Estando Cortés e otros capitanes con el gran Montezuma teniéndole palacio, entre otras pláticas que le decía con nuestras lenguas doña Marina y Jerónimo de Aguilar e Orteguilla, le preguntó que a qué parte eran las minas, e en qué ríos, e cómo y de qué manera cogían el oro que le traían en granos, porque quería enviar a vello dos de nuestros soldados, grandes mineros. Y el Montezuma dijo que de tres partes, y que de donde más oro le solían traer que era de una provincia que se dice Zacatula, ques a la banda del Sur y questá de aquella ciudad andadura de diez o doce días, y que lo cogían con unas xicales, e que lavan la tierra para que allí queden unos granos manudos después de lavado, e que ahora al presente que se lo traen de otra provincia que se dice Tustepeque, cerca de adonde desembarcamos, ques en la banda del Norte, e que lo cogen de dos ríos, e que cerca de aquella provincia hay otras buenas minas en parte que no son sus subjetas, que se dicen los Chinantecas y Zapotecas, y que no le obedecen, y que si quiere enviar sus soldados, quél dará principales que vayan con ellos. Y Cortés le dio las gracias por ello, y luego despachó a un piloto que se decía Gonzalo de Umbría con otros dos soldados mineros a lo de Zacatula. Aqueste Gonzalo de Umbría era al que Cortés mandó cortar los pies cuando ahorcó a Pedro Escudero y a Juan Cermeno y azotó los Peñates porque se alzaban en San Juan de Ulúa con el navío, según más largamente lo tengo escrito en el capítulo que dello habla.
Y dejemos de contar más en lo pasado y digamos cómo fueron con el Umbría y se les dio de plazo para ir y volver cuarenta días. E por la banda de Norte despachó para ver las minas a un capitán que se decía Pizarro, mancebo de hasta veinte e cinco años, y a este Pizarro trataba Cortés como a pariente. En aquel tiempo no había fama del Perú ni se nombraban Pizarros en esta tierra. E con cuatro soldados fue y llevó de plazo otros cuarenta días para ir y volver, porque había desde Méjico obra de ochenta leguas, e con cuatro principales mejicanos.
Ya partidos para ver las minas, como dicho tengo, volvamos a decir cómo le dio el gran Montezuma a nuestro capitán, en un paño de henequén, pintados y señalados muy al natural todos los ríos e ancones que había en la costa del Norte desde Pánuco hasta Tabasco, que son obra de ciento y cuarenta leguas, y en ellos venía señalado el río de Guazaqualco, e como ya sabíamos todos los puertos e ancones que señalaban en el paño que le dio Montezuma, de cuando venimos a descubrir con Grijalva, eceto el río de Guazaqualco, que dijeron que era muy poderoso y hondo, acordó Cortés de enviar a ver qué cosa era, y para sondar el puerto y la entrada, y como uno de nuestros capitanes, que se decía Diego de Ordaz, otras veces por mi memorado, era hombre muy entendido y bien esforzado, dijo al capitán quél quería ir a ver aquel río, e qué tierras había, y qué manera de gente era, y que le diese hombres indios principales que vayan con él. Y Cortés lo rehusaba por ser hombre de buenos consejos y tenelle en su compañía, y por no le descomplacer le dio la licencia para que fuese y el Montezuma le dijo al Ordaz que en lo de Guazaqualco no llegaba su señorío, e que eran muy esforzados, y que mirase lo que hacía, y que si algo le aconteciese, no le culpasen a él, y que antes de llegar aquella provincia toparía con sus guarniciones de gente de guerra que tenía en la frontera, y que si los hobiese menester que los llevase consigo; e dijo otros muchos cumplimientos. Y Cortés y el Diego de Ordaz le dieron las gracias, y ansí partió con dos de nuestros soldados y con otros principales quel Montezuma les dio. Aquí es donde dice el coronista Francisco López Gómara que iba Juan Velázquez con cien soldados a poblar a Guazaqualco, e que Pedro de Ircio había ido a poblar a Pánuco, e porque ya estoy harto de mirar en lo quel coronista va fuera de lo que pasó, lo dejaré de decir, y diré lo que cada uno de los capitanes que nuestro Cortés envió hizo, e vinieron con muestras de oro.