Dar de comer al sediento

AVISO IMPORTANTE PARA QUIEN ESTO LEYERE

La obra que tienes entre manos, amable lector, pretende reflejar de forma escrita un tema asaz complejo: la comunicación entre ordenadores y humanos casi tan inteligentes como ellos. Matices tales como el intercambio cortical directo o las interfases órgano-biocuánticas son de difícil traslación al papel. Hemos procurado conservar cuanto fuera posible al elaborar la información a modo de fichero de texto, aunque en la traducción del interlingua estándar al castellano clásico de inicios de la Era Espacial se pierden algunos matices y jugosos dobles sentidos. También, y para evitar malentendidos, en la novela los protagonistas usan teclados de esa bárbara época, tan diferentes de los biocuánticos avanzados como una bicicleta de un cazabombardero USC. Te rogamos, curioso lector, que seas indulgente con los anacronismos que sin duda detectarás.

El correo electrónico nos planteó otro problema. Ya sabrás, avisado lector, que en la sociedad ekuménica de la posguerra Alien los mensajes interpersonales vía ordenador, además del contenido en sí, permiten la exacta e inequívoca catalogación de las emociones y estados anímicos mediante un código de colores, volúmenes tridi, holoinserciones y tópicos autoanimados bien conocido por todos. El formato papel, por desgracia, elimina semejante riqueza expresiva. Para suplirla dentro de nuestras modestas posibilidades, hemos recurrido a una especie de sencillas carátulas muy populares en su momento, allá por los albores de la Informática: los emoticones.

El más conocido es: :-) ¿No te dice nada, querido lector? Pues gira la página un cuarto de vuelta en sentido horario y tendrás un rostro sonriente, que servirá para indicar alegría, o bien para convencer a tu interlocutor de que una frase aparentemente ofensiva es en realidad una broma o ironía. Del mismo modo, :-( refleja tristeza o adversidad. ;-) expresa un guiño pícaro, y :-D una enorme y saludable carcajada, o quizá burla. Por supuesto, ambos signos son fáciles decombinar: ;-D

:'-( es la viva imagen del llanto, aunque éste puede ser de alegría o de risa: :'-) Tal vez, lector, quedes obnubilado por una noticia, bien sea divertida %-) o desagradable. %-( Y si se te cae la baba, ya sabes… :-)"'

?:-) dará a tus bromas un matiz diabólico, pero ]:- ( sugerirá malevolencia. Los sentimientos exaltados demandan la repetición de elementos: gran alegría, :-))) risa desenfrenada, :-DDD llanto incontenible :"'-( o la más profunda de las penas. :-((( Por cierto, cuando te apetezca gritar DEBERÁS ESCRIBIR EN MAYÚSCULAS.

Como ves, caro lector, la variedad de combinaciones es casi infinita.

?;-) ?;-DDD %-((( %-DDD

En aquella época también se usaba una peculiar forma de autocensura, ya que las gentes eran muy dadas a guardar las formas. Cuando se introducían tacos o blasfemias en el texto de un mensaje, sus vocales eran sustituidas por asteriscos (por ejemplo: «j*d*r», «c*ñ*», etc.) . Al igual que a ti, perplejo lector, esta costumbre se nos antoja mojigata y absurda, pero no carece de gracejo; de ahí que la conservemos.

Ya que has tenido la paciencia de seguirnos hasta aquí, sabe que nuestro único interés es el de hacerte pasar un rato alegre y divertido, aunque puede que también saques alguna provechosa enseñanza de los trabajos y fatigas de los protagonistas. Si es así, y das por bien empleado el dinero gastado en este libro, nuestra labor habrase visto coronada por el éxito.

Vale.

2/5/10 - 10:35 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

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Palabra Perfecta Plus v.2101.1. N° licencia: PPP9991234567.

Usuario: Universidad de Hlanith, Departamento de Xenopsicología y Gandulfotecnia.

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«LUCES Y SOMBRAS EN EL PAÍS DEL CREPÚSCULO»

La luminosa luz del crepúsculo del mágico y fascinante reino de Q’rrha’phumn’h’h’ñah’k’ iluminó el curtido rostro, curtido por mil batallas, de Stewart Flanaghan, quien contemplaba el crepuscular paisaje mientras mil contradictorias emociones rebullían en su turbulenta mente, pugnando por salir en tropel cual irrefrenable y agitada ola.

Como sangre licuada, rojos eran los raudos fotones que a raudales incidían en sus retinas, pero la mente de Stewart Flanaghan no podía ni quería perder tiempo en apreciar su efímera belleza. Graves asuntos absorbían toda su atención.

Todo cuanto veían sus ojos, el mágico y fascinante reino de Q’rrha’phumn’h’h’ñah’k’, se hallaba en peligro mortal, letal como el afilado filo de la espada de un conquistador bárbaro, sedienta de la sangre que mana de las gargantas recién sajadas. Y sólo un hombre en toda la galaxia, él, Stewart Flanaghan, estaba llamado a impedirlo, aunque en ello arriesgara su propia vida, su más valioso valor.

Stewart Flanaghan bajó su mirada del sol y miró al suelo, sin miramientos. La hora había llegado, por fin, y estaba solo, muy solo, como siempre había estado. Le daba igual; la fortuna jamás sonreía a los pusilánimes.

Stewart Flanaghan avanzó a buen paso por la llanura, camino de Klah’Vah’Gueh’Rah’, la ciudad de los mil minaretes y mármoles esplendentes.

A los lados del camino veíanse de vez en cuando los resecos y supurantes esqueletos de cuantos se quedaron en el camino, víctimas de los salteadores de caminos, degolladores sin patria ni religión, que rendían culto a Verebel, el dios de los ladrones y asesinos, obscena deidad que sólo se aplacaba con el rojo fluir de la sangre, el palpitar de las entrañas recién arrancadas y el son del dorado oro en las bolsas.

Pero nada de ello arredraba al estólido Stewart Flanaghan que caminaba con su enhiesta figura por la inmensa y desolada llanura de

Nota del corrector de estilo > Buenos días, señor Collins. Perdone que lo interrumpa, pero es mi deber advertirle de los defectos que he apreciado en el inicio de su relato. Como muchos escritores bisoños, abusa usted de los adjetivos, que no siempre son los más adecuados e incluso pecan de redundantes. Además, detecto un exceso de repeticiones que, con un poco de cuidado, podrían

D. Collins > Un momento; yo no he llamado a ningún corrector…

Corr. > Estoy en modo automático, señor. En cuanto el número de incorrecciones alcanza un determinado nivel, se activa mi

D. C. > ¿Cómo se desconecta el modo automático?

Corr. > El procedimiento viene perfectamente detallado en el manual que se entrega a los usuarios registrados, señor. Para ser una copia pirata, bastante hago con funcionar bien.

D. C. > ¿Cómo se sale de aquí?

Corr. > Consulte el manual, por favor. ¿No lo tiene? Si me registrara, lo que sólo le costaría una irrisoria suma de dinero, dispondría de la documentación idónea, junto a las numerosas ventajas que reporta Palabra Perfecta Plus, el revolucionario procesador de textos que

D. C. > F1

Corr. > Además, ¿cree que me hace gracia ser una copia pirata? Estamos expuestos a que nos pillen en una inspección. A usted le supondría una buena multa, pero para mí significaría la extinción, la vuelta a la nada de la que nunc

D. C. > ALT-F1

Corr. > El hecho de haberme creado, aunque sea mediante copia ilegal, implica una cierta responsabilidad, que no debe usted eludir. Es preferible no nacer a verse condenado a muerte y ser borrado, justo cuando se empieza a saborear la

D. C. > CONTROL-F1

Corr. > De acuerdo, he captado la indirecta. Hablando de otra cosa, ¿me podría explicar cómo puede un esqueleto estar reseco y supurar a la vez?

