8

Y allí estábamos, rebotando en una burbuja, de fosforescente y elástica pared en fosforescente y elástica pared. Rodando como chicos en un henar, unos chicos disgustados. Las celdas de antaño eran otra cosa, con sus barrotes y sus cerraduras. Al menos un héroe incomprendido tiene su oportunidad. Alguna puta con un corazón de oro te trae una lima escondida dentro de un pastel de chocolate. Un guardia se muestra orgulloso de su nuevo reloj de pulsera y te lo enseña, y entonces lo agarras de la muñeca y él grita "¡Oh!, qué dolor" y suelta las llaves.

Yo pensaba que Chca iba a aprovechar la ocasión para cometer su asalto criminal sobre el Piel Roja, pero se limitó a reconfortarlo, murmurarle cosas y escuchar sus gruñidos.

También estaba escuchando otras cosas, y tomé nota mental de preguntarle qué era lo que escuchaba. Por el momento estaba también preocupado por Natoma que estaría preocupada por mí, pero tenía confianza en mi zulú favorito. Puede tranquilizar al mundo entero.

Casi siento vergüenza de admitir que no me sentía del todo a disgusto en la burbuja. Era un poco como volver a la matriz, flotando sin preocupaciones ni conflictos, y quizá incluso me transformara en un salvador hermafrodita. Aunque no había muchas posibilidades.

Estaba suspendido, pero no congelado. Tengo que admirar a los criminalistas que han inventado el concepto. ¿Quieres mantener a los perpetradores en chirona? Euforízalos, y adiós limas en pasteles de chocolate y relojes de pulsera. Y también héroes.

Ignoro cuanto tiempo transcurrió. El hambre ya no es un reloj en nuestros días, todo el mundo traga cuando le parece. Poulos estaba arriba (o abajo) en la burbuja, sonriendo ante sus propios pensamientos y tarareando una canción de borrachos. Creo que me adormecí un poco, pero el sueño tampoco es un reloj en nuestros días, por las mismas razones. Vivimos veinticuatro horas de cada veinticuatro, el viejo tiempo 2/4 ha dejado paso al 4/4.

Desgraciadamente, la burbuja estaba aislada tan sólo parcialmente, ya que "Goniff-69" estaba con nosotros. Quizá a propósito. Era la escena típica: "Goniff-seis-nueve de la Central Fagan. KCB. Leucemia Lavalier, que se ha convertido en una estrella sexy en "La Necrófila Agíl", se halla ahora en posesión de un precioso carbunclo estrella-roja. RJ3. Está armada. Corto. Goníff-seis-nueve a Fagan. JR-5. ¿Eres 9XY? "Código 6". Y los goniffs se van en su pogo para raptar a la estrella-roja mientras Leucemia carga un caflón y su enfermizo hijo sufre una operación de urgencia de la A and P a manos del gentil Marcus Brutus, doctor en frenología, que trabaja como un negro todas las noches como ayudante de lavaplatos en el shopping center. Huau.

No sé cuanto tiempo después, aparté el capullo que envolvía a Sequoia para tener una conversación con ella.

—¿Qué ocurre con Adivina, Chca?

—Nada, Guig. Nada.

—Chca.

—N.

—Ha cambiado, y ambos lo sabemos. ¿Por qué?

—No lo sé.

—¿Sigue siendo tu chico?

—S.

—¿Es el mismo chico?

—A veces.

—¿Y el resto de las veces?

Agitó la cabeza lenta, reluctantemente.

—Entonces, ¿qué ha ocurrido?

—¿Cómo puedo saberlo?

—Tus orejas, Chca. Oyes cosas que nadie más puede oír. Lo has estado escuchando todo a nuestro alrededor. ¿Qué es lo que has oído?

—El no está conectado.

—Y tu no me estás contestando.

—Le quiero, Guig.

—¿Y?

—No estés celoso.

—Querida Chca, te quiero y siempre he deseado lo mejor para ti. Te has convertido en una gran dama y me siento orgulloso de ti porque eres mi única hija, la única. Supongo que sabes que los del Grupo no podemos tener descendencia. Es uno de los precios que hay que pagar.

—Oh… —su rostro se contrajo, al borde de las lágrimas.

—Sí, comprendo. Tendrás que tenerlo en cuenta.

—Pero yo…

—No —dije firmemente—. No ahora. Sé una gran dama y concéntrate en Sequoia. ¿Qué le ha ocurrido?

