Capítulo CLXXXIX. Cómo el tesorero con otros muchos caballeros rogaron a los frailes franciscos que enviasen a un fray Diego Altamirano, que era deudo de Cortés, que fuese en un navío a Trujillo y lo hiciese venir, y lo que ello subcedió

Como el tesorero y otros caballeros de la parte de Cortés vieron que convenía que luego viniese Cortés a la Nueva España, porque ya se encomenzaban bandos y chirinolas, y el contador no estaba de buena voluntad para quel fator ni el veedor estuviesen presos, y sobre todo ternía el contador a Cortés en gran manera desque supiese lo que había escrito dél a Su Majestad, según lo tengo ya dicho en dos partes en los capítulos pasados que dello habla, acordaron de ir a rogar a los frailes franciscos que diesen licencia a fray Diego Altamirano que en un navío que e tenían presto y bien bastecido y con buena compañía fuese a Trujillo y que hiciese venir a Cortés, porque aqueste religioso era su pariente y hombre que antes que se metiese a fraile había sido soldado, hombre de guerra, e sabía de negocios, y los frailes lo hobieron por bien, y el fray Diego Altamirano, que lo tenía en voluntad.

Dejemos de hablar en el viaje del fraile, que se estaba apercibiendo, y diré como el fator y veedor estaban presos, pareció ser, como dicho tengo otras veces, el contador andaba muy doblado y de mala voluntad que tenía, y viendo que las cosas de Cortés se hacían prósperamente, y como el fator solía tener por amigos a muchos hombres bandoleros que siempre quisieran quistiones y revueltas, y porque tenía buena voluntad al fator y al Chirinos, porque les daban pesos de oro e indios, acordaron de se juntar muchos dellos y aun algunas personas de calidad y de todos jaeces, y tenían concertado de soltar al fator y veedor y matar al tesorero y a los carceleros, y dicen que lo sabía el contador y se holgaba mucho dello; y para ponello en efeto hablaron muy secretamente a un cerrajero que hacía ballestas, que se decía Guzmán, hombre soez que decía gracias y chocacherías, y le dijeron muy secreto que les hiciese unas llaves para abrir las puertas de la cárcel y de las redes donde estaba el fator, y que se lo pagarían muy bien, y le dieron un pedazo de oro en señal de la hechura de las llaves, y le previnieron y encargaron que lo tuviese muy secreto. Y el cerrajero dijo con palabras muy halagüeñas e alegres que le placía y que tuviesen ellos más secreto de lo que mostraban, pues aquel caso en que tanto iba se lo descubrieron a él, sabiendo quién era; que no lo descubriesen a otros, y se holgaba quel fator y veedor saliesen de la prisión; y preguntóles que quién y cuántos eran en el negocio e adónde se habían de allegar cuando fuesen hacer aquella buena obra, e qué día e a qué hora, y todo se lo decían claramente, según lo tenían acordado. Y comenzó a forjar unas llaves según la forma de los moldes que le traían para hacer las llaves, y no para que las hiciese perfectas ni podrían abrir con ellas, y esto hacia adrede, y por travesura hacía las llaves de aquella manera que no podrían abrir, porque fuesen y viniesen a su tienda a la obra de las llaves para que las hiciese buenas, y entretanto saber más de raíz el concierto que estaba hecho. Y mientras más se dilató la hechura de las llaves más por entero lo alcanzó a saber.

Y venido el día que habían de ir con sus llaves que había hecho buenas, y todos puestos a punto con sus armas fue el cerrajero de presto en casa del tesorero Alonso de Estrada Y le da relación dello, y sin más dilación desque lo supo el tesorero envía secretamente apercebir todos los del bando de Cortés, sin hacello saber al contador, y van a la casa adonde estaban recogidos los que habían de soltar al fator, y de presto prenden hasta veinte hombres dellos que estaban armados, y otros se huyeron que no se pudieron haber, y hecha la pesquisa a qué se habían juntado, hallóse que para soltar a los r mí nombrados y matar al tesorero. Allí también supo quel contador lo había por bien, y como había entre ellos tres o cuatro hombres muy revoltosos y bandoleros, y en todas las revueltas y cizañas que en Méjico en aquella sazón habían pasado se habían hallado, y aun el uno dellos había hecho fuerza a una mujer de Castilla, después que se hizo proceso contra ellos, el cual hizo un bachiller que se decía Ortega, que estaba por alcalde mayor y era de su tierra de Cortés, sentenció los tres dellos a horcar, y a otros a azotar; y decíanse los que horcaron el uno Pastrana y el otro Valverde y el otro Escobar, y los que azotaron no me acuerdo sus nombres, etc. Y el cerrajero se escondió por muchos días, que hobo miedo no le matasen la parcialidad del fator por haber descubierto aquello que con tanto secreto se lo dijeron.