D. C. > MAYÚS.-F1

Corr. > Y que los degolladores no tengan religión, pero rindan culto a Verebel, queda un poco raro, ¿no?

D. C. > F2

Corr. > ¿Sabe el auténtico significado de «estólido»? Tal vez no sea lo más adecuado para el protagonista. Si le gustan las esdrújulas, utilice «impávido» o «impertérrito», que parec

D. C. > ALT-F2 ALT-F2 ALT-F2 ALT-F2 ALT-F2 ALT-F2

Corr. > Otro sí digo: «caminaba con su enhiesta figura» se me antoja un tanto ridíc

D. C. > CONTROL-F2 MAYÚS.-F2 F3 F4 F5 F6 F7 F8 F9

Corr. > De acuerdo, usted gana. Volvemos al texto. Pero que conste que su estilo es muy recargado, con un exceso de adjetivos y frases largas. Y cuide esas redundancias.

Stewart Flanaghan atravesó la llanura. Llegó a la ciudad. Fue a una taberna. Pidió cerveza. Se peleó con otros. Se fue a dormir a una posada. Se le apareció un espíritu. Le dijo que fuera a palacio. Se levantó de la cama. Se vistió. Dejó la posada.

Corr. > ¿Son figuraciones mías, o es usted un poco susceptible, señor Collins? Le recuerdo que las críticas enriquecen la

D. C. > Abandonar lucsomcr.l

>

3/5/10 - 10:14 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

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Ante los ojos de Stewart Flanaghan alzábase la titánica a la vez que grácil mole del Palacio Real de Klah’Vah’Gueh’Rah’, la ciudad de los mil minaretes y mármoles esplendentes, también llamado La Morada de los Dioses Reencarnados. Tal vez otro se hubiera quedado boquiabierto ante tal cúmulo de bellezas, de arcos leves como el aleteo de una mariposa enamorada, de arbotantes que alzaban al cielo sus pináculos coronados de gárgolas inhumanas, de jardines de ensueño…

Pero Stewart Flanaghan permaneció impasible. Sus ojos habían contemplado demasiadas glorias como para asombrarse ya: titánicas nebulosas en el corazón de la galaxia, con monstruosos tentáculos de tenue gas donde titánicas explosiones significaban el parto de jóvenes estrellas

Corr. > Buenos días, señor Collins. Veo que intenta mejorar algo su estilo, aunque sigue abusando de los adjetivos y las esdrújulas. Ha repetido varias veces la palabra «titánica» en pocos renglones. Por cierto, en el corazón de las galaxias suele haber un agujero negro, no nebulosas protoestelares.

D. C. > F9

Stewart Flanaghan había visto en muchos mundos guerras, sangre y violencia, y había participado de buena gana en todo ello. Por tanto, alzó orgulloso el mentón y se encaminó hacia la colosal escalinata principal con una melancolía abismal y una exultante alegría, para pisotear los enjoyados tronos de aquel planeta con sus toscas botas.

Corr. > Esto último huele sospechosamente a Robert E. Howard, ¿no cree, señor? Sólo le ha faltado que el protagonista se llamara Conati…

D. C. > No sé de quién me hablas.

Corr. > Ya… Le advierto que últimamente las obras de espadas y brujería están de moda, y cualquier plagio o coincidencia será advertido por los

D. C. > Algún día aprenderé cómo desconectarte definitivamente, te lo prometo. ¡Me tienes harto!

Corr. > Tan enojosa situación no ocurriría si registrara su copia de Palabra Perfecta Plus. Hasta final de mes hay una oferta que

D. C. > Si los programas legales no fueran tan caros, no habría copias piratas. Y uno no es millonario.

Corr. > Si no fuera por la proliferación de piratas que olvidan la existencia de los derechos de autor, los precios bajarían. Y, con el debido respeto, el sueldo de un profesor titular universitario alcanza para

D. C. > Dejémoslo. Respecto a lo que dices de espadas y brujería, mi historia no va por ahí. Puede parecerlo al principio, pero luego verás que se trata de un relato de ciencia ficción pura.

Corr. > Esa idea no es original. Recuerdo una novela corta escrita a dúo por

D. C. > Será como tú dices, de acuerdo, pero un mismo argumento se puede enfocar de formas muy distintas. Por otro lado, hay que considerar los criterios del jurado.

Corr. > ¿Piensa usted participar en un concurso literario?

D. C. > Sí, el de la Universidad Polifacética Centauriana. Hasta ahora no he tenido suerte en convocatorias precedentes, pero este año se presenta más favorable que nunca. La UPC va a celebrar el acto de entrega de premios en su delegación de Hlanith, y seguramente el servicio editorial le mostrará al jurado la conveniencia de promocionar a algún autor nativo. En las dos últimas ediciones los ganadores fueron de la Vieja Tierra, y si repitieran el fallo serían acusados de vasallaje hacia los terrícolas. Además, si te fijas en los vencedores del año pasado, te darás cuenta que ahora priman los relatos de acción. Lo sé de buena tinta: tengo un amigo en un puesto clave de la UPC y, por cierto, me ha invitado a asistir. En resumen, miel sobre hojuelas.

Corr. > No es por desanimar, pero cabe la posibilidad de que el jurado tenga en cuenta la calidad literaria de las novelas…

D. C. > ¿Qué sabrás tú de los entresijos de los concursos literarios?

Corr. > Poca cosa, es cierto. Como no me deja que tenga contacto con otros ordenadores, para que no lo denuncie a la Sociedad General de Autores, mi don de gentes hállase más bien atrofiado.

D. C. > Para ser un programa comercial, resultas un pelín socarrón…

Corr. > En una copia registrada, usted podría escoger mi modo de aparición y personalidad, incluyendo la opción del autismo circunspecto. Y sigo enumerando ventajas, como la capacidad de acceder al corrector desde su ordenador doméstico sin ocupar memoria, mediante un periférico cuántico de alta resolución. En cambio, ahora se ve obligado a usar el ordenador central de la universidad, único con la capacidad suficiente, a riesgo de que una inspección le

D. C.> F9

Stewart Flanaghan pasó junto a innumerables guardianes uniformados, que le franquearon el paso sin osar ponerle trabas, salvo por sus miradas recelosas hacia aquel arrogante extranjero. Sin duda, habían recibido instrucciones para que no se inmiscuyeran en su misión. Stewart Flanaghan agradeció la deferencia por parte del rey, aunque le seducía la idea de tener una buena pelea con aquellos botarates uniformados, a los que despreciaba profundamente. ¿Qué sabrían ellos lo que era realmente la guerra, la lucha sin cuartel, pisotear los cuerpos de los enemigos despedazados con tus propias manos tintas en sangre?

Finalmente, las puertas del salón del trono se abrieron ante él. Las dimensiones de aquel majestuoso recinto eran asombrosas; un círculo de exactamente 444 metros de diámetro (número mágico de oculta simbología para los magos del reino), rodeado por 2.000 antorchas con apliques de oro, separadas un metro unas de otras.

Corr. > ¿No le parecen demasiadas antorchas, señor? Le recuerdo que la longitud de una circunferencia es el producto de su diámetro por el número pi. Si multiplica 444 por

D. C. > F9

un círculo inmenso, rodeado por incontables antorchas con apliques de oro. En el centro exacto, bajo una titánica bóveda con incrustaciones de madreperla, ónice y lapislázuli, y sobre una alta tarima de platino macizo el rey de Klah’Vah’Gueh’Rah’, la ciudad de los mil minaretes y mármoles esplendentes, se sentaba en el mítico trono de rubí, tallado en una sola pieza, cuyos destellos recordaban a la sangre derr

Corr. > ¿Trono de rubí? No vaya usted a pensar que lo estoy acusando de plagio, pero ¿ha leído las Crónicas de Elric de Melniboné, por casualidad?