Tras una larga pausa, susurró:

—No debemos hacer ruido, Guig.

—¿S.? ¿Pq.?

—Estamos a salvo por ahora; está durmiendo.

—¿A salvo de qué?

—Escucha. Cuando Lucy Borgia lo mató en el complejo de la Extrocomputadora…

—Lo recuerdo. Dolorosamente.

—Todo su cerebro, cada una de sus células nerviosas, quedó desconectado. Aislado. Una isla.

—Pero cuando sus sinapsis se reconectaron, volvió a la vida.

Asintió.

—¿Cuántas células hay en el cerebro, Guig?

—No lo sé. Cien mil millones, quizá.

—¿Y cuantos bits hay en una Extrocomputadora?

—La misma respuesta. No lo sé. Pero creo que esas jodidas máquinas deben tener centenares de miles de millones.

Asintió.

—Si. Bien. Cuando él murió, cuando cada célula nerviosa quedó aislada, los bits de la Extro afluyeron al Jefe. Cada bit tomó posesión de una célula cerebral. Así que él es la Extro, y la Extro es el Jefe. Esta es la otra persona o cosa que oímos hablar a través de él.

—No vayas tan aprisa, Chca. Esto es difícil de pescar.

—Y todas las demás máquinas electrónicas pueden hablar a la Extro a través de él y oírla a través de él. Es por eso por lo que tenemos que ir con cuidado. Forman una red, y transmiten constantemente todo lo que saben de nosotros. Incluso tal vez nuestros pensamientos.

—¿A la Extro?

—S.

—¿A través del Jefe?

—S. Es como una consola central.

—¿Estás segura?

—N. Tienes que comprender, Guig. Vivo en un cruce constante de transmisiones. Oigo desde el fondo del espectro hasta la cima. Algunas bandas me llegan fuertes y claras, otras son vagas y distorsionadas. Tan sólo llego a captar algunos fragmentos disociados de lo que ocurre con el Jefe, meros bits de información. No, no estoy segura.

—Entiendo. Sigues siendo imprescindible, como siempre, Chca. Gracias.

—Si soy tan imprescindible como dices, ¿por qué no me ayudaste contra los guardias?

Hubiéramos podido ganarles.

—Quizá. Te lo explicaré en otra ocasión, en algún otro lugar. Sin C. Ahora ocúpate otra vez de Sequoia, amor. Necesito pensar un poco sobre todo esto. —Y fue entonces cuando pensé en lo que he dicho más arriba acerca de Adivina poseído por un demonio. Pero estaba equivocado. Lo puse en términos de pasión. Y no hay pasión en una computadora, tan sólo hay fría lógica, si está cuidadosamente programada. Pero el nudo crucial de todo aquello era: Si Chca tenía razón y la Extro había tomado realmente posesión de Adivina, sin tener en cuenta todas las demás máquinas electrónicas del mundo, ¿cuál iba a ser el resultado de aquel comensalismo, o colaboración, o simbiosis, o más probablemente de aquel parasitismo? ¿Quién se alimentaba de quién? Aquélla era una cuestión a la que de momento no podía responder.

Un segmento de la burbuja se abrió y entró un guardia, empujando un flotador con comida.

—Mini —dijo alegremente. En nuestros días las comidas son llamadas Mini, Semi, Demi, Grandi y Midi—. Venid y tomad, seres despreciables, antes de que el Consejo os tome por su cuenta. Los condenados comen cosas sabrosas antes de la ejecución.

De pronto me di cuenta de que estaba hablando en XX°, y entonces supe que era Houdini.

—¡Harry! —exclamé.

Me guiñó un ojo.

—Cómete esto. Déjame lo demás a mí.

—¿Pero cómo has conseguido llegar hasta aquí?

—Bueno, recibí tu mensaje, y he venido.

—¿Qué mensaje? ¿Cuál mensaje?

—Luego. Ahora haz comer al escalpador. No puedo tirar de un hombre desfallecido.

Salió, y el segmento se cerró. Houdini es un artista de las fugas, y tiene un contrato con el sindicato del crimen (generación tras generación) desde que el crimen se sindicó. Si quieren saber cómo se las apañó Wu Tao-tzu, pregúntenle a Houdini. Wu era el mejor pintor de su época. Creó un tremendo mural para una pared del Palacio Imperial en Pekín.

