Capítulo LVI. Cómo nuestros procuradores, con buen tiempo, desembocaron la Canal de Bahama y en pocos días llegaron a Castilla, y lo que en la corte les avino

Ya he dicho que partieron nuestros procuradores del puerto de San Juan de Ulúa en seis días del mes de Jullio de mil e quinientos y diez y nueve años, e con buen viaje llegaron a la Habana, y luego desembocaron la canal, e dizque aquella fue la primera vez que por allí navegaron, y en poco tiempo llegaron a las islas de la Tercera, y desde allí a Sevilla, y fueron en posta a la corte, que estaba en Valladolid, y por presidente del Real Consejo de Indias don Juan Rodríguez de Fonseca, que era obispo de Burgos y se nombraba arzobispo de Rosano, y mandaba toda la corte, porque el emperador nuestro señor estaba en Flandes; y como nuestros procuradores le fueron a besar las manos al presidente muy ufanos, creyendo que les hiciera mercedes, y a dalle nuestras cartas y relaciones, y a presentar todo el oro y joyas, y le suplicaron que luego hiciese mensajero a Su Majestad y le enviesen aquel presente y cartas, y que ellos mesmos irían con ello a besar los reales pies; y porque tal se lo dijeron les mostró tan mala cara y peor voluntad, y aun les dijo palabras mal miradas, que nuestros embajadores estuvieron para le responder; de manera que se reportaron y dijeron que mirase su señoría los grandes servicios que Cortés y sus compañeros hacíamos a Su Majestad, y que le suplicaban otra vez que todas aquellas joyas de oro y cartas y relaciones las enviase luego a Su Majestad, para que sepa lo que hay, y que ellos irían con él. Y les tornó a responder muy soberbiamente, y aun les mandó que no tuviesen ellos cargo dello, que él escribirla lo que pasaba y no lo que le decían, pues se habían levantado contra el Diego Velázquez; y pasaron otras muchas palabras agras.

Y en esta sazón llegó a la corte el Benito Martín, capellán de Diego Velázquez, otra vez por mí nombrado, dando muchas quejas de Cortés y de todos nosotros, de que el obispo se airó mucho más contra nosotros. Y porque el Alonso Hernández Puerto Carrero, como era caballero, primo del conde de Medellín, porque el Montejo estábase a la mira y no osaba desagradar al presidente, y decía al obispo que le suplicaba muv ahincadamente que sin pasión fuesen oídos, y que no dijese las palabras como decía, y que luego enviase aquellos recaudos, ansí como los traían, a Su Majestad, y que éramos muy buenos servidores de la real corona y dinos de mercedes, y no de ser por palabras afrentados, y desque aquello oyó el obispo le mandó echar preso, y porque le informaron que había sacado de Medellín, tres años había, a una mujer y la llevó a las Indias. De manera que todos nuestros servicios y presentes de oro estaban del arte que aquí he dicho, y acordaron nuestros embajadores de callar hasta su tiempo e lugar. Y el obispo escribió a Su Majestad a Flandes en favor de su privado e amigo Diego Velázquez y muy malas palabras contra Cortés y contra todos nosotros, y no hizo relación de las cartas que le enviábamos, salvo que se había alzado Hernando Cortés al Diego Velázquez, e otras cosas que dijo.

Volvamos a decir del Alonso Hernández Puerto Carrero y del Francisco de Montejo, y aun de Martín Cortés, padre del mismo Cortés, y de un licenciado Núñez, relator del Real Consejo de Su Majestad y cercano pariente de Cortés, que hacían por él, acordaron de enviar mensajero a Flandes con otras cartas como las que dieron al obispo, porque venían duplicadas las que enviamos con los procuradores, y escribieron a Su Majestad todo lo que pasaba, e la memoria de las joyas de oro del presente, y dando quejas del obispo y descubriendo los tratos que tenía con el Diego Velázquez. Y aun otros caballeros les favorescieron, que no estaban muy bien con el don Juan Rodríguez de Fonseca, porque, según decían, era mal quisto por muchas demasías y soberbias que mostraba con los grandes cargos que tenía. Y como nuestros grandes servicios son por Dios Nuestro Señor y por Su Majestad, y siempre poníamos nuestras fuerzas en ello, quiso Dios que Su Majestad lo alcanzó a saber muy claramente, y después lo vio y entendió fue tanto el contento que mostró, y los duques y marqueses y condes y otros caballeros que estaban en su real corte, que en otra cosa no hablaban por algunos días sino de Cortés y de todos nosotros los que le ayudamos en las conquistas, y las riquezas que destas partes le enviamos. Y ansí por las cartas glosadas que sobre ello le escrebió el obispo de Burgos, desque vio Su Majestad que todo era al contrario de la verdad, desde allí adelante le tuvo mala voluntad al obispo, en especialmente que no envió todas las piezas de oro, e se quedó con gran parte dellas. Todo lo cual alcanzó a saber el mesmo obispo, que se lo escribieron desde Flandes, de lo cual rescibió muy grande enojo, y si de antes que fuesen nuestras cartas ante Su Majestad el obispo decía muchos males de Cortés y de todos nosotros, desde allí adelante a boca llena nos llamaba de traidores; mas quiso Dios perdió la furia y braveza que desde ahí a dos años fue recusado y aun quedó corrido y afrentado, y nosotros quedamos por muy leales servidores, como adelante diré que venga a coyuntura. Y escribió Su Majestad que presto vernía a Castilla y entendería en lo que nos conviniese e nos haría mercedes. Y porque adelante lo diré muy por extenso cómo y de qué manera pasó, se quedará aquí, ansí que como nuestros procuradores, aguardando la venida de Su Majestad.

Y antes que más pase adelante quiero decir, por lo que me han preguntado ciertos caballeros muy curiosos, y aun tienen razón de lo saber, que cómo puedo yo escrebir en esta relación lo que no vi, pues estaba en aquella sazón en las conquistas de la Nueva España, cuando nuestros procuradores dieron las cartas y recaudos y presentes de oro que llevaban para Su Majestad y tuvieron aquellas contiendas con el obispo de Burgos. A esto digo que nuestros procuradores nos escribían a los verdaderos conquistadores lo que pasaba, ansí lo del obispo de Burgos como lo que Su Majestad fue servido mandar en nuestro favor, letra por letra, en capítulos, y de qué manera pasaba. Y Cortés nos enviaba otras cartas que rescibía de nuestros procuradores a las villas donde vivíamos en aquella sazón, para que viésemos cuán bien negociaban con Su Majestad y cuán contrario teníamos al obispo. Y esto doy por descargo de lo que me preguntaban. Dejemos esto y digamos en otro capítulo lo que en nuestro real pasó.