dijo Patrick.

—Oh, venga. ¿No puedes buscar algo mejor? —me burlé—. Está claro, Darcy.

—No comprendo por qué a las mujeres os gusta tanto. Es tan convencional… Gatsby, por el contrario, tiene estilo.

—No es convencional. ¡Es tímido! —insistí.

—Mira, ahí viene alguien. —Patrick señaló con los ojos hacia el escaparate.

Estaban empezando a caer gotitas de lluvia sobre la acera. Una chica atractiva con pelo castaño rojizo bien peinado y un jersey con un monograma bordado miraba los libros del escaparate.

—Romántica —dijo Patrick.

Meneé la cabeza y propuse:

—Suspense.

La campanilla sonó, y la chica entró en la tienda.

—Feliz año nuevo —dijo Patrick.

—Vaya, gracias. Feliz año nuevo —contestó. Hablaba con brío y una cadencia elocuente.

—¿Podemos ayudarte a encontrar algo? —pregunté.

—Sí, busco un libro para mi padre. —Abrió su bolso y rebuscó en su interior—. Estoy segura de que metí aquí el papelito.

Se puso a vaciar el contenido de su bolso en el mostrador.

—Ay, qué apuro.

—Bueno, seguro que podemos encontrar algo de tu gusto —dijo Patrick, soltando el anzuelo—. ¿Igual una novela romántica, como Lo que el viento se llevó?

La muchacha hizo una mueca de disgusto.

—No, gracias. No es lo que me va. No tengo nada contra Lo que el viento se llevó, eso que quede claro. De hecho, la autora estudió en mi facultad, sería un sacrilegio si no me cayera bien.

—¿Margaret Mitchell? —dije—. ¿Dónde estudias?

—Estoy en mi primer año en Smith. ¡Oh! Aquí está. —Desdobló un trocito de papel—. Fabulosa Nueva Orleans.

—De Lyle Saxon —asintió Patrick—. Ahora te lo traigo. La sección sobre Luisiana está ahí delante.

El Smith College, en Northampton, Massachusetts. Había leído sobre ese sitio en la biblioteca. Formaba parte de las universidades llamadas «Siete Hermanas» y, junto con Vassar y Radcliffe, se consideraba uno de los centros para mujeres más prestigiosos del país. Y, al contrario que en Luisiana, en Massachusetts no había segregación.

La muchacha observó la librería y aspiró hondo.

—Este olor, me encanta. ¿A ti no?

—Sí —convine.

—Qué suerte tenéis de trabajar aquí. Yo podría vivir en un sitio así.

—De hecho, yo vivo aquí —dije.

—¿En serio? ¿Dónde? —preguntó.

—En un apartamento que hay encima.

—¿Tienes tu propio apartamento? —La chica me miró con una mezcla de asombro e intriga—. Perdonadme, estoy siendo muy maleducada. —Ofreció su mano a Patrick—. Charlotte Gates.

Patrick sonrió ante su presentación fría y formal.

—Patrick Marlowe.

—Marlowe. Sí, claro. El dueño de la librería.

La muchacha llevaba perlas cultivadas bajo el cuello blanco y redondo de su blusa. Era sofisticada, aunque poseía un puntito de descaro por lo general ausente en los recién llegados a Nueva Orleans.

—Charlotte Gates —dijo, ofreciéndome su mano.

Tras pensármelo, contesté:

—Josephine Moraine.

Patrick soltó una tosecita y lo fulminé con la mirada.

—Josephine, qué nombre más bonito. Siempre me encantó ese nombre, desde que leí Mujercitas. Adoraba a Josephine March. Oh, pero no te cortes ese pelo tan bonito que tienes como hizo Jo March. El tuyo es precioso. Ojalá me quedara el pelo así de estiloso, peinado con raya a un lado. Es lo que se lleva ahora, ya sabes.

—Jo… quiero decir, Josephine siempre se ha peinado con raya a un lado —dijo Patrick, conteniendo una sonrisa.

Charlotte asintió mirando a Patrick.

—Hay personas que nacen con estilo. Está claro que Josephine es una de ellas.

Esta mujer con pedigrí de la zona alta y que iba a una universidad de élite acababa de soltarme un cumplido sincero. Abrí la boca para decir algo, pero la volví a cerrar. No sabía qué decir ni cómo reaccionar. Por fortuna, Charlotte Gates siguió divagando:

—Estudio Literatura Inglesa, pero aun así no me canso de leer. Trabajar en un sitio como este sería el paraíso.

—Por supuesto, esto es el paraíso —comentó burlón Patrick.

Charlotte sonrió.

—Josephine, los hombres no lo entienden, ¿verdad?

—Para nada —corroboré—. Por ejemplo, Patrick acaba de preguntarme si me casaría con Gatsby o con el señor Darcy.

—¡No! ¿En serio? ¿Quién se quedaría con Gatsby pudiendo elegir a Darcy? —Charlotte comprendió el juego y me preguntó—: Josephine, ¿Ethan Frome o Gilbert Blythe de Ana, la de Tejas Verdes?

—Oh, Ethan Frome —respondí sin dudarlo.