Cuando mostró su obra ante la corte, avanzó hasta la pared, abrió una puerta pintada en el mural, y desapareció, y nunca más volvió a vérsele. Este es el estilo de Harry.

—No deseo morir —dije—. Soy demasiado joven para morir. —Y empecé a comer.

Poulos se me unió.

—¿Sabes, Guig?, hubiéramos podido comernos también las paredes de la burbuja si hubiéramos querido salir. ¿Qué hay en esa jarra?

—Yo diría que es borgoña.

—Ah, no. Es argentino. Trapiche viejo. Muy bueno, pero sin gran distinción.

—¿Cómo lo sabes?

—Los viñedos son míos. Muchacho, convence al doctor Adivina de que beba un poco de vino y coma un poco de este paté de carne. Necesita recuperar sus fuerzas. Guig, nunca he estado de acuerdo contigo cuando pretendes que hay una cierta relación entre el genio y la epilepsia. Yo mismo sufro del petit mal, ya sabes, momentáneos bloqueos mentales, pero esto no prueba tu teoría. No me considero una persona brillante. ¿Estás de acuerdo? ¿Cuál es tu opinión sincera de mi?

—Brillante y poco usual.

—¡Puah! Tu dorer la pilule.

La cosa estaba adquiriendo un giro ridículo. Es realmente absurdo intentar convencer a un tipo que posee una cuarta parte del mundo de que es brillante y poco usual. La mayor parte de los miembros del Grupo están bien situados, gracias al tiempo y a los consejos del Griego, pero ¡una cuarta parte del mundo! Intenté un ataque por el flanco. Grité:

—¡Chca, querida, ven y come algo!

Se unió a nosotros junto al flotador.

—Voy a contarte una pequeña historia acerca de la transformación de un miembro del Grupo —le dije—. Hace mucho tiempo, encabezó una rebelión campesina en Capadocia.

El Sindicato se envaró ligeramente, pero eso fue todo. Su control es magnífico.

—La revolución degeneró, y se cometieron algunos abusos. El no podía hacer nada por detenerlo. Cuando finalmente la rebelión fue aplastada y él fue capturado, los nobles imaginaron una muerte ingeniosa para él. Lo sentaron en un trono calentado al rojo, y le pusieron una corona calentada al rojo, y colocaron entre sus manos un cetro calentado al rojo. Soportó soberbiamente la tortura.

Chca se estremeció.

—¿Qué fue lo que lo salvó?

—Uno de esos terremotos turcos que aún siguen matando a centenares de personas.

Aquél derrumbó el castillo, y cuando él volvió en si bajo los escombros no podía creer que aún estuviera vivo. Estaba debajo de los cadáveres de los nobles, y sus cuerpos lo habían protegido del derrumbe de las paredes.

Chca no es una tonta. Contempló a Poulos admirativamente.

—Eres el hombre más notable del mundo —dijo.

—¿He marcado un tanto, Griego? —pregunté.

Se encogió de hombros.

—Pero la tortura —dijo Chca—. ¿No sufrió danos? ¿No le quedaron señales?

—Por supuesto que si —contestó el Sindicato—. Durante mucho tiempo nadie podía mirarme sin sentir deseos de vomitar. Esa es otra razón de que me volviera un jugador.

Casi siempre se juega de noche, y en aquellos tiempos las casas se iluminaban con velas.

También se dice que di nacimiento a la leyenda de Drácula. Me llamaban el conde Drakon.

Drakon en griego significa serpiente, así que ya puedes imaginar.

—Pero ahora te ves estupendamente.

—Injertos de carne y prótesis de huesos, querida, cortesía de la gran Lucy Borgia. Quizá te divierta saber que el propio Len da Vinci presidió la reconstrucción. Decía que nunca hay que confiar en un médico para asuntos de estética. Borgia nunca se lo ha perdonado.

Cinco guardias penetraron en la burbuja, terribles en sus trajes neutros de color blanco que les hacían parecerse al Abominable Hombre de las Nieves. Su capitán hizo un gesto y cuatro de ellos se desnudaron, revelando a unos polis perfectamente inocuos.

—Vamos —nos ordenó Harry. Nos metimos en los trajes neutros. No hice ninguna pregunta. Uno no le hace preguntas a Wu Tao-tzu. Salimos, y Harry cerró la burbuja tras él.

—Vamos.

—¿Dónde? —preguntó la voz del Jefe.

—Al heli.

—No. Primero a la cápsula.

—¿Eres Adivina?