Dejemos de hablar desto, pues que ya son muertos, y aunque vaya tan gran salto como diere fuera de nuestra relación, también lo que agora diré viene a coyuntura, y es que como el fator hobo enviado la nao con todo el oro que pudo haber para Su Majestad, según dicho tengo en los capítulos pasados, y escribió a Su Majestad que Cortés era muerto, y cómo se le hicieron las honras, e hizo saber otras cosas que le convenían, y enviaba a suplicar a Su Majestad que le hiciese merced de la gobernación, paresció ser que en la misma nao que le envió sus despachos iban otras cartas muy encubiertas, que el fator no pudo saber dellas, las cuales cartas eran para Su Majestad, y supiese de todo lo que pasaba en la Nueva España y de las injusticias e atrocidades que el fator y veedor habían hecho; y demás desto, ya tenía Su Majestad relación dello por parte de la Audiencia Real de Santo Domingo y de los frailes jerónimos que estaban por gobernadores de las Indias cómo Cortés era vivo y que estaba sirviendo a su real corona en conquistar y poblar la provincia de Honduras. Y desque el Real Consejo de Indias y el comendador mayor de León lo supieron, lo hicieron saber a Su Majestad, entonces dicen que dijo el emperador nuestro señor: «Mal hecho ha sido todo lo que han hecho en la Nueva España en se haber levantado contra Cortés, y mucho me han deservido; pues es vivo; téngole por tal, que serán castigados por justicia los males hechos en llegando que llegue a Méjico».

Volvamos a nuestra relación. Y es quel fraile Altamirano se embarcó en el puerto de la Veracruz, según estaba acordado, y con buen tiempo en pocos días llegó al puerto de Trujillo, donde estaba Cortés. Y desque los de la villa y Cortés vieron un navío poderoso venir a la vela hacia su puerto, luego pensaron lo que fue: que venía de la Nueva España para le llevar a Méjico. Y desque hobo tomado puerto y salió el fraile a tierra muy acompañado de los que traía en su compañía, y Cortés conosció algunos dellos que había visto en Méjico, e todos le fueron a besar las manos, y el fraile le abrazó, y con palabras muy santas y buenas se fueron a la iglesia hacer oración, y dende allí a los aposentos, adonde el padre fray Diego Altamirano le dijo que era su primo y le contó lo acaescido en Méjico, según más largamente lo tengo escrito, y lo que Francisco de las Casas había hecho por Cortés y cómo era ido a Castilla. Todo lo cual que le dijo el fraile lo sabía Cortés por la carta del licenciado Zuazo, como dicho tengo en el capítulo que dello habla, y mostró gran sentimiento dello y dijo que Nuestro Señor fue servido que aquello pasase ansí; que le daba muchas gracias por ello y por estar Méjico ya en paz; y quél se quería ir luego por tierra, porque por mar no se atrevía, porque como se supo luego por la carta de Zuazo, que se había embarcado la otra vez dos veces, no pudo navegar porque las aguas vienen muy corrientes y contrarias, y habían de ir siempre con trabajo, y también como estaba flaco.

Y luego le dijeron los pilotos que en aquel tiempo era en el mes de abril, y que no hay corrientes y la mar bonanza; por manera que se acordó de embarcar; y no se pudo hacer luego a la vela hasta que viniese el capitán Gonzalo de Sandoval, que le había enviado a unos pueblos que se dicen Olancho, que estaban de allí hasta cincuenta y cinco leguas, porque había ido pocos días hacía a echar de aquella tierra un capitán de Pedrarias que se decía Rojas, el que había enviado Pedrarias a descubrir tierras y buscar minas desde Nicaragua, y desque hobo degollado a Francisco Hernández, como dicho tengo; porque, según paresció, los indios de aquella provincia de Olancho se vinieron a quejar a Cortés cómo ciertos soldados de los de Nicaragua les tomaban sus hijas y mujeres y les robaban sus gallinas y todo lo que tenían. Y el Sandoval fue con brevedad y llevó sesenta hombres, y quiso prender al Rojas, y por ciertos caballeros que se metieron en medio de la una parte y de la otra los hicieron amigos, y aun le dio el Rojas al Sandoval un indio paje para que le sirviese. Y luego en aquella sazón llegó la carta de Cortés para que luego sin más dilación se viniese con todos sus soldados, y le dio relación cómo vino el fraile y todo lo acaescido en Méjico. Y desque lo entendió hobo mucho placer y no vía la hora de dar vuelta, y vino en posta después de haber echado de allí al Rojas. Y luego Cortés desque vido a Sandoval hobo mucho placer, y da sus instrucciones al capitán Sayavedra, que quedaba por su teniente en aquella provincia, y lo que tenía de hacer; y escribió al capitán Luis Marín y a todos nosotros que luego nos fuésemos camino de Guatimala, y nos hizo saber de todo lo acaescido en Méjico según y de la manera que aquí se hace minción, y de la venida del fraile y de la prisión del fator y veedor; y también mandó quel capitán Godoy, que quedaba en Puerto de Caballos poblando, que se pasase a Naco con toda su gente, las cuales cartas dio al Sayavedra para que con gran diligencia nos las enviase; y el Sayavedra no quiso encaminarlas por malicia, y se descuidó; y supimos que de hecho no quiso dallas, que nunca supimos dellas.

Y volviendo a nuestra relación, Cortés se embarcó con todos sus amigos y con buen tiempo llegó a la derrota para ir a la Habana, porque le hizo mejor tiempo que para la Nueva España, y desembarcando, con él se holgaron todos los vecinos de la Habana sus conoscidos, y tomaron refresco, y supo nuevas de un navío que allí a la Habana había pocos días que había aportado, venido de Nueva España, que estaba sosegado Méjico, y quel Peñol de Coatlán, desque supieron los indios que en él estaban hechos fuertes y daban guerra a los españoles que Cortés y los conquistadores éramos vivos, vinieron de paz al tesorero debajo de ciertas condiciones. Y pasaré adelante.