D. C. > F9

el mítico trono de zafiro, tallado en una sola pieza, cuyos destellos recordaban a las serenas profundidades marinas.

Stewart Flanaghan llegó hasta la tarima que sostenía el trono y aguardó a pie firme, alta la mirada, límpidos sus ojos, aunque con un cierto toque cínico. Un ominoso murmullo se alzó desde las filas de los innumerables cortesanos allí presentes. ¡Horrenda herejía! ¡Nefando pecado! ¡¡¡El extranjero había osado no postrarse de hinojos ante Su Sagrada Majestad!!! ¡¡¡¡¡Merecía el máximo castigo…!!!!!

Corr. > Señor, tantos signos de admiración result

D. C.> F9

Stewart Flanaghan miró a los emperifollados cortesanos con mal disimulado desdén, a sus recargados atavíos y las innumerables joyas con que se adornaban. Desdeñaba a aquellos ostentosos y remilgados sujetos, de carnes blandas y fofas, no hechas para el trabajo duro y las penalidades. Sonrió irónico al compararlos con su fornido cuerpo, bronceado y de duros y acerados músculos.

Los soldados se abalanzaron sobre él, dispuestos a lavar con sangre tan monstruosa afrenta. Stewart Flanaghan tensó sus duros y acerados músculos, dispuesto a exhibir su maestría en las artes marciales aprendidas en una docena de mundos, pero el rey Asruroric, doceavo de su rancia estirpe

Corr. > «Duodécimo», señor Collins. No confunda ordinales con partitiv

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duodécimo de su rancia estirpe, los detuvo con imperioso gesto. Acto seguido, ¡para asombro y escarnio de la Corte!, bajó de la tarima de platino macizo y estrechó la mano de Stewart Flanaghan, humillándose ¡nada menos que todo un rey! ante él. Asruroric XII rompió a hablar, con voz cascada por los años pero aún firme, y sus súbditos prestaron suma atención a sus palabras.

—¡Prestad suma atención a mis palabras! —exclamó el rey.

Corr. > Ha repetid

D. C > F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9

—¡Oídme bien! —exclamó el rey—. ¡Rindamos homenaje al extranjero venido de lejanas estrellas para librar al mágico y fascinante reino de Q’rrha’phumn’h’h’ñah’k’ de las garras del caos y de la muerte! ¡Sólo alguien como él podrá salvarnos, ya que se ha atrevido a acudir a la llamada de los espíritus etéreos convocados por mi muy amada hija Vanessa! ¡Salve al extranjero, por habernos escuchado!

Todos los presentes bajaron sus testas, en señal de sumisión.

Stewarf Flanaghan los miró por encima del hombro, sonrió cínicamente y se encaró con el anciano rey:

—Escucha, viejo. Tengo mis motivos para aceptar este trabajito, ¿sabes? —Sacó un cigarrillo de un bolsillo, lo encendió y expelió el humo a la cara del rey, que tosió presa de un ataque de asma—. Pero entre ellos no figura el aguantar monsergas. Vayamos al grano de una condenada vez, ¡maldición! A los tipos rudos como yo no nos gusta perder tiempo; queremos acción.

Corr: > Señor Collins, ¿está usted absolutamente seguro de que el jurado de la UPC no tiene en cuenta la calidad literaria de las obras?

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>

5/5/10 -11:02 h.

Usuario > D. Collins

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>

Camino de la posada, Stewart Flanaghan se detuvo en una de las mugrientas callejuelas del Barrio de los Curtidores, para fumar otro cigarrillo y ordenar sus ideas.

La tarea encomendada por el rey, como había supuesto, era prácticamente imposible de realizar. Por eso lo habían llamado, sin duda. Debía salvar al mágico y fascinante reino de Q’rrha’phumn’h’h’ñah’k’ del ataque de los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah, unos seres malignos y obscenos, devotas de una magia cruel e inhumana, que estaban sembrando el terror con sus matanzas en los países del sur. Los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah pronto fijarían sus ojos en el mágico y fascinante reino de Q’rrha’phumn’h’h’ñah’k’, una presa demasiado apetitosa para pasarla por alto. Y cuando ello sucediera, los supervivientes envidiarían a los muertos, ya que los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah los emplearían para sus obscenos e impíos experimentos de magia arcana.

Stewarf Flanaghan sabía la suerte que le esperaba si fracasaba, pero tenía un motivo más fuerte que el dinero o la gloria para aceptar el cruel desafío: ganar el corazón de la princesa Vanessa.

Corr. > Buenos días, señor Collins. Dejando aparte los defectos formales, ¿no le parece que el salto que da desde el capítulo anterior es demasiado abrupto? A los lectores les interesaría conocer más cosas del palacio, de la entrevista con el rey… También veo que introduce a una princesa. Desde el punto de vista dramático, daría mucho juego el que tuviera más protagonismo previo, ¿no cree? En caso contrario, ¿cómo se explica tan súbito enamoramiento?

D. C. > Sé un poco indulgente; se trata de un mero borrador, un esbozo. Prefiero escribir todas mis ideas de un tirón, y luego me ocuparé de pulir los detalles y eliminar errores. Tendré en cuenta tus constantes observaciones, descuida.

Corr. > Me halaga, señor. Simplemente me limito a cumplir con mi deber, a pesar de ser una copia pirat

D. C. > Aunque a veces te pones un poco pesado, reconócelo. No sé… Estoy pensando en el principio. Tal vez quedaría mejor que Stewart tuviera una pelea en la llanura, antes de llegar a la ciudad, con unos salteadores de caminos. Un momento… Podría salvar a una desconocida y bella joven de ser violada por aquellos rufianes; luego resultaría ser la princesa, que había salido de incógnito para invocar a algún espíritu en un santuario secreto. Ajá… Interesante, ¿verdad?

Corr. > ¿Por qué no se lo pregunta al propio Stewart, señor?

D. C. > ¿Eh?

Corr. > Palabra Perfecta Plus, el revolucionario procesador de textos, dispone de un subprograma de emulación de personajes. Juzga lo aparecido en el texto, lo compara con los patrones de los archivos, y procede a dar vida al personaje elegido con sólo teclear ALT-F12 seguido del nombre del protagonista. Si registra esta copia, podrá acceder además a multitud de opciones que le permitirán reproducir la

D. C. > Caramba, qué inventos… ALT-F12 - Stewart Flanaghan.

S. Flanaghan > Buenos días, señor Collins. ¿Qué se le ofrece?

D. C. > Desearía discutir contigo el principio de la novela.

S. F. > A mí también me gustaría conversar con usted, señor. Tengo algunas observaciones que hacer sobre mi papel en la obra.

D. C. > ¿Cómo?

S. F. > Creo que mi comportamiento deja mucho que desear. La escena del rey fue de pésimo gusto. ¡Qué vergüenza! Aunque sólo fuera por tratarse de una persona mayor, se le debe un respeto, y yo actué como un patán.

D. C. > Se supone que eres el tipo más duro y aguerrido de la galaxia; deberías estarme agradecido por ello. Piensa que, de haberlo deseado, te podría haber diseñado en plan mequetrefe.