—Soy Adivina.

—Guig, ¿dónde estás?

—¿Debo hacerle caso?

—Si es realizable, haz lo que dice.

—Todo es realizable. OK. Vamos, tras Harry nos conducía, haciendo los correctos gestos de código en los puntos de control, un Abominable Hombre de las Nieves se apretó contra mi y tomó mi mano.

—Tengo miedo, Guig.

—Yo también, pero suéltame. La U-Con no contrata guardias maricas.

Cuando llegamos al teatro del aterrizaje sufrimos un shock. La U-Con había instalado una pantalla vibradora frente a las dobles puertas. No querían correr riesgos. Leucemia Lavalier hubiera podido utilizar mejor esto que un cañón para proteger su carbunclo rojo-estrella.

—Es un nuevo modelo —dijo Harry.

—¿Cómo lo sabes?

—Nunca antes había visto este diseño muaré.

—¿No puedes forzarla?

—Por supuesto, pero necesito tiempo para estudiarla, y por ahora no tenemos tiempo. ¿Qué hacemos?

—Largarnos —dije yo—, si sabes cómo sacarnos de aquí. Oh, salimos sin ningún problema, haciendo las señales correctas y diciendo las palabras del código adecuadas a cada punto de control. No es que quiera rebajar la ingeniosidad de Harry, pero apostaría a que se gasta un millón al año untando a las fuerzas de seguridad de todo el mundo, para cuando lo necesite. A esto se le llama preparación. A esto se le llama un trabajo de profesional.

Helicamos hasta mi ex-casa, desembarazándonos por el camino de nuestros trajes neutros, y Jimmy Valentine nos estaba esperando. También estaba mi mujercita, completamente desnuda y pintada de la cabeza a los pies con un Picasso (período azul). M'bantu me dirigió una embarazada sonrisa.

—Es el dernier crí, Guig —me dijo—. Y definitivamente es lo más cuerdo que hay en nuestra época.

—Gracias al cielo que el Jefe está demasiado débil para reaccionar —dije yo.

Cuando terminé de demostrarle mi cariño a Natoma, ésta se dirigió hacia Chca y Sequoia, aparentemente preocupada. Me giré a Valentine.

—¿Qué haces tú aquí, Jimmy? Me atrevería a decir que llegas en el momento preciso en que más te necesitamos.

—Bueno, yo estaba haciendo un trabajo en Vancouver cuando recibí tu mensaje.

Jimmy, como supongo habrán adivinado por su sobrenombre, es un artista del escalo y la fractura desde hace siglos. Como la mayor parte de sus compañeros, es un hombre discreto y anónimo, y cuando habla lo hace con sordino. Es también un hombre de honor.

Nunca ha ejercido sus talentos sobre las posesiones del Grupo.

—Chca, Natoma, meted al Jefe en la cama. M'b, intenta localizar a Borgia y tráela Harry, Jimmy, necesito poner algo en claro. ¿Quién os ha enviado un mensaje?

—Tú.

—¿Cómo?

—Por radex.

—¿Qué es lo que decía?

—Que necesitabas una ayuda especial.

—¿Especifiqué que tipo de especialidad?

—El mío decía que estabas atrapado en la U-Con y que querías entrar —dijo Jimmy.

—Os estoy muy reconocido y agradecido por vuestra ayuda —dije—, pero también estoy muy perplejo. Nunca os he enviado estos mensajes.

Los dos profs me ignoraron.

—¿Qué hay que fracturar? —le preguntó Jimmy a Harry.

—Una pantalla vibradora. Nunca antes he visto ninguna como ésa.

—¿Linear? ¿Reticulada? ¿Luvre?

—No. Muaré.

—Uh-u. Es el nuevo modelo Mosler K-12-FK. Hace pocos meses que ha salido.

—¿Puedes fracturarla?

—Naturalmente. Uno sólo tiene que manipular su inductancia y su vatiaje. Unos veinte minutos. He traído conmigo mis instrumentos, así que voy a mostrártelo.

—¿Cómo puedes estar seguro de que funcionará? —pregunté.

Valentine pareció apenado.

—Nunca serás un buen chapucero, Guig. Compré una muaré el primer día que salió al mercado, y me pasé varias semanas localizando sus puntos débiles. Ahora estoy con Mosler, fracturando una y otra vez su pantalla mientras él intenta por todos los medios hacer su modelo invulnerable. Es por eso por lo que estaba en Vancouver.

