Intentando destejer, desenmarañar, desenredar y ensamblar el pasado y el futuro.

Intentando destejer, desenmarañar, desenredar y ensamblar el pasado y el futuro.

T. S. ELIOT,

Cuatro cuartetos

Museo Imperial de la Guerra, Londres, 7 de mayo de 1995

Colin se quedó sentado en la réplica del refugio con Binnie. No oía el efecto sonoro de las sirenas ni veía los fogonazos rojos. Lo único que hacía era intentar asimilar lo que Binnie acababa de decirle.

Eileen había muerto. Llevaba ocho años muerta. Eso implicaba que Polly había fallecido en diciembre de 1943.

Había un cartel en el muro, detrás de Binnie, en el que aparecían un ama de casa, una enfermera y un vigilante de la ARP. «Puedes ganar la batalla», ponía.

«Yo no la gané —pensó, aturdido—. Llegué tarde. Eileen lleva casi una década muerta. No fui capaz de rescatarla. Ni fui capaz de rescatar a Polly.»

—Lo siento muchísimo —dijo Binnie—. Debería habérselo dicho enseguida. Fue de un cáncer.

Un cáncer del que podría haberse curado fácilmente si hubiera vuelto a Oxford, el lugar al que pertenecía. Del que podría curarse todavía si conseguía regresar al pasado y sacarla a tiempo. Si estaba sola en el momento de su muerte, aún podría…

—¿Murió en el hospital? —le preguntó—. ¿Había alguien con ella?

—Claro. Todos nosotros.

Eso significaba que no había modo de rescatarla en el último momento, que no había modo de sacarla en una ambulancia robada para devolverla a Oxford. Se hundió en el banco, al lado de Binnie, y apoyó la frente en las manos.

—Fuimos todos a despedirnos —dijo Binnie—. Murió pacíficamente.

«Pacíficamente» —pensó amargamente—. «Morir atrapada en el pasado como antes hizo Polly, esperando en vano a que la rescataran. Aunque seguramente Eileen había dejado de esperar y de tener esperanza mucho antes de su muerte.»

—Lo siento mucho.

—Es una lástima —dijo Binnie, con un gesto de asentimiento—. Le habría encantado volver a verte. Pero al menos te encontramos. —Le sonrió—. Cuando no encontraste a mamá, temimos que algo hubiera salido mal. Al menos yo lo temía. Alf, sin embargo, dijo que teníamos que haberte encontrado porque, si no, tú no podrías haber venido a recoger a Polly…

—¿A recogerla? —La agarró de los hombros—. ¿De qué hablas?

—De cuando viniste a recuperarlos por el portal.

—Pero si acabas de decir que no pude encontrar a Eileen.

—Yo no he dicho eso —repuso ella, sorprendida—. Me refería a que no la has encontrado ahora, no a que no lo hicieras antes.

—¿Encontré a Eileen y a Polly?

Binnie asintió.

—Y al señor Dunworthy.

—¿Al señor Dunworthy? ¿Estaba vivo?

Binnie volvió a asentir.

—Polly lo encontró en San Pablo.

—Estaba vivo —murmuró Colin. Le costaba asimilarlo—. Yo creía que había muerto. Los periódicos publicaron la noticia de su muerte.

—No murió. Solo lo hirieron.

—Y yo… ¿pude venir para sacarlos?

Ella asintió.

De haber tenido éxito, sin embargo, Eileen no hubiera seguido allí. No habría muerto todavía intentando encontrarlo.

—¿Qué pasó? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta—. Llegué demasiado tarde para sacarlos, ¿verdad?