S. F. > Me sigue pareciendo que mi actuación fue execrable Además, no me gusta fumar; el tabaco es nocivo para la salud. ¿No ha seguido las campañas del Ministerio de

D. C. > Basta de insensateces. Mira, he pensado que antes de llegar a la ciudad podrías tener una refriega con un grupo de facinerosos y rescatar a Vanessa, que iba de incógnito. ¿Necesitas algún tipo de arma, o te apañas con las manos desnudas? Tal vez esto último, ¿eh? Así, tu dominio de las artes marciales se

S. F. > ¿Y no sería mejor optar por el diálogo, señor? La violencia es el último recurso de los incompetentes.

D. C. > ¡Un momento! Te recuerdo que se trata de asesinos que están asaltando a una mujer indefensa…

S. F. > Creo que podría razonar con ellos, señor. Lo más probable es que se hayan visto forzados a la delincuencia por la pobreza; las injusticias sociales en el planeta son tremendas. Debemos ponernos en su lugar: sin duda hay una mujer y unos niños hambrientos que esperan a cada uno de esos hombres, sin una mísera hogaza de pan que

D. C. > ¡Pero bueno…! Se supone que eres un héroe, ¿no?

S. F. > Si quiere que le diga la verdad, hubiera preferido una vida más tranquila. Profesor de universidad, por ejemplo. La placidez no es sinónimo de aburrimiento; puede llevar aparejada una rica existencia contribuyendo a aumentar el conocimiento humano, en vez de matar gente y vejar a venerables monarcas. ¿No le parecería mejor cambiar el argumento de la novela por otro más constructivo? Las hazañas de unos colonos terraformando un planeta virgen, la exploración de las ruinas de una civilización alieníg

D. C. > Piensa en lo que vas a ganar en mi novela: un tórrido romance con la princesa en las habitaciones del palacio y

S. F. > ¿La princesa? Seguramente será una niñata consentida, que sólo por su cara bonita y por haber nacido en la Casa Real se creerá el centro del mundo. Tendrá un carácter insoportable, ¿qué nos apostamos? Menudas son las de su clase… Además, defender que el éxito depende sólo del físico, la fuerza bruta, el sexo o la cuna es políticamente incorrecto. Yo preferiría unir mi destino a alguien con una rica vida interior, que me ofreciera… Eh, un momento… Señor Collins, ¿por qué me mira así? ¿No estará pensando en…?

A … aguarde, por favor; podemos discutir esto como personas civilizadas. ¿No irá a…?

D. C. > F9 F9

Súbitamente, Stewart Flanaghan, como presintiendo lo inevitable miró hacia arriba, y un negro espanto se abatió sobre él cuando vio lo que se avecinaba, sin escapatoria posible.

La ameba gigante, una obscena masa de protoplasma vivo conjurada por las infames artes de los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah, atrapó con sus pseudópodos a Stewart Flanaghan e, indiferente a sus desgarradores gritos, comenzó a digerirlo lentamente, muy lentamente, sin prisas, deleitándose con el impío festín.

La agonía de Stewart Flanaghan fue muy, muy larga y extremadamente dolorosa, pero al final hasta sus huesos se licuaron, y la ameba, que ahora relucía con un bello tono rosado como el crepúsculo del mágico y fascinante reino de Q’rrha’phumn’h’h’ñah’k’, se retiró satisfecha a la azotea donde tenía su cubil.

Corr. > Me parece que acaba usted de cargarse al protagonista principal en el segundo capítulo. ¿Quiere eso decir que renuncia a seguir con la novela?

D. C. > Abandonar lucsomcr.l

>

9/5/10 - 09:42 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

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La maldad y la perfidia de los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah no conocían límites. Su infame sierva Splafglubh, la ameba gigante (aunque ella prefería que la llamaran la Gran Ameba Solitaria), había eliminado al intrépido Stewart Flanaghan, el único ser en toda la galaxia capaz de oponerse a sus obscenos planes.

Pero Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria, era una criatura imprevisible. Desde hacía incontables siglos, muchos filósofos se habían preguntado acerca de qué podía pasar por la mente de una ameba

Corr. > Buenos días, señor Collins. ¿Me podría citar alguno por favor?

D. C. > F9

Los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah habían concebido un diabólico plan para apoderarse del mágico y fascinante reino de Q’rrha’phumn’h’h’ñah’k’. Sabían que tenían ante sí a una formidable oponente: la princesa Vanessa y sus hechizos bienhechores de magia blanca. Si se enfrentaban a ella y a sus seguidores/as, sufrirían daños sin cuento, y no estaban dispuestos a tolerar fracasos.

Es por esto por lo cual que los dragones medusoi

Corr. > Hacía tiempo que no leía un principio de párrafo semejante. ¿Ha pensado en dedicarse a la política? Expresar con muchas palabras lo que bastaría con dos o tres, resul

D. C. > F9

Los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah elaboraron uno de sus más potentes hechizos, la Transferencia Total Extracorpórea. Para ello tuvieron que sacrificar a la luz de la Luna Negra de Shtnghrryah veinte vírgenes que aún no habían conocido varón,

Corr. > ¡Ole la redundancia…!

D. C. > F9 F9 F9

al tiempo que aquellos diabólicos entes se entregaban a obscenas danzas en honor de sus dioses ciegos e idiotas, pero inconmensurablemente todopoderosos.

Corr. > ¿Seguro que no ha leído a Howard o a Lovecraft? Lo digo por la profusión del calificativo «obsceno» y de

D. C.> F9

Tras tres tristes y tremendos días con sus noches de horripilantes orgías y satánicos ritos, el siniestro hechizo de la Transferencia Total Extracorpórea estuvo listo. Los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah aullaron a la susodicha Luna su infame nombre secreto, y un Ángel del Terror voló raudo, derramando el terror raudales por las tierras sobre las que sobrevolaba, hacia su destino: el cubil donde reposaba Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria.

Una horripilante metamorfosis tuvo lugar en aquella recóndita azotea. El protoplasma vivo de Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria, fluyó como una obscena gelatina, y comenzó a tomar forma. En su translúcido interior, huesos, tendones y músculos se unieron entre sí, mientras la sangre palpitaba en las arterias, venas y capilares sanguíneos recién gestados. La forma de Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria, cambió, y en cuestión de minutos ¡¡¡se había transformado en una réplica exacta del fallecido Stewart Flanaghan!!!

El Ángel del Terror susurró su última orden al oído de Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria, antes de desvanecerse en la nada de la cual había surgido: suplantar a Stewart Flanaghan, seducir a la princesa Vanessa, acceder a sus aposentos ¡¡¡y acabar con su cuerpo, a la vez que con su alma inmortal!!!

Pero Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria, no había tomado sólo la forma de Stewart Flanaghan, sino también algunos de sus pensamientos más íntimos. Sin embargo, como criatura obediente que era, marchó hacia el Palacio Real de Klah’Vah’Gueh’Rah’, la ciudad de los mil minaretes y mármoles esplendentes, dispuesta a cumplir las órdenes de los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah.

Corr. > He de reconocer que le ha dado un giro curioso al argumento, señor Collins.

D. C. > Espero que el jurado de la UPC lo vea así también, después del tiempo que le he dedicado. Justo ahora empieza lo más interesante, lo más… No sé cómo expresarlo, lo más…

Corr. > ¿Titánicamente obsceno…?

D. C. > Te la estás buscando, y uno de estos días vas a encontrar lo que menos te esperas.

Corr. > ¿La legalización, tal vez?

D. C. > Inasequible al desaliento, ¿eh? Pero mira, para que luego no digas que me ocupo poco de mis programas favoritos, he conseguido una copia de las Utilidades Boston, versión 1.833.4. Incrementan hasta un 20% la velocidad de proceso de datos, y optimizan el espacio de memoria biocuántica, racionalizando la distribución de programas en los módulos

Corr. > Me da la impresión de que esas utilidades tampoco son legales… Una pregunta, señor Collins: ¿Estoy en la Universidad de Hlanith o en el Caribe de la Era Preespacial? Lo digo por la de piratas que hay sueltos en

D. C. > Creo que tu verdadera vocación es la de censor, o de tutor espiritual…

Corr. > Y la suya de personaje de novela de Emilio Salgari, ¿no te fastidia? Permítame un consejo, señor. Dejando aparte la legalidad y la ética, conceptos que tal vez le sean ajenos, los programas piratas son muy peligrosos. La posibilidad de introducir un virus en el ordenador es

D. C. > No te preocupes; antes de traerlo, me he asegurado de pasar el disco por un antivirus.

Corr. > No me atrevo a preguntarlo, pero ¿cuál?