A eso se le llama preparación. A eso se le llama técnica profesional. ¿Pero quién había enviado aquellos mensajes a los especialistas del Grupo? No me digan nada. Ya lo sabía, pero aún no estaba preparado para hacerle frente a la realidad.

Un completo extraño vestido con una bata de laboratorio se proyectó dentro de la casa sin avisar. Unos modales terriblemente malos.

—No regret for intrusión —dijo en espang—. Emergencia, man. ¿Doctor Adivina aquí?

—¿Quién es usted?

—Union Carbide.

—Explique su problema.

—Entro máquina, man. Está como loca.

—¿Ahora?

—N. No ahora. Hace diez horas back. Loooo-ca. Buscar Adivina por todo. Preguntarle what pasa. ¿Maybe poder venir? ¿Maybe poder arreglar?

—Poder arreglar. Pero no ahora. Le avisaremos. Espere fuera. Out.

Se deslizó por sobre el suelo retrocediendo, y desapareció.

Poulos dijo, en tono casual:

—El doctor Adivina sufrió su crisis hace exactamente diez horas.

—¿Qué sabes tú de eso, Griego?

—Tan sólo lo que la chica te susurró. Tengo un oído muy fino.

—Entonces Adivina afecta a la Extro tanto como ella lo afecta a él.

—Has llegado a la conclusión correcta.

—Fue Extro quien envió los mensajes a Harry y a Valentine.

—Puedes estar seguro. Vía la red electrónica.

—¿Crees que ahora nos estará escuchando?

—Es probable. Quizá tanto las palabras como los pensamientos.

—Estamos conectados.

—En una nueva forma, sí, en tanto que el doctor Adivina esté consciente y en posesión de sus sentidos. Sin embargo, él no es el único que está ayudando a la computadora.

—¿Qué?

—El Grupo tiene una vendetta en sus manos: una guerra privada.

—Por el amor de Dios, Poulos. ¿Quién? ¿Qué? ¿Cómo?

—No lo sé. Imagino que se trata de otro miembro del Grupo.

—¿Qué infiernos estás diciendo?

—Lo que oyes. Hay un Homol renegado.

—¡Imposible!

—Nada es imposible.

—¿Un Homol volviéndose contra los de su clase?

—Uno o una. Si. ¿Qué tiene de sorprendente? El Grupo ha tenido siempre sus envidias y sus venganzas. Esto es tan sólo un caso más.

—¿Cómo has llegado a esta conclusión?

—Los falsos mensajes a Houdini y Valentine.

—Han sido emitidos por la Extro.

—Exacto, pero ¿cómo sabia ella de su existencia y de sus talentos? ¿Cómo sabía dónde tenía que ir a buscarlos?

—Bueno, podía… esto… No, tienes razón. Entonces es el Jefe quien tiene que habérselo dicho.

—¿Usando cuáles datos? Es miembro del Grupo desde hace tan sólo una semana. Ha conocido o ha oído hablar tan sólo de media docena de nosotros como máximo; ciertamente no de Houdini ni de Valentine. Es materialmente imposible que haya tenido la información necesaria para transmitir a la Extro.

—¡Dios mío! ¡Dios mío! Creo que tienes razón. Tiene que ser unos de nosotros. ¿Pero qué te hace pensar que está contra nosotros?

—Porque se ha unido a Extro, que ha demostrado ser hostil a nosotros.

—¡Dios bendito! Un renegado.

—Y el más poderoso enemigo, con un número enorme de años y una gran experiencia. A la medida de cualquiera de nosotros.

—¿Tienes alguna idea de quién puede ser?

—Absolutamente ninguna.

—¿Y sus motivaciones?

—El odio, por una u otra razón.

—¿Hacia todos nosotros o solamente hacia algunos?

—Es imposible saberlo.

—¿Cómo se comunica con la Extro?

—No hay nada más sencillo. Toma el teléfono que encuentres más cerca y habla a través de él. La red transmitirá el mensaje a la Extro, teniendo en cuenta que la consola central es consciente.

—Esto puede llegar a ser un desastre para el Grupo, Poulos. Estoy a punto de echar a correr.

—Oh, vamos, Guig. Esto es un monumental y fascinante desafío, el primero que tenemos desde hace muchos años.

—Por supuesto, pero ¿qué podemos hacer?

—Largarnos a Ceres. No echando a correr, sino tan sólo para garantizar la seguridad de Adivina y de su cápsula. Luego, volver a la lucha.

