Como Maseescasi e Xicotenga el Viejo, y todos los demás caciques de la cabecera de Tascala enviaron cuatro veces a decir a su capitán que no nos diese guerra, sino que nos fuese a hablar de paz, pues estaba cerca de nuestro real, y mandaron a los demás capitanes que con él estaban que no le siguiesen, si no fuese para acompañarle si nos iba a ver de paz, y como el Xicotenga era de mala condición y porfiado y soberbio, acordó de nos enviar cuarenta indios con comida de gallinas y pan y fruta y cuatro mujeres indias viejas y de ruin manera, y mucho copal y plumas de papagallos, y los indios que lo traían al parescer creíamos que venían paz, y llegados a nuestro real sahumaron a Cortés, y sin hacer acato, como suelen entrellos, dijeron: «Esto os envía el capitán Xicotenga que comáis si sois teules bravos, como dicen los de Cempoal, e queréis sacrificios, toma esas cuatro mujeres que sacrifiquéis, y podéis comer de sus carnes y corazones, y porque no sabemos de qué manera lo hacéis, Por eso no las hemos sacrificado agora delante de vosotros, y si sois hombres, come desas gallinas y pan y fruta, y si sois teules mansos, ahí os traemos copal, que ya he dicho ques como incienso, y plumas de papagallos; hace vuestro sacrificio con ello». Y Cortés respondió, con nuestras lenguas, que ya les había enviado a decir que quiere paz y que no venía a dar guerra, y les venía a rogar y manifestar de parte de Nuestro Señor Jesucristo, ques él en quien creemos y adoramos, y del emperador don Carlos, cuyos vasallos somos, que no maten ni sacrifiquen a ninguna persona, como lo suelen hacer, y que todos nosotros somos hombres de hueso y de carne como ellos, y no teules, sino cristianos, y que no tenemos por costumbre de matar a ningunos; que si matar quisiéramos, que todas las veces que nos dieron guerra de día y de noche había en ellos hartos en que pudiéramos hacer crueldades, e que por aquella comida que allí traen se lo agradesce, y que no sean más locos de lo que han sido y vengan de paz.
Y paresce ser aquellos indios que envió el Xicotenga con la comida eran espías para mirar nuestras chozas, y ranchos y caballos y artillería, y cuántos estábamos en cada choza, y entradas y salidas, y todo lo que en nuestro real había. Y estuvieron aquel día y la noche, y se iban unos con mensajes a su Xicotenga y venían otros, y los amigos que traíamos de Cempoal miraron y cayeron en ello, que no era cosa acostumbrada estar de día y de noche nuestros enemigos en el real sin propósito ninguno, y que cierto eran espías; y tomaron dello más sospecha porque cuando fuimos al poblezuelo de Cunpancingo dijeron dos viejos de aquel pueblo a los de Cempoal que estaba apercebido Xicotenga con muchos guerreros para dar en nuestro real de noche de manera que no fuesen sentidos, y los Cempoal de entonces tuviéronlo por burla y cosa de fieros, y por no sabello muy de cierto no se lo habían dicho a Cortés. Y súpolo luego a doña Marina y ella lo dijo a Cortés, y para saber la verdad mandó apartar dos de los tascaltecas que parescían más hombres de bien, y confesaron que eran espías, y tomáronse otros dos y dijeron que eran asimismo espías de Xicotenga, y todo a la fin que venían. Y Cortés los mandó soltar, y tomáronse otra vez dos, ni más ni menos; y más dijeron que estaba su capitán Xicotenga aguardando la respuesta para dar aquella noche con todas sus capitanías en nosotros.
Y como Cortés lo hobo entendido, lo hizo saber en todo el real para que estuviésemos muy alerta, creyendo que habían de venir como lo tenían concertado. Y luego mandó prender hasta diez y siete indios de aquellos espías, y dellos se cortaron las manos, y a otros los dedos pulgares, y los enviamos a su señor Xicotenga; y se les dijo que por el atrevimiento de venir de aquella manera se les ha hecho agora aquel castigo, e digan que vengan cuando quisieren, de día y de noche, que allí le aguardaríamos dos días, y que si dentro de los dos días no viniese, que le iríamos a buscar a su real; y que ya hobiéramos ido a los dar guerra y matalles sino porque les queremos mucho, y que no sean más locos y vengan de paz. Y como fueron aquellos indios de las manos y dedos cortados, en aquel instante dizque ya Xicotenga quería salir de su real con todos sus poderes para dar sobre nosotros de noche, como lo tenía concertado, y como vio ir a sus espías de aquella manera, se maravilló y preguntó la causa dello, y le contaron todo lo acaescido, y dende entonces perdió el brío y soberbia, y demás desto, ya se le había ido del real una capitanía con toda su gente con quien había tenido contienda y bandos en las batallas pasadas. Y pasemos adelante.