—Por lástima —dijo Charlotte, con un gesto de comprensión.

—Un poco —acepté—. Pero Ethan Frome poseía una intensidad oculta, algo latente que esperaba ser descubierto. Y ese escenario frío y oscuro del invierno en Nueva Inglaterra. Me parecía hermoso.

Charlotte se iba animando.

—La novela transcurría en Massachusetts, ya sabes. Y ahora mismo está igual de frío y nevado.

—Suena encantador —comenté, y lo decía de verdad.

Patrick entornó los ojos.

—Entonces, quizá Josephine debería pensar en ir a estudiar a Smith —dijo con una risita—. Parece que no le interesan mucho las universidades de Luisiana.

—Déjalo —murmuré.

—¿Estás buscando universidad? —preguntó Charlotte, apoyándose en el mostrador—. Oh, Josephine, piensa en serio lo de ir a Smith. Tiene un pasado literario maravilloso. Además de Margaret Mitchell, hay un talento prometedor, Madeleine L’Engle, que se licenció en Smith.

—¿Smith? Bueno, no sé —dije.

—¿Por qué no? Se ve que eres una mujer dotada, prácticamente llevas un negocio de libros y vives sola en una ciudad única y decadente como Nueva Orleans. Con tantos personajes excéntricos, no me puedo imaginar lo que habrás vivido aquí —dijo, guiñando el ojo, y continuó—: En Smith también tenemos gente interesante. Yo estoy en un grupo nuevo en el campus, los Estudiantes Progresistas. Promovemos oportunidades para las minorías y para la mujer. Igual has oído hablar de esa fraternidad de Amherst que fue disuelta por admitir a un negro. Escribimos a nuestro congresista y organizamos manifestaciones de protesta.

Había oído hablar del tema. Cokie me enseñó el artículo en el periódico. Varias universidades del Este apoyaron la decisión de la dirección de Fi-Psi de invitar a un negro en su fraternidad. Smith fue una de ellas. Me alegré muchísimo, pero no podía hablar de esas cosas con la mayoría de las mujeres del Sur.

Charlotte se acercó a mí por encima del mostrador y me dijo en un susurro:

—Deja que te confiese una cosa, no tengo ningún interés en dedicarme a hacer patrones. ¿Todos esos libritos sobre servidumbre doméstica? ¡A la basura con ellos!

Patrick estalló en risas y me señaló:

—Ella intentó convencer a mi padre para que no vendiera esos panfletos en la tienda.

—Pues por supuesto —dijo Charlotte—. ¡Es una mujer moderna! Josephine, deberías considerar en serio lo de venirte a Smith. Deja que te mande información.

Charlotte anotó la dirección de la librería y habló sin parar sobre Smith, el campus, los profesores y sobre cómo estaba segura de que seríamos uña y carne si yo fuese a Northampton. Charlotte era miembro de los clubes de esgrima y de vuelo de Smith, e incluso tenía su licencia de piloto. Charlamos durante una hora hasta que tuvo que regresar al hotel con sus padres.

—Sé que es un poco precipitado —dijo—, pero mis tíos organizan una recepción esta noche en honor a mis padres. Viven en la zona alta. Me encantaría que vinierais los dos.

—¿En la zona alta? —solté.

—Oh, sí. Ya sé, son ridículamente estirados. Pero venid, nos echaremos unas buenas risas a su costa. ¡Venid, anda!

¿Yo? ¿En una fiesta del barrio rico? Me quedé boquiabierta.

—Seguro, nos encantaría —dijo Patrick, entregando a Charlotte el libro que había comprado para su padre—. Danos la dirección.

Mientras Charlotte la garabateaba en un papel, Patrick me hizo un gesto para que cerrara la boca.

—¡Nos vemos esta noche!

Charlotte salió apresurada de la tienda, y nos sonrió saludándonos desde la calle mojada.

—¿Estás loco? ¿Una fiesta en la zona alta? —dije.

—¿Por qué no? Creo que tú eres la loca aquí, Jooosephine —se burló Patrick—. ¿Desde cuándo?

—Bueno, Josie es casi un diminutivo de Josephine, y Josephine suena mucho más… no sé.

Josie sonaba como un apodo barato. ¿Por qué Madre no me puso Josephine?

—Parece que te has echado una nueva amiga —dijo Patrick—. Me gusta. Es lista.

Charlotte era lista. Sabía incluso pilotar un avión. También era ingeniosa y divertida. Y se diría que yo le caía bien de verdad. De hecho, parecía impresionada conmigo. Una punzada de felicidad rebotó en mi pecho. Charlotte vivía en la otra punta del país. No conocía a mi madre, ni a Willie, no sabía quién era yo ni de dónde venía.

—Seguro que te ha puesto los dientes largos con Smith.

—Sí. Suena maravilloso, ¿verdad? Quién sabe, igual me gustaría ir a Smith —le dije a Patrick.

—Sí, bueno, a mí me gustaría ir a la Juilliard School, pero no creo que eso vaya a suceder. Pero, mientras tanto, qué buena idea tuviste al peinarte con raya al lado.

Hice una bola con un papel y se la tiré.