Harry Bosch casi rio, pero estaba demasiado asombrado para hacer nada salvo negar con la cabeza. Rachel Walling le estaba diciendo que Cliff Maxwell era el cómplice de Alicia Kent en el asesinato.
—No puedo creerlo —dijo finalmente—. Hace cuatro horas he tenido al asesino esposado en el suelo aquí mismo.
Rachel parecía mortificada al darse cuenta de que el asesinato de Stanley Kent era un trabajo interno y que el robo del cesio no era nada más que una maniobra de distracción muy bien concebida.
—¿Ahora ves el resto? —preguntó Bosch—. ¿Sabes cómo lo pensaban hacer? El marido está muerto y Cliff empieza a venir por compasión y porque está en el caso. Empiezan a salir, se enamoran y nadie levanta una ceja. Todavía están intentando buscar a Moby y El-Fayed.
—¿Y si alguna vez cogemos a esos tipos? —dijo Walling, retomando la historia—. Podrían negar ser parte de esto hasta que Osama bin Laden se muera de viejo en una cueva, pero ¿quién iba a creerles? No hay nada más ingenioso que involucrar a terroristas en un crimen que no cometieron. No pueden defenderse.
Bosch asintió.
—Un crimen perfecto —dijo—. La única razón de que saltara es que Digoberto Gonzalves vio ese contenedor. Sin él todavía estaríamos persiguiendo a Moby y El-Fayed, pensando que usaron la casa de Samir como piso franco.
—Entonces, ¿qué hacemos ahora, Bosch?
Bosch se encogió de hombros, pero enseguida respondió:
—Diría que montemos una ratonera clásica. Los ponemos en dos salas, hacemos sonar la campana y les decimos que el primero en hablar se queda con el trato. Yo apostaría por Alicia. Se quebrará y lo entregará, probablemente lo culpará de todo, dirá que ella estaba actuando bajo su influencia y control.
—Algo me dice que tienes razón. Y la verdad es que no creo que Maxwell sea lo bastante listo para concebir esto. Trabajé con… —Su móvil empezó a sonar. Ella lo sacó del bolsillo y miró la pantalla—. Es Jack.
—Averigua dónde está Maxwell.
Walling contestó la llamada y primero respondió algunas preguntas respecto al estado de Bosch, diciéndole a Brenner que estaba bien, pero que se estaba quedando afónico por el dolor de garganta. Bosch se levantó a buscar otra botella de agua, pero escuchó desde la cocina. Walling, como si tal cosa, llevó la conversación hacia Maxwell.
—Eh, por cierto, ¿dónde está Cliff? Quería hablar con él por ese asunto con Bosch en el pasillo. No me gustó lo que…
Walling se calló y escuchó la respuesta, y Bosch vio que los ojos de la agente inmediatamente se ponían alerta. Algo iba mal.
—¿Cuándo ha sido eso? —preguntó ella.
Walling escuchó otra vez y se levantó.
—Escucha, Jack, he de colgar. Creo que están a punto de dar de alta a Bosch. Te llamaré en cuanto termine aquí. —Cerró el teléfono y miró a Bosch.
—¿Qué ha dicho?
—Ha dicho que había demasiados agentes en la escena de recuperación del cesio. Han venido casi todos los del centro y estaban esperando al equipo de radiación. Así que Maxwell se presentó voluntario para recoger al testigo en el Mark Twain. Nadie había llegado allí, porque yo desvié al equipo de recogida original.
—¿Iba solo?
—Eso es lo que ha dicho Jack.
—¿Hace cuánto tiempo?
—Media hora.
—Va a matarlo.
Bosch empezó a dirigirse rápidamente hacia la puerta.