Capítulo LII. Cómo Cortés mandó hacer un altar y se puso una imagen de Nuestra Señora y una cruz, y se dijo misa y se bautizaron las ocho indias

Como ya callaban los caciques y papas y todos los más principales, mandó Cortés que a los ídolos que derrocamos, hechos pedazos, que los llevasen adonde no paresciesen más y los quemasen; y luego salieron de un aposento ocho papas, que tenían cargo dellos, y toman sus ídolos y los llevan a la misma casa donde salieron, e los quemaron. El hábito que traían aquellos papas eran unas mantas prietas a manera de sotanas y lobas largas hasta en pies, y unos como capillos que querían parescer a los que traen los canónigos, y otros capillos traían más chicos, como los que traen los dominicos; y traían el cabello muy largo hasta la cinta, y aun algunos hasta los pies, llenos de sangre pegada y muy enretrados, que no se podían esparcir; y las orejas hechas pedazos, sacrificadas dellas, y hedían como azufre, y tenían otro muy mal olor, como de carne muerta; y según decían e alcanzábamos a saber, aquellos papas eran hijos de principales y no tenían mujeres, mas tenían el maldito oficio de sodomías, y ayunaban ciertos días; y lo que yo les vía comer eran unos meollos o pepitas del algodón cuando lo desmotan, salvo si ellos no comían otras cosas que yo no se las pudiese ver.

Dejemos a los papas y volvamos a Cortés, que les hizo un muy buen razonamiento con nuestras lenguas doña Marina y Jerónimo de Aguilar, y les dijo que agora les terníamos como a hermanos, y que les favorescería en todo lo que pudiese contra Montezuma y sus mejicanos, porque ya envió a mandar que no les diesen guerra ni les llevasen tributo. Y que pues en aquellos sus altos cues no habían de tener más ídolos, quél les quiere dejar una gran señora, ques madre de Nuestro Señor Jesucristo, en quien creemos y adoramos, para que ellos también la tengan por señora y abogada, y sobre ello y otras cosas de pláticas que pasaron se les hizo muy buen razonamiento y tan bien propuesto para según el tiempo, que no había más que decir, y se les declaró muchas cosas tocantes a nuestra fe, tan bien dichas como agora los religiosos se lo dan a entender, de manera que lo oían de buena voluntad.

Y luego les mandó llamar todos los indios albañiles que había en aquel pueblo y traer mucha cal para que lo aderezasen, y mandó que quitasen las costras de sangre que estaban en aquellos cues, y que lo aderezasen muy bien. Y luego otro día se encaló y se hizo un altar con buenas mantas; y mandó traer muchas rosas de las naturales que había en la tierra, que eran bien olorosas, y muchos ramos, y lo mandó enramar y que lo tuviesen limpio y barrido. A la contina, y para que tuviesen cargo dello, apercibió a cuatro papas que se tresquilasen el cabello, que los traían largos, como otra vez he dicho, e que vistiesen mantas blancas e se quitasen las que traían, y que siempre anduviesen limpios e que sirviesen aquella santa imagen de Nuestra Señora en barrer y enramar, y para que tuviesen más cargo dello puso a un nuestro soldado cojo e viejo, que se decía Juan de Torres, de Córdoba, questuviese allí por ermitaño e que mirase que se hiciese cada día ansí como lo mandaba a los papas. Y mandó a nuestros carpinteros, otras veces por mí nombrados, que hiciesen una cruz y la pusiesen en un pilar que teníamos ya nuevamente hecho e muy bien encalado.

Y otro día de mañana se dijo misa en el altar, la cual dijo el padre fray Bartolomé de Olmedo, y entonces a la misa se dio orden cómo con el insensio de la tierra se ensensasen la santa imagen de Nuestra Señora e a la santa cruz, y también se les mostró a hacer candelas de la cera de la tierra, y se les mandó que con aquellas candelas siempre tuviesen ardiendo delante del altar, porque hasta entonces no sabían aprovecharse de la cera. E a la misa estuvieron los más principales caciques de aquel pueblo y de otros que se habían juntado, y ansimismo se trajeron las ocho indias para volver cristianas, que todavía estaban en poder de sus padres y tíos; y se les dio a entender que no habían más de sacrificar ni adorar ídolos, salvo que habían de creer en Nuestro Señor Dios; y se les amonestó muchas cosas tocantes a nuestra santa fe; y se bautizaron y se llamó a la sobrina del cacique gordo doña Catalina, y era muy fea; aquella dieron a Cortés por la mano, y él la rescibió con buen semblante. A la hija de Cuesco, que era un gran cacique, se puso nombre doña Francisca; ésta era muy hermosa para ser india, y la dio Cortés Alonso Hernández Puerto Carrero; las otras seis ya no se me acuerda el nombre de todas, mas sé que Cortés las repartió entre soldados. Y después de hecho esto, nos despedimos de todos los caciques y principales, y dende en adelante siempre nos tuvieron muy buena voluntad, especialmente desque vieron que rescibió Cortés sus hijas y las llevamos con nosotros, y con grandes ofrescimientos que Cortés les hizo que les ayudaría, nos fuimos a nuestra Villa Rica. Y lo que allí se hizo lo diré adelante. Esto es lo que pasó en este pueblo de Cempoal, y no otra cosa que sobre ello hayan escrito el Gómara ni los demás coronistas, que todo es burla e trampas.