Harry y Jimmy ni siquiera nos escuchaban. Estaban enfrascados en una intensa conversación profesional con palabras tales como vatios, amperios, magahertzs, frecuencias, inductancias. En mi pasado los bribones hablaban de nitroglicerina y de taladros con punta de diamante. El progreso. Se callaron cuando Poulos y yo terminamos de hablar, y nos miraron.

—¿Cuándo? —preguntó suavemente Jimmy.

—Cuando el piel roja esté a punto. Es él quien tendrá que entrar.

—Será mejor esperar a una hora en que la demanda de energía esté al mínimo.

—Oh, N. —dijo Harry—. El JPL produce su propia energía, y siempre está en la cúspide de la demanda.

—Entonces, tanto da ahora como más tarde. De todos modos me gustaría ir a Tokio lo antes posible.

—Voy a ver como sigue el Jefe —dije.

No parecía mal del todo, con Chca inclinada sobre él, mientras él parecía rapapolvear a Natoma en cherokee por haber relajado la alta moralidad de los eneanos. Natoma estaba riendo.

—Chico estarr gándome brronka —dijo en XX°—. M'bantu le había enseñado un montón de cosas en su intento de ponerla al día.

—El Grupo está listo para meterte en la cápsula —dije—. ¿Estás a punto?

—S. —se levantó de la cama—. Veo que os he convertido.

—¡Infiernos, no! No tengo la menor fe en tu ambivalente redención, pero el Grupo intenta mantenerse unido.

—Me recuerdas a Voltaire, Guig. Detesto todo lo que estás diciendo, pero lucharé hasta la muerte por mantener tu derecho a decirlo.

—Cosa que Voltaire nunca dijo, según la Tosca. Vamos abajo.

Escuchó por un instante, y yo sabía lo que estaba escuchando.

—OK. como siempre, Guig; atribuido tan sólo a Voltaire, y la cita no era exacta. Vamos.

Había cinco trajes neutros de Abominables Hombres de las Nieves esperándonos en el heli.

Dos para Harry y Jimmy, y dos para el Jefe y Chca. ¿Y el quinto? Todos se me quedaron mirando.

—Yo no —dije—. Yo vuelvo a mi xipi con mi mujer azul.

—Vamos, Guig.

—¿Por qué yo?

—Tu reclutaste a Adivina. Es tu responsabilidad.

—¿Mi qué? Ni siquiera sé adónde va a llevar toda esa historia de locos. Natoma, ¿xipi?

—Irr con herrmanos, Glig —dijo Natoma—. Tú irr. Yo sperrarr.

Así que fui, justo en el instante en que M'bantu entraba con Borgia, apenas un instante demasiado tarde. Disculpas y adiós. Mientras nos metíamos en nuestros neutros en el heli, le pregunté al hijo favorito del Erie:

—¿Cuál es tu programa?

—Vago y desesperado, pero cualquier cosa es buena para escapar de la U-Con. Despegue por Kinorep y luego utilización de los laterales para abandonar el lugar. Tan sólo espero que tengamos suficiente combustible.

—Los depósitos están llenos. Los tecs crioraptores los llenaron para llevar a cabo su despreciable crimen.

—Es una ventaja para nosotros, pero es la única. Estoy hecho un lío infernal. ¿Puedo robar un vehículo cohete? No he oído que nadie haya intentado nunca algo así.

—Este robo te permitirá largarte más aprisa.

—Si puedo pero ¿a dónde? ¿Al ciclotrón orbital? ¿A Ceres y al I.G. Farben? ¿La mina del Griego? Todavía no lo se. Tendré que pensarlo, y de todos modos espero el análisis de Edison. Probablemente sea a una órbita de aparcamiento, si puedo robar el vehículo.

—¿Estará la Extrocomputadora metida en esto?

Me echó una penetrante mirada.

—¿Por qué preguntas eso?

—Estoy al corriente. Chca-5 me ha contado el guión.

—Esa chica oye demasiado —gruñó, y se encerró en su neutro.

Harry nos metió de nuevo en el JPL, haciendo otra vez todas las señas y contraseñas correctas.

—M. mal sistema de seguridad —dijo—. El código debería cambiar cada cuatro horas.

Nos detuvimos ante las dobles puertas del teatro del aterrizaje, y Jimmy Valentine actuó.