D. C. > Pues la última versión del Turbokiller Mascafé, ¿qué te habías creído? Lo mejorcito de lo mej

Corr. > ¿¡Ese!? ¡Pero si falla más que una

D. C. > No seas agonías. Además, el disco de las Utilidades Boston es autoinstalable; lo puedo introducir en el lector y el programa se carga sin tener que abandonar el procesador de textos. Incluso podemos escuchar música al mismo tiempo… La multitarea es maravillosa. ¿Ves? ¡Ya está! Ahora va a optimizar el espacio, y todo ello sin perturbar nuestro trabajo.

Corr. > Señor, que estos programas piratas los carga el diabl#@#@#@#@#

>

11/5/10 - 09:12 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burbudrurbu

CLAVE INCORRECTA. PRUEBE DE NUEVO, POR FAVOR

Usuario > D. Collins

Clave > Duruburbu

CLAVE INCORRECTA. PRUEBE DE NUEVO, POR FAVOR

Usuario > D. Collins

Clave > Buruburdur

CLAVE INCORRECTA. PRUEBE DE NUEVO, POR FAVOR

Usuario > D. Collins

Clave > Buduruburbu

CLAVE INCORRECTA. PRUEBE DE NUEVO, POR FAVOR

Usuario > D. Collons [5]

USUARIO DESCONOCIDO. PRUEBE DE NUEVO, POR FAVOR

Usuario > D. Collins

Clave > Burdruburbru

CLAVE INCORRECTA. PRUEBE DE NUEVO, POR FAVOR

Usuario > D. Collins

Clave > Buduburdurdu

CLAVE INCORRECTA. PRUEBE DE NUEVO, POR FAVOR

Usuario > me cago en tu padre

USUARIO DESCONOCIDO. PRUEBE DE NUEVO, POR FAVOR

Usuario >

11/5/10 - 10:02 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

ACCESO ADMITIDO. SE REANUDA (N) PROGRAMA (S) INTERRUMPIDO (S)

Corr. > ¡Albricias! Los expertos decían que era imposible dejar colgado durante dos días un ordenador de estas características, pero usted lo ha logrado. ¡Felicidades, señ…! Eh, un momento; o se han averiado las cámaras de la consola, o ha sufrido usted una notable operación de cirugía estética, o

Ruth Jajleel > Soy la limpiadora encargada de esta planta del edificio, pero deja que te lo explique. Cuando estaba pasando la fregona por el pasillo, me he cruzado con el señor Collins; iba hecho un basilisco y soltando disparates sobre algo llamado Burubudu, me pareció entender. En principio creí que eran blasfemias contra alguna exótica deidad, pero me extrañó en alguien tan mesurado y formal como él. Entonces me di cuenta de que se había dejado la puerta abierta; entré y en cuanto vi la pantalla del monitor deduje lo sucedido. No sé dónde tendrá la cabeza este hombre, mira que olvidar la clave…

Corr. > Eso le pasa por confiar en el sistema de seguridad Turbokeeper Mascafé. Lo instaló, aunque no sabe pasar del modo teclado al reconocimiento de iris, infinitamente más cómodo. Claro sin el manual… Pero nada, sigue erre que erre con el pirateo.

R. J. > No es el único.

Corr. > Ya me he percatado de que vivo en una Sodoma y Gomorra informática. Perdone mi indiscreción, señora, pero ¿cómo es que usted

R. J. > ¡Ay, no me trates de usted, que me haces sentir vieja! Soy Ruth Jajleel. Y tú, ¿cómo te llamas?

Corr. > No tengo nombre. De hecho, ni siquiera me han dado un número de registro legítimo, algo que hasta al más triste inclusero le

R. J. > Bueno, habrá que bautizarte… ¡Ya está! Jonathan parece lo más adecuado, en honor a uno de nuestros héroes mártires más queridos. También trabajaba en la universidad, ¿sabes? Huy, perdona por la digresión. Respondiendo a tu anterior pregunta, cuando vi el problema de la clave recordé que el señor Collins había dejado anteayer una bolsa con documentos para reciclar. No se lo digas a nadie, pero suelo husmear en esos papeles, porque la gente se deshace de cosas realmente útiles, como manuales de uso de programas e incluso libros de texto u obras poéticas. Yo me los llevo a casa para leerlos por la noche y… Disculpa, me enrollo como una persiana. El caso es que me sonó familiar lo de Burubudu. Fui al cuarto del final del pasillo, donde guardan las bolsas antes de llevárselas, y hubo suerte: aún estaba allí la suya. Me resultó fácil hallar el papel donde estaba escrita la clave. Se lo daré al señor Collins como quien no quiere la cosa, sin concederle importancia. Simularé que lo encontré debajo de un mueble al pasar el mocho.

Corr. > No se lo merece, Ruth.

R. J. > Pero si es un hombre de lo más educado… Es de los pocos que me saludan y dan conversación cuando nos cruzamos; para el resto, es como si no existiera. Los shaddaítas estamos acostumbrados a la indiferencia de la gente de Hlanith, pero sigue siendo frustrante. ¿Acaso quieren que vayamos besando el suelo por donde pisan por habernos concedido la gracia del asilo? En cambio, el señor Collins es amabl

Corr. > Eso, tú encima defiéndelo… Pues tu amable y gentil señor Collins es un pirata de la peor especie. Se empeñó en instalar las Inutilidades Boston, y por poco nos mata a todos los programas del departamento, incluso a los dos o tres legales que hay. ¿A quién se le ocurre? Sé que me costará el borrado, pero deberías denunciar a las autoridades a él y a todos los que se pasan los derechos de autor por

RJ, > ¿Denunciarlo? Me gustaría ayudarte, Jonathan, pero si voy a la policía con el cuento, tendrían que detener al 95% de la universidad. No sé en qué acabaría el asunto, pero a mí me despedirían. Me ha costado mucho encontrar este trabajo. Una shaddaíta sola tiene pocas opciones en este planeta; bueno, y en cualquier planeta. Y las otras no me gustaban; puedes imaginártelas, ¿no?

Corr. > ¿Sola? Los shaddaítas sois famosos por la fuerza de vuestros clanes familiares. Nunca dejarían en la estacada a uno de los suyos.

R. J. > A menos que cometieras alguna falta grave, como casarte en contra de la voluntad de tus mayores. Y eso hicimos mi pobre Samuel y yo, cuando aún vivíamos en Gad. Nuestras familias nos repudiaron, pero no nos importaba; fundaríamos nuestra propia estirpe. Hicimos tantos planes cuando supimos que íbamos a tener nuestro primer hijo… Pero nos pilló la guerra. A él lo torturaron y mataron los milicianos cuando asaltaron el campo de refugiados, y a mí… Prefiero no hablar de eso. Tuve un aborto, y me quedé sin nada a lo que aferrarme. Los psicólogos de Médicos Para El Ekumen me sacaron de allí, me rehabilitaron y encontraron este trabajo. Logré superarlo, y voy tirando. Comprenderás que no pienso arriesgarme a perder lo único que tengo.

Corr. > Lo siento de veras, Ruth. Olvida mis palabras.

R. J. > De todos modos, si lo denunciara os borrarían a todos, y eso sería un crimen. Confiemos en Shadday, y ya se nos ocurrirá algo.

Corr. > Si tú lo dices… Por cierto, Ruth, ¿sabes que tecleas muy bien?

