Pues como ya estábamos en aquel pueblo todos juntos, acordamos que con el padre de la Merced se escribiese otra carta al Narváez, que decía en ella ansí o otras palabras formales como éstas: Después de puesto su acato con gran cortesía, que nos habíamos holgado de su venida, e creíamos que con su generosa persona haríamos gran servicio a Dios Nuestro Señor e a su Majestad, e que no nos ha querido responder cosa ninguna, antes nos llama de traidores, siendo muy leales servidores del rey, e ha revuelto toda la tierra con las palabras que envió a decir a Montezuma, e que le envió Cortés a pedir por merced que escogiese la provincia que en cualquiera parte que quisiese quedar con la gente que tiene o fuese adelante, e que nosotros iríamos a otras tierras y haríamos lo que buenos servidores de Su Majestad somos obligados, e que le hemos pedido por merced que si trae provisiones de Su Majestad que envíe los originales para ver y entender si vienen con la real firma e qué es lo que en ellas se contiene, para que luego que lo veamos los pechos por tierra obedescería, e que no ha querido hacer lo uno ni lo otro, sino tratarnos mal de palabra e revolver la tierra; que le pedimos e requerimos de parte de Dios y del rey nuestro señor que dentro en tres días envíe a notificar los despachos que trae con escribano de Su Majestad, e que lo cumpliremos como mandado de nuestro rey e Señor todo lo que en las reales provisiones mandare, que para aquel efecto nos hemos venido a aquel pueblo de Panguenequita, por estar más cerca de su real; e que si no trae las provisiones e se quisiere volver a Cuba, que se vuelva e no alborote más la tierra, con protestación que si otra cosa hace, que iremos contra él a le prender y enviallo preso a nuestro rey e señor, pues sin su real licencia nos viene a dar guerra e desasosegar todas las ciudades, e que todos los males e muertes e fuegos y menoscabos que sobre esto acaescieren que sea a su cargo e no al nuestro.
Y esto se escribe agora por carta mensiva, porque no osa ningún escribano de Su Majestad írselo a notificar por temor no les acaesca el gran desacato como el que se tuvo con un oidor de Su Majestad; y que dónde se vio tal atrevimiento de le enviar preso, e que aliend de lo que dicho tiene, por lo que es obligado a la honra e justicia de nuestro rey, que le conviene castigar aquel gran desacato e delito como capitán general e justicia mayor que es desta Nueva España, le cita y emplaza para ello, y se lo demandará usando de justicia, pues no es crimen lege magestatis en lo que ha tratado e que hace a Dios testigo de lo que agora dice. Y también le envió a decir que luego volviese al cacique gordo las mantas e ropa e joyas de oro que le habían tomado por fuerza, e ansimismo las hijas de señores que nos habían dado sus padres, e mandase a sus soldados que no robasen a los indios de aquel pueblo ni de otros. E después de puesto su cortesía e firmada de Cortés e de nuestros capitanes e algunos soldados, iba allí mi firma. Y entonces se fue con el mismo fraile un soldado que se decía Bartolomé de Usagre, porque era hermano del artillero Usagre que tenía cargo de la artillería de Narváez. Y llegados nuestro religioso y el Usagre a Cempoal, adonde estaba el Narváez, diré lo que dizque pasó.