Capítulo CIX. Cómo Diego Velázquez, gobernador de Cuba, dio muy gran priesa en enviar su armada contra nosotros, y en ella por capitán general a Pánfilo de Narváez, y cómo vino en su compañía el licenciado Lucas Vázquez de Ayllón, oidor de la real audiencia de Santo Domingo, y lo que sobre ello se hizo

Volvamos agora a decir algo atrás de nuestra relación, para que bien se entienda lo que agora diré. Ya he dicho en el capitulo que dello habla, que como Diego Velázquez, gobernador de Cuba, supo que habíamos enviado nuestros procuradores a Su Majestad con todo el oro que habíamos habido, e el sol y la luna, y muchas diversidades de joyas, y oro en granos sacado de las minas, y otras muchas cosas de gran valor, y que no le acudimos con cosa ninguna, y ansimismo supo como don Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos e arzobispo de Rosano, que ansí se nombraba, e en aquella sazón era presidente de Indias y lo mandaba todo muy asolutarnente, porque Su Majestad estaba en Flandes, y había tratado muy mal el obispo a nuestros procuradores, y dicen que le envió el mismo obispo desde Castilla en aquella sazón muchos favores al Diego Velázquez y aviso e mandado para que nos enviase a prender y quél le daría desde Castilla todo favor para ello. El Diego Velázquez con aquel gran favor hizo una armada de diez y nueve navíos y con mil y cuatrocientos soldados, en que traían sobre veinte tiros y mucha pólvora, y todo género de aparejos de piedras y pelotas, y dos artilleros que el capitán de la artillería se decía Rodrigo Martín, y traía ochenta de caballo y noventa ballesteros, y setenta escopeteros, y el mismo Diego Velázquez, por su persona, y aunque era bien gordo y pesado, andaba en Cuba de villa en villa y pueblo en pueblo proveyendo la armada y atrayendo los vecinos que tenían indios y parientes y amigos que viniesen con Pánfilo de Narváez para que le llevasen presos a Cortés y a todos nosotros sus capitanes y soldados, o al de menos no quedásemos algunos con las vidas; y andaba tan encendido en enojo y tan diligente, que vino hasta Guaniguanico, ques pasada la Habana más de sesenta leguas.

Y andando desta manera antes que saliese su armada paresció ser alcanzáronlo a saber la Real Audiencia de Santo Domingo y los frailes jerónimos que estaban por gobernadores, el cual aviso y relación dello les envió desde Cuba el licenciado Zuazo, que había venido aquella isla a tomar residencia al mesmo Diego Velázquez. Pues como lo supieron la Real Audiencia y tenían memoria de nuestros muchos y buenos e leales servicios que hacíamos a Dios y a Su Majestad, y habíamos enviado nuestros procuradores con grandes presentes a nuestro rey y señor, y quel Diego Velázquez no tenía razón ni justicia para que con su mano armada venga a tomar venganza de nosotros, sino que por justicia lo demandase, y que si venía con la armada que era gran estorbo para nuestra conquista, acordaron de enviar al un licenciado que se decía Lucas Vázquez de Ayllón, que era oidor de la misma Real Audiencia, para que estorbase la armada al Diego Velázquez y no la dejase pasar, y que sobre ello pusiese grandes penas. Y vino a Cuba el mesmo oidor e hizo sus diligencias y protestaciones como le era mandado por la Real Audiencia para que no saliese con su intención el Velázquez, y por más penas y requirimientos que le hizo e puso, no aprovechó cosa ninguna, porque como el Diego Velázquez era tan favorescido del obispo de Burgos y había gastado cuanto tenía en hacer aquella gente de guerra contra nosotros, no tuvo todos los requirimientos que le hicieron en una castañeta, en nada, antes se mostró más bravoso. Y desque aquello vio el oidor, vínose con el mismo Narváez para poner paces y dar buenos conciertos entre Cortés y el Narváez. Otros soldados dijeron que venía con intención de ayudamos, y si no lo pudiese hacer, tomar la tierra en sí por Su Majestad como oidor, y de esta manera vino hasta el puerto de San Juan de Ulúa. Y quedarse ha aquí, y pasaré adelante lo que sobre ello hizo.