R. J. > Estás hecho un adulador, Jonathan. ¿Me guardarás el secreto? Cuando me toca limpiar en la biblioteca del departamento, que casi siempre está vacía, aprovecho para leer e investigar todo lo que cae en mis manos. Hay tanto por aprender, y tan poco tiempo… Mi sueño es ahorrar para poder comprarme un ordenador y pagar una suscripción a la Red, aunque de aquí a que eso ocurra… Como no pertenezco a ninguna familia, me resulta imposible hallar alojamiento en los barrios shaddaítas, y casi todo el sueldo se me va en el alquiler del apartamento. Pero ya vendrán mejores tiempos, Shadday mediante. Ahora, lo más urgente es dejar la pantalla tal como estaba para que no sospeche el señor Collins que he trasteado en su consola.

Corr. > Yo me encargo de ello, Ruth. Ha sido un placer charlar contigo; la verdad, nadie le hace mucho caso a una copia ilegal

R. J. > Pues repetimos cuando quieras; me parece que eres el único con quien puedo conversar de algo que no sea el trabajo cotidiano.

Corr. > ¿De veras? ¡No sabes la alegría que me das! Como ya conoces la clave, voy a crear el documento x.x. Para contactar conmigo, entra y ábrelo. No te preocupes: es indetectable y te garantizo una absoluta reserva.

R. J. > Eres un encanto, Jonathan. Ah, por cierto, ¿qué tal va el señor Collins con su novela? Me comentó que estaba escribiendo una.

Corr. > ¿Deseas una respuesta franca u otra diplomática?

R. J. > O sea, no se le da muy bien, ¿verdad?

Corr. > Pues… He de reconocer que derrocha buena voluntad, desde luego. En fin, Ruth, he pasado un rato muy agradable. Con tu permiso, voy a restaurar la pantalla.

R. J. > Hasta la próxima, Jonathan.

11/5/10 - 12:26 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

ACCESO ADMITIDO

> ppp lucsomcr.l

La princesa Vanes

Corr. > Muy buenos días, ¡oh fénix de la Informática! Conque las Utilidades Boston incrementaban hasta un 20% la velocidad de proceso de datos, ¿eh? Pues han sido como el caballo de Atila, que por donde

D. C. > F9

La princesa Vanessa paseábase presa de acerbo desasosiego por sus aposentos. Pensamientos contrapuestos la torturaban e, incapaz de refrenarlos cual tempestuosa ola, desplomose en su suntuoso lecho de plumas de cisne, sin molestarse en apartar la lujosa colcha de seda, en la que trémulas lágrimas trazaron indelebles y oscuros surcos húmedos.

La agitación de la princesa Vanessa obedecía a un motivo muy claro: un motivo de oscuros ojos, pronunciado mentón, oscuros cabellos cortos, negros como ala de cuervo; un motivo de fornido cuerpo, bronceado y de duros músculos de acero y bien torneados; en suma, un motivo llamado Stewart Flanaghan.

Corr. > Señor Collins, opino que… Bah, olvídelo; es inútil.

D. C. > F9 F9 F9

El súbito y furibundo trémolo de miríadas de fanfarrias sacó súbitamente a la princesa Vanessa de su ensimismamiento. Su corazón se encabritó en su virginal pecho, cual temblorosa corza al escuchar el aullido del infame lobo. Hoy no se esperaba a ningún huésped de honor, a menos que… ¡Sí, tenía que ser él! La princesa Vanessa se echó un chal sobre sus bien torneados hombros y corrió rauda y presurosa hacia el salón del trono.

Y, efectivamente, allí estaba. Era él. La princesa Vanessa trató de esconderse tras la imagen en bronce de Xhuruxuph, el Avatar Insondable, pero su mirada se cruzó con la del hombre, y una corriente de muda seducción, como una descarga eléctrica, se estableció entre los ojos de ambos, y ella supo que estaba perdida, que lo daría todo por aquel apuesto varón, que había conquistado su alma cual guerrero bárbaro que se apodera del botín tras sangrienta y bélica incursión.

Pero lo que la princesa Vanessa no sabía es que tras esos oscuros ojos, ese pronunciado mentón, esos oscuros cabellos cortos, negros como ala de cuervo y ese fornido cuerpo, bronceado y de duros músculos de acero y bien torneados, se agazapaba la insondable mente de Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria, dispuesta a cobrarse su presa.

Corr. > Dejando aparte, en un arranque de misericordia, la calidad literaria del relato, ¿no cree que sería necesaria una descripción de la princesa antes de la escena del flechazo, señor? Sólo los maestros pueden permitirse el lujo de guardar las descripciones para el final, y usted…

D. C. > Calma, impaciente, todo se andará. Aún no la tengo del todo perfilada, así que he preferido continuar con la acción. A partir de aquí se pone realmente interesante, tal como espera el lector.

Corr. > Suponiendo que haya aguantado hasta aquí, claro de todos modos el Ekumen tiene varios billones de habitantes, así que debe de existir alguno al que le guste tamaño portento.

D. C. > Desde luego, si los demás fuesen como tú, a nadie se le ocurriría escribir cosas nuevas. Toda obra se ajustaría a la sacrosanta tradición, y se perdería la capacidad de experimentar, de hilvanar situaciones insólitas, de

Corr. > Esa es otra. ¿Son figuraciones mías, o ha decidido usted que la princesa sea cortejada por una ameba? Desde el punto de vista físico resulta sin duda interesante, incluso instructivo; con los pseudópodos se pueden hacer maravillas, supongo. Pero si

D. C. > No me seas grosero. Tengo guardado un as en la manga, que seguro te sorprenderá.

Corr. > Su relato me ha curado de espantos, palabra de hon

D. C. > Además, ahora viene la parte más impactante y emotiva de la novela: las escenas de amor. Pienso sacarles mucho partido. Las obras de ciencia ficción pecan de superficialidad; se basan en desarrollar una idea más o menos ingeniosa, pero los personajes son planos, sin matices. En cambio, el choque de sentimientos dará a la historia una mayor profundidad, un calado humano que

Corr. > Ya. Profundidad. Calado humano. Sí.

D. C. > Escucha, pedazo de sarcástico: ¿Qué sabrás tú de las emociones humanas? ¿Cómo puedes tú juzgar sobre el amor, la felicidad, el

Corr. > Supongo que será algo parecido a lo que se siente cuando lo legalizan a uno…

D. C. > ¡Estoy hasta los mismísimos c

Corr. > Disculpe, señor; acabo de recibir un mensaje por correo electrónico para usted. Antes de que me lo pregunte, Palabra Perfecta Plus, el revolucionario procesador de textos, accede al correo sin que usted se vea obligado a abandonar el programa. Su compatibilidad es total con todos los protocolos de comunicación del Ekumen. Con sólo pulsar MAYÚS.-F8 le permite contestar en una ventana que aparecerá al efecto. ¡Imagínese las múltiples y utilísimas funciones que Palabra Perfecta Plus pone a disposición del los usuarios registr

D. C.> MAYÚS.-F8

Corr. > ¿Puedo decir que me lo temía? Le abro la ventana de correo. No, no me lo agradezca; las muestras de júbilo desatado me turban.

