Después que hobimos hecho aquella jornada y quedaron amigos los de Cingapacinga con los de Cempoal, y otros pueblos comarcanos dieron obidiencia a Su Majestad, y se derrocaron los ídolos y se puso la imagen de Nuestra Señora y la santa cruz, y se puso por ermitaño el viejo soldado, y todo lo por mi memorado, nos fuimos a la villa y llevábamos con nosotros ciertos principales de Cempoal; y hallamos que aquel día había venido de la isla de Cuba un navío y por capitán dél un Francisco de Saucedo, que llamábamos el Polido, y pusímosle aquel nombre porque en demasía se preciaba de galán y polido; y decían que había sido maestresala del almirante de Castilla, y era natural de Medina Ríoseco, y vino entonces Luis Marín, capitán que fue en lo de Méjico, persona que valió mucho, y vinieron diez soldados. Y traía el Saucedo caballo y Luis Marín una yegua, y nuevas de Cuba que le habían llegado de Castilla a Diego Velázquez las provisiones para poder rescatar y poblar. Y los amigos de Diego Velázquez se regocijaron mucho, y demás de que supieron que le trujeron provisión para ser adelantado de Cuba.
Y estando en aquella villa sin tener en qué entender más de acabar de hacer la fortaleza, que todavía se entendía en ella, dijimos a Cortés todos los más soldados que se quedase aquello que estaba hecho en ella para memoria, pues estaba ya para enmaderar y que hacía ya más de tres meses que estábamos en aquella tierra; e que sería bueno ir a ver qué cosa era el gran Montezuma, y buscar la vida y nuestra ventura, e que antes que nos metiésemos en camino enviásemos a besar los pies a Su Majestad y a dalle cuenta y relación de todo lo acaescido desde que salimos desde la isla de Cuba; y también se puso en plática que enviásemos a Su Majestad todo el oro que se había habido, ansí rescatado como los presentes que nos envió Montezuma. Y respondió Cortés que era muy bien acordado, e que ya lo había él puesto en plática con ciertos caballeros, e porque en lo del oro por ventura habría algunos soldados que querrán sus partes y si se partiese que sería poco lo que se podría enviar, por esta causa dio cargo a Diego de Ordaz y a Francisco de Montejo, que eran personas de negocios, que fuesen de soldado en soldado, de los que se tuviese sospecha que demandarían las partes del oro, y les decían estas palabras: «Señores, ya veis que queremos hacer un presente a Su Majestad del oro que aquí hemos habido, y para ser el primero que enviamos de estas tierras había de ser mucho más: paréscenos que todos le sirvamos con las partes que nos caben: los caballeros y soldados que aquí estamos escritos tenemos firmados cómo no queremos parte ninguna dello, sino que servimos a Su Majestad con ello porque nos haga mercedes. El que quisiere su parte, no se le negará. El que no la quisiera, haga lo que todos hemos hecho, fírmelo aquí». Y desta manera todos a una lo firmaron.
Y esto hecho, luego se nombraron para procuradores que fuesen a Castilla Alonso Hernández Porto Carrero y a Francisco de Montejo, porque ya Cortés le había dado sobre dos mil pesos por tenelle de su parte; y se mandó apercebir el mejor navío de toda la flota y con dos pilotos, que fue uno Antón de Alaminos, que sabía cómo habían de desembocar por la canal de Bahama, porquél fue el primero que navegó por aquella canal. Y también apercebimos quince marineros, y se les dio todo recaudo de matalotaje. Y esto apercebido, acordamos de escrebir y hacer saber a Su Majestad todo lo acaescido. Y Cortés escribió por si, según él nos dijo, con recta relación, mas no vimos su carta; y el Cabildo escribió, juntamente con diez soldados de los que fuimos en que se poblase la tierra y le alzamos a Cortés por general; y con toda verdad, que no faltó cosa ninguna en la carta; iba yo firmado en ella, y demás de estas cartas y relaciones, todos los capitanes y soldados juntamente escrebimos otra carta y relación. Y lo que se contenía en la carta que escribimos es lo siguiente: