Capítulo LXVII. Cómo tornamos a enviar mensajeros a los caciques de Tascala para que vengan de paz, y lo que sobre ello hicieron y acordaron

Como llegaron a Tascala los mensajeros que enviamos a tratar de las paces, les hallaron que estaban en consulta los dos más principales caciques, que se decían Maseescasi y Xicotenga el Viejo, padre del capitán general, que también se decía Xicotenga, otras muchas veces por mí memorado. Y desque les oyeron su embajada estuvieron suspensos un rato, que no hablaron, y quiso Dios quespiró en los pensamientos que hiciesen paces con nosotros. Y luego enviaron a llamar a todos los más caciques y capitanes que había en sus poblazones ya los de una provincia questá junto con ellos, que se dice Huexocingo, queran sus amigos y confederados; y todos juntos en aquel pueblo que estaban, que era cabecera, les hizo Maseescasi y el viejo Xicotenga, que eran bien entendidos, un razonamiento, casi que fue desta manera, según después se entendió, aunque no las palabras formales: «Hermanos y amigos nuestros: Ya habéis visto cuántas veces esos teules que están en el campo esperando guerras nos han enviado mensajeros a demandar paz, y dicen que nos vienen a ayudar y tener el lugar de hermanos, y ansimismo habéis visto cuántas veces han llevado presos muchos de nuestros vasallos, que nos les hacen mal, y luego los sueltan. Bien veis cómo les hemos dado guerra tres veces con todos nuestros poderes, ansí de día como de noche, y no han sido vencidos, y ellos nos han muerto en los combates que les hemos dado muchas de nuestras gentes e hijos y parientes y capitanes. Agora de nuevo vuelven a demandar paz, y los de Cempoal que traen en su compañía dicen que son contrarios de Montezuma y sus mejicanos, y que les han mandado que no le den tributo los pueblos de la sierra totonaques, ni los de Cempoal; pues bien se os acordará que los mejicanos nos dan guerra cada año, de más de cien años a esta parte, y bien veis questamos en estas nuestras tierras como acorralados, que no osamos salir a buscar sal, ni aun la comemos, ni aun algodón, que pocas mantas dello traemos, pues si salen o han salido algunos de los nuestros a la buscar, pocos vuelven con las vidas, que estos traidores mejicanos y sus confederados nos los matan y hacen esclavos. Ya nuestros tacalnaguas y adivinos y papas nos han dicho lo que sienten de las personas destos teules, y que son esforzados; lo que me paresce es que procuremos de tener amistad con ellos, y si no fueren hombres, sino teules, de una manera o de otra les hagamos buena compañía; y luego vayan cuatro de nuestros principales y les lleven muy bien de comer; y mostrémosles amor y paz, porque nos ayuden y defiendan de nuestros enemigos, y traigámosles aquí luego con nosotros, y démosles mujeres para que de su generación tengamos parientes, pues, según dicen los embajadores que nos envían a tratar las paces, que traen mujeres entrellos».

Y desque oyeron este razonamiento todos los caciques y principales, les paresció bien y dijeron que era cosa acertada, y que luego vayan a entender en las paces, y que se le envíe a hacer saber a su capitán Xicotenga y a los demás capitanes que consigo tiene para que luego se vengan sin dar más guerras, y les digan que ya tenemos hechas paces; y enviaron luego mensajeros sobre ello. Y el capitán Xicotenga el Mozo no lo quiso escuchar a los cuatro principales, y mostró tener enojo y los trató mal de palabras, y que no estaba por las paces; y dijo que ya había muerto muchos teules, y la yegua, y que él quería dar otra noche sobre nosotros y acabarnos de vencer y matar. La cual respuesta desque la oyó su padre Xicotenga el Viejo, y Maseescasi y los demás caciques se enojaron de manera que luego enviaron a mandar a los capitanes y a todo su ejército que no fuesen con el Xicotenga a nos dar guerra, ni en tal caso le obedeciesen en cosa que les mandase, si no fuese para hacer paces; y tampoco lo quiso obedescer. Y desque vieron la desobidiencia de su capitán, luego enviaron los cuatro principales que otra vez les habían mandado, que viniesen a nuestro real y trujesen bastimento y para tratar las paces en nombre de toda Tascala y Guaxocingo, y los cuatro viejos, por temor de Xicotenga el Mozo, no vinieron en aquella sazón. Y porque en un estante acaescen dos y tres cosas, ansí en nuestro real como en este tratar de paces, y por fuerza tengo de tomar entre manos lo que más viene al propósito, dejaré de hablar en los cuatro indios principales que envían a tratar las paces, que aún no han venido por temor de Xicotenga. En este tiempo fuimos con Cortés a un pueblo junto a nuestro real, y lo que pasó diré adelante.