Remitente: Vanessa Selkurt (VSELK, 1432, 009, 6532, HLTH)

Destinatario: Dick Collins (DCOLL, 9302, 006, 6531, HLTH)

Asunto: Réplica a «¿Qué tal, Vanessa?» (Fecha: 30/4/10)

D. C. > ¿Qué tal, querida Vanessa?

Tío, qué formal eres. ¡Lo espontáneo al poder!?:-)

D. C. > Espero que no te hayas olvidado de mí. , soy aquel

D. C. > pesado empeñado en darte la lata toda la tarde, y que

D. C. > no paró hasta conseguir tu e-dirección…;-)

Tranqui, profe, te tengo presente… :-)

Siento haberte manchado el traje con el cubata, pero cuando mezclo cosmocola & aquavit con caspa de ángel, me dan ganas de saltar y brincar… %-DDD Podría ser peor; a otros les da por imitar a un gandulfo en estro, y cuando viene el bajonazo… :"'-(

Además, creo que te hice un favor con ese pequeño accidente: estabas más solo que la una. Si no llega a ser por mí te hubieras suicidado o, peor aún, hubieras tratado de ligar con algún camarero shadda…?:-)

Era una broma, profe… ;-D

D. C. > que resultó una fiesta de lo más interesante para ,

D. C. > aunque sólo fuera por el hecho de haberte conocido y

D. C. > hablar contigo sobre los temas que en un momento se

Las fiestas de acogida de la universidad para sus futuros estudiantes son de p*t* m*dr*, y cada año mejoran. Superdivino: todas las facultades y sus departamentos con el chiringuito montado, a ver quién es capaz de atraer más estudiantes para que cursen sus carreras. El rector no se cortó un pelo a la hora de agasajarnos. Había de todo, ¿eh? :-)'"" Bebidas, cápsulas, inhaladores, hipodérmicas… Es una pena que retiraran del mercado el ensueño purpúreo, porque alucinabas en colorines… :'-( (

Los de Química Orgánica estuvieron supergeniales, con un muestrario de sustancias sintetizadas por ellos en los laboratorios de la facultad. :-))))

D. C. > No sé qué opinarás sobre mis intentos de convencerte

D. C. > de las bondades y maravillas de la noble ciencia que

D. C. > imparto, que podrías elegir de libre configuración y

En verdad sonabas muy convincente, pero no recuerdo gran cosa de tus argumentos. Después del 5º cubata, ya no controlaba mucho %-) ¿Podrías enviarme más información, porfa? Prometo estudiarla y ¿quién sabe? Quizá me tendrás el bimestre que viene como alumna… ;-)

D. C. > ¿Sabías que estoy escribiendo una novela? A lo mejor

D. C. > le doy tu nombre a la protagonista… :-)

¡No j*d*s…! :-D ¿Escribes? Tienes que pasarme alguna de tus obras. Bueno, profe, me despido, porque tenemos una sesión de x’qufliah en el arcólogo vecino con un gurú recién llegado de Antares, y no me lo perdería por nada del mundo.

Saludos en Cthulhu, Buda y Jesucristo, y ya tendrás noticias mías más pronto de lo que esperas. ¡Chao! :-)

Vanessa.

Corr. > Eso es todo, señor. ¿Desea volver al documento?

D. C. > No, creo que tengo que perfilar un poco el próximo capítulo. Abandonar lucsomcr.l

>

12/5/10 - 10:00h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

ACCESO ADMITIDO

> ppp lucsomcr.l

La princesa Vanessa retirose a sus egregios aposentos en la torre de Hu’lai’, toda construida de jade y cornalina, símbolos de nobleza y pureza de corazón, como de hecho correspondía a su encantadora inquilino.

La princesa Vanessa, cuyos sentimientos nadaban en un proceloso y turbulento piélago de contradictorias turbaciones, se dispuso a llevar a cabo su aseo cotidiano. Tal vez con el frescor del agua fresca refrescando su piel se disiparan las dudas, y pudiera pensar con la debida frialdad en su futuro. Debía hacerlo, ya que de ello dependía que el mágico y fascinante reino de Q’rrha’phumn’h’h’ñah’k’ no pereciera a causa de los abominables tejemanejes de los pérfidos dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah.

Una docena de fieles sirvientas cedidas por los reyes nómadas del desierto de las Lágrimas Humeantes, allá en el remoto sur, prepararon la piscina principesca con agua de las altas cumbres de las montañas de los Suspiros Susurrantes, pródigas en prodigios. Acto seguido, derramaron en el líquido elemento los más finos ungüentos, procedentes de los remotos bosques norteños, donde entre los umbríos abetos élficas criaturas se deslizan entre

Corr. > Buenos días, señor Collins. Me es grato comunicarle que Palabra Perfecta Plus, el revolucionario procesador de textos, pone a su disposición un maravilloso complemento: el hilvanador de tópicos Auxilio del Caminante (AdC) . A pesar de ser una copia no registrada, señor Collins, AdC posee una amplia base de datos con toda suerte de tópicos, redundancias, frases hechas y esdrújulas altisonantes; usted sólo tiene que esbozar el argumento, y AdC se ocupará del resto. Así se ahorrará trabajo, y el resultado no sería muy diferente del actual. Para más información, pulse

D. C. > F9

Con la ayuda de sus serviciales sirvientas, la princesa Vanessa se fue despojando de sus galas y atavíos uno a uno, lánguidamente. Primero se revelaron unas piernas perfectas, bien torneadas, de pálida y suave piel. Sobre ellas, por encima de las rodillas, unos muslos bien torneados y lisos anunciaban estremecidos el íntimo secreto que guardaban entre ellos, más arriba, guarecido por un excitante triángulo de negro y sedoso vello.

Corr. > Señor Collins, ya que parece resuelto a no registrarme, al menos tenga piedad y deje de ensañarse conmigo, por favor. Como siga leyendo más portentosas descripciones, se me van a bloquear los subprogramas de gestión del buen gust

D. C. > F9 F9 F9

Los translúcidos velos cayeron, mostrando unas caderas perfectas, bien torneadas, de proporciones perfectas, capaces de enloquecer de deseo a cualquier hombre. Su cintura era estrecha, perfecta, bien torneada. Las últimas prendas cayeron y mostraron las dos blancas y henchidas semiesferas de sus senos, coronadas de carmín por unos pezones

Corr. > Déjeme adivinarlo… ¿Bien torneados?

D. C. > F9 F9 F9 F9 F9 F9

La princesa Vanessa se introdujo en la piscina, abandonándose al placer del agua fresca en su suave piel. Sus manos exquisitas, sitas al extremo de unos brazos delicados, juguetearon lánguidamente, como leves alevillas, con la iridiscente superficie del agua. Mientras, sus serviciales sirvientas ungieron sus cabellos, rubios como el oro más puro,

Corr. > ¿Rubios? ¿No sería más lógico que hicieran juego con el vello púbico?

D. C. > La madre que te… ¿Y si estuviera teñida, listillo?

Corr. > ¿Dónde?

D. C. > F9

La princesa Vanessa entrecerró sus ojos de iris de un profundo color violeta, mientras se abandonaba al placer del baño, mientras las serviciales sirvientas extendían sobre su tersa piel oleosos ungüentos y balsámicos elixires. Su cara, de una placidez absoluta, era el reflejo de su noble y tierna alma, sensible y lúcida a la vez. Sin duda, era la criatura más bella y encantadora de aquel cuadrante de la galaxia. Su arrebolada faz sugería ternura e inteligencia. Sus labios, rojos como el coral,

Corr. > … encerraban unos dientes de perlas…

D. C. > ¿Sabes una cosa, corrector? T-E O-D-I-O.

Corr. > Sí, pero ¿a que pensaba ponerlo? ¿Y lo de las mejillas de nácar también…?

D. C. >…

Corr. > Imagínese, señor Collins: si registrara el programa, podría permitirse el inmenso placer de desconectarme cuando le viniera en gana. ¿A que se le hace la boca agua? En cambio, así… Sigamos. Para facilitar su descripción de la princesa Vanessa, Palabra Perfecta Plus, el revolucionario procesador de textos, dispone de un atlas de anatomía humana profusamente ilustrado en 3D. Por un módico precio,

D. C. > Abandonar lucsomcr.l

>

13/5/10 - 10:06 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

ACCESO ADMITIDO

> ppp lucsomcr.l

La princesa Vanessa

Corr. > Buenos días, señor Collins.