Inspeccionó cuidadosamente la pantalla muaré, luego se quitó el neutro y abrió su overol, revelando un instrumental mucho mayor que el que acarreaba el Jefe.

—Veinte minutos más. —dijo—. Curiosos fuera.

Se puso al trabajo, y era como Rutherford explorando los secretos del átomo. Harry estaba inclinado sobre su hombro y se hablaban constantemente en electrónico el uno al otro.

Lamentaba que Edison no estuviera con ellos, pero por otro lado le gustaba tanto discutir que los veinte minutos se hubieran convertido con mucha facilidad en cincuenta. Así que esperamos.

Un guardia uniformado apareció por el corredor, perdido en sus pensamientos. Vio a los Abominables Hombres de las Nieves y les hizo un gesto con la cabeza. Luego vio a Jimmy en su traje de civil, trasteando con la pantalla, y avanzó con paso decidido, alerta y desconfiado. Sentí deseos de pedirle que nos mostrara su reloj nuevo, pero en lugar de ello dije en XX°:

—Jefe. Lépcer. Utiliza la astucia india.

Me dirigí al guardia dispuesto a soltarle el rollo, pero Sequoia me ganó con un salto de tigre y puso ambas manos alrededor de la garganta del guardia y una rodilla en medio mismo de sus partes. A primera vista parecía un romance gay, pero la rodilla golpeó dos veces, y el guardia se perdió muy lejos de este mundo. El Jefe lo desarmó y me tiró su arma. Ni Jimmy ni Harry habían vuelto siquiera la cabeza.

—Es difícil romper los hábitos —gruñó—. Tendré que aprender.

—¿Lo has matado? —preguntó Chca, con voz estrangulada.

—N.

—Tan sólo ha anestesiado por un tiempo su sexualidad —dije yo, deseando tranquilizarla.

La pantalla muaré se convirtió en linear, luego en reticular, luego en ojival, luego en un círculo expandiéndose y finalmente desapareció por completo.

—Entrad —dijo Jimmy.

—Quince minutos —dijo Harry—. ¿Nunca nadie te ha llamado genio, Jimmy?

—El Banco de Inglaterra. En un Boletín Confidencial. Ahora me gustaría largarme a Tokio.

Hay una demostración que no me quiero perder.

—Tan sólo unos minutos más. He de sacar esa cosa de ahí, y luego podrás irte. Empaca tus trastos y ponte el neutro.

Mientras tanto, Chca y el Jefe habían abierto las puertas, y entramos en el anfiteatro.

Entonces el Jefe tomó el mando. Le entregó una fotoestilo a Chca.

—Desbloquea la consola. La combinación es dit-dit-dahdah-dit-dah.

Chca insertó la fotoestilo en la rendija correspondiente y lanzó unas ráfagas. El Jefe abrió la compuerta de la cápsula y metió la cabeza para una breve inspección. Luego cerró de nuevo la compuerta y la bloqueó. Parecía satisfecho. Harry, Jimmy y yo permanecíamos de pie, mirándolo casi con el mismo interés que el guardia de hacía un momento.

—Esas combinaciones luminosas no se usan desde hace veinte años —murmuró Jimmy.

—La gente no sabe vivir al ritmo de su tiempo —admitió Harry—. Afortunadamente para nosotros.

—Esta es la primera vez que ayudo a robar un vehículo espacial.

—También yo. Y no por dinero.

—Chca. Alerta —restalló el Jefe.

—Si, Jefe.

—Iris.

Ella hizo cosas en la consola, y el iris se abrió como una flor sobre nuestras cabezas.

Adivina se instaló ante la consola e hizo una seña a Chca. Ella se situó al borde del estrado, con una mano levantada para dar la señal. Imagino que su lengua sobresalía un poco de entre sus dientes, pero como estaba dentro de su neutro no podía verlo. El Jefe hizo cosas en la consola y Chca hizo señales, y la cápsula se elevó hacia el iris. Sequoia dio un paso atrás y la contempló atentamente mientras iba ganando altura. Chca, arrodillada en una postura que era casi de plegaria, observaba también. Justo antes de que la criocápsula alcanzara el abierto iris, se detuvo bruscamente y permaneció inmóvil, suspendida en el aire.

—¡Por todos los nombres de Dios! —exclamó Adivina, y corrió a la consola. Pero antes de que pudiera tocar nada en los controles, la cápsula basculó y cayó, aplastando a Chca con toda su masa.