Como Cortés entendió lo que los caciques le decían, dijo que ya les había dicho otras veces quel rey nuestro señor le mandó que viniese a castigar los malhechores e que no consintiese sacrificios ni robos, e pues aquellos recaudadores venían con aquella demanda, les mandó que luego les aprisionasen y los tuviesen presos hasta que su señor Montezuma sepa la causa cómo vienen a robar e a llevar por esclavos sus hijos y mujeres y hacer otras fuerzas. Y cuando los caciques lo oyeron estaban espantados de tal osadía: mandar que los mensajeros del gran Montezuma fuesen maltratados, y temían y no osaban hacello.
Y todavía Cortés les convocó que luego los echasen en prisiones, y ansí lo hicieron, y de tal manera, que en unas varas largas y con collares, según entre ellos se usa, los pusieron de arte que no se les podían ir, e uno dellos, porque no se dejaba estar, le dieron de palos, y demás desto mandó Cortés a todos los caciques que no les diesen más tributo ni obidiencia a Montezuma, e que ansí lo publicasen en todos los pueblos sus aliados e amigos; e que si otros recaudadores hobiese en otros pueblos como aquéllos, que se lo hiciesen saber, quél enviaría por ellos. Y como aquella nueva se supo en toda aquella provincia, porque luego envió mensajeros el cacique gordo haciéndoselo saber, y también lo publicaron los principales que habían traído en su compañía aquellos recaudadores, que como los vieron presos luego se desgarraron e fueron cada uno a su pueblo a dar mandado y a contar todo lo acaescido, e viendo cosas tan maravillosas e de tanto peso para ellos, dijeron que no osaron hacer aquello hombres humanos, sino teules, que ansí llamaban a sus ídolos en que adoran. E a esta causa, desde allí adelante nos llamaron teules, que es, como he dicho, o dioses o demonios, y cuando dijere en esta relación teules en cosas que han de ser mentadas nuestras personas, sepan que se dice por nosotros.
Volvamos a decir de los prisioneros, que los querían sacrificar por consejo de todos los caciques, porque no se les fuese alguno dellos a dar mandado a Méjico, Y como Cortés lo entendió les mandó que no los matasen, quel los quería guardar, y puso de nuestros soldados que los velasen, e a media noche mandó llamar Cortés a los mismos nuestros soldados que los guardaban y les dijo: «Mira que soltéis los dos dellos, los más diligentes que os pareciéren, de manera que no lo sientan los indios destos pueblos», y que se los llevasen a su aposento. Y después que los tuvo delante les preguntó con nuestras lenguas que por qué estaban presos y de qué tierra eran, como haciendo que no los conocía. Y respondieron que los caciques de Cempoal y de aquel pueblo, con su favor y el nuestro, los prendieron. Y Cortés respondió que él no sabía nada, y que le pesa dello, y les mandó dar de comer y les dijo palabras de muchos halagos y que se fuesen luego a decir a su señor Montezuma como éramos todos nosotros sus grandes amigos y servidores y porque no pasasen más mal les quitó las prisiones y riñó con los caciques que les tenían presos, y que todo lo que hobieren menester para su servicio que lo hará de muy buena voluntad, y que los tres indios sus compañeros que tienen en prisiones, quél los mandará soltar y guardar, e que vayan muy prestos no los tornen a prender y los maten. Y los dos prisioneros respondieron que se lo tenían en merced y que habían miedo que los tornarían a las manos, porque por fuerza han de pasar por sus tierras.
Y luego mandó Cortés a seis hombres de la mar que esa noche los llevasen en un batel obra de cuatro leguas de allí hasta sacalles a tierra segura, fuera de los términos de Cempoal. Y como amanesció y los caciques de aquel pueblo y el cacique gordo hallaron menos los dos prisioneros, querían muy de hecho sacrificar los otros tres que quedaban, si Cortés no se los quitara de poder, e hizo del enojado porque se habían huido los otros dos, y mandó traer una cadena del navío y echólos en ella, y luego los mandó llevar a los navíos e dijo quél los quería guardar, pues tan mal cobro pusieron en los demás. Y desque lo hobieron llevado les mandó quitar las cadenas, y con buenas palabras les dijo que presto los enviaría a Méjico.
Dejémoslo ansí, que luego questo fue hecho todos los caciques de Cempoal y de aquel pueblo y de otros que se habían allí juntado de la lengua totonaque, dijeron a Cortés que qué harían; que ciertamente vernían sobre ellos los poderes de Méjico del gran Montezuma, y que no podrían escapar de ser muertos y destruidos. Y dijo Cortés con semblante muy alegre quél y sus hermanos, que allí estábamos, les defenderíamos y mataríamos a quien enojarlos quisiese. Entonces prometieron todos aquellos pueblos y caciques a una que serían con nosotros en todo lo que les quisiésemos mandar, y juntarían sus poderes contra Montezuma y todos sus aliados. Y aquí dieron la obidiencia a Su Majestad por ante un Diego de Godoy, el escribano, y todo lo que pasó lo enviaron a decir a los más pueblos de aquella provincia. Como ya no daban tributo ninguno y los recogedores no parescían, no cabían de gozo haber quitado aquel dominio. Y dejemos esto y diré cómo acoramos de nos abajar a lo llano a unos prados, donde comenzamos hacer una fortaleza. Esto es lo que pasó, y no la relación que sobre ello dieron al coronista Gómara[13].