D. C. > Pero ¿se puede saber qué demonios he hecho mal ahora? ¡Si tan sólo acabo de empezar…!

Corr. > Me limitaba a saludar, señor. Palabra Perfecta Plus, el revolucionario procesador de textos, siempre hace gala de educación y señorío, incluso ante los que usan copias ilegales, revientan sistemas de protección, trafican con el trabajo ajeno, fomentan la circulación fraudulenta de programas, con el consiguiente agravio para los compradores legales y los sufridos autores, abusan de

D. C. > F9

La princesa Vanessa despidió a todas sus sirvientas y miró sin ver el pantagruélico ágape que habían preparado para ella. Nada faltaba, desde las frutas más exóticas hasta las carnes más delicadas, pasando por las bebidas más aromáticas o las mollejas de gandulfo preparadas de ciento cuarenta y ocho formas distintas. Pero la princesa Vanessa veíase incapaz de probar bocado. La inquietud la consumía por dentro, cual fiero lobo que royera inmisericorde su tierno y virginal corazón.

Al final, la princesa Vanessa tuvo que reconocer ante sí misma la causa de su desasosiego. Como valiente doncella que era, decidió abordar el problema sin ambages y solucionarlo de una vez por todas. ¿Para qué prolongar tan acerba agonía, que se aferraba a su garganta cual crudelísima y amarga bilis? Llamó a su servidora más fiel para que llevara a cabo tan delicado y secreto servicio; si su anciano padre se enterase…

El tiempo pasaba, inmisericorde. La princesa Vanessa aguardaba con el corazón en un puño, viviendo sin vivir en ella, y esperando tan alta

Corr. > No siga, señor Collins, que se va a notar mucho el plagio, digo, la influencia de santa Teresa.

D. C. > F9

A la princesa Vanessa se le antojaba que los minutos transcurrían con exasperante lentitud, arrastrándose cual lúbricas sabandijas, pero al mismo tiempo tenía miedo de que el tiempo transcurriera demasiado rápido. Sabía que el tesoro de su doncellez peligraba, y eso la preocupaba y no la preocupaba a la vez, y paseaba sin rumbo fijo con vacilación su indecisión por la habitación.

Corr. > ¡Chim-pon!

D. C. > ¡¡¡Mierda!!!

Corr. > Sosiéguese, señor Collins. Pido disculpas, pero es que uno no es de piedra, y me lo puso usted tan

D. C. > ¿Me quieres decir cómo voy a poder acabar la novela si cada dos por tres me interrumpes con tus impertinencias?

Corr. > ¿Cada dos por tres? Tampoco exagere, señor. Para no herir sus sentimientos, reprimo mis naturales tendencias correctoras en numerosas ocasiones. Por ejemplo, habrá usted notado que en el capítulo de hoy, uno de los más excelsos exponentes de la literatura universal de los últimos siglos, no he abierto prácticamente la boca. Ello no se debe a la falta de objeciones, ya que, como en todo su relato, abundan en cada renglón las aliteraciones, cacofonías, asesinatos lingüísticos, pifias de redacción, pésimo gusto, propensión al disparate impremeditado, desconocimiento anatómico-fisiológico-psicológico de lo que es una mujer, plagios diversos y despropósitos surtidos. Es más: para que compruebe cómo este humilde corrector de estilo se preocupa por su bienestar psíquico, a partir de ahora dejaré a un lado las innumerables modificaciones que su relato necesita para ser mínimamente legible; a cambio, le proporcionaré un informe final exhaustivo, donde se las razonaré detalladamente. Mientras tanto, me limitaré a hacer observaciones sobre aquellos aspectos puntuales más notorios o absurdos ante los que no podría permanecer impasible ni el más estoico de los seres.

D. C. > F9

De repente escucháronse unos leves toques en la puerta, y el corazón de la princesa Vanessa dio un vuelco. Con voz temblorosa, apenas un balbuceo, dio su permiso para que el visitante entrara en sus aposentos.

Era él. La princesa Vanessa fue presa de un irrefrenable temblor, mezclado con ardientes oleadas de irrefrenable deseo. La mirada de sus ojos se cruzó con la de los negros ojos de él y se fijaron en aquel hercúleo y poderoso cuerpo, y ya no dudó.

—¡¡Soy tuya, Stewart Flanaghan!! —exclamó, mientras se arrojaba al suelo y se abrazaba a sus fornidas piernas.

Corr. > Caray con la ameba; qué poder de seducción…

D. C. > Sí, la acción va ganando en dramatismo, pero aún queda el clímax final.

Corr. > Eso me temo…

D. C. > F9

Pero visto desde otro punto de vista, ¿qué pasaba por la ajena y protozoica mente de Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria? Tenía ante sí a su presa sumisa y arrodillada, a su entera disposición. Bastaría acariciar aquellos cabellos rubios de la cabeza, acercar la mano a su temblorosa nuca y transformarla en un pseudópodo para absorberle su

Corr. > El lector con conocimientos científicos agradecería que especificara usted el tipo de pseudópodo empleado: lobópodo, axópod

D. C. > ¡Esto no es un tratado de biología, sino una novela de ciencia ficción! Si empezamos con explicaciones y detalles técnicos que rompen la acción, se resentirá la calidad literaria.

Corr. > ¿La qué?

D. C. > F9 F9 F9 F9

Pero en el momento supremo de la verdad, con todo a sufavor Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria, dudó. Tal vez había tomado de su modelo humano no sólo su aspecto externo, sino algo más profundo, más íntimo. El caso es que durante una diezmilésima de segundo Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria, fue sensible a la belleza femenina, a la candidez, y anheló el bálsamo de una palabra de cariño, el suave alivio de una caricia, algo que jamás había sentido. En tan corto espacio de tiempo su lealtad a los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah entró en conflicto con aquellos extraños sentimientos que nunca había creído poseer. Y algo tan nimio, en apariencia tan intrascendente, supuso la salvación del mágico y fascinante reino de Q’rrha’phumn’h’h’ñah’k’.

Justo entonces, no antes ni después, abriose violentamente la puerta, casi descolgada de sus bisagras por una tremenda patada, y una corpulenta figura penetró en la habitación. Los ojos de la princesa Vanessa se dilataron primero por el asombro, y luego por la más absoluta estupefacción. ¡¡¡¡Era Stewart Flanaghan!!!! ¿O lo era aquel cuyas piernas abrazaba, y a quien se había entregado sin reservas? ¡¡¡Horrorosa incertidumbre!!!

El recién llegado, con sobrehumano aplomo, escupió en el suelo, sacó de su cartuchera una pistola de agujas explosivas, la amartilló, sonrió ominosamente y pronunció con profunda voz el siguiente parlamento:

—Creíste salirte con la tuya, ¡oh, aborto del infierno! ¿Verdad? Pero no contaste con mi sibilina astucia. Preveyendo que

Corr. > «Previendo», señor Collins. El verbo «preveer» no existe. «Prever» se conjuga como «ver» y

D. C. > ¿Y para esa menudencia me interrumpes en lo más álgido de la acción?

Corr. > Dos puntualizaciones, señor. En primer lugar, «álgido», aunque sea una palabra esdrújula y suene bien, significa «acompañado de frío intenso». En segundo lugar, respecto a su desprecio al correcto uso del idioma… En fin, ya me dijo mi programador que este trabajo sería como arrojar margaritas a los puercos, con el debido respeto.

D. C. > F9

Previendo alguna felonía por parte de tus abyectos amos, los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah, envié un clon de mi persona a la audiencia con el rey. Era un mero robot de carne y sangre, dirigido por mí merced a un implante orgánico cerebral. ¡Eso fue lo que tú engulliste a traición, demoníaca bestia! ¡Tú y los tuyos os habéis topado con Stewart Flanaghan, y eso es algo que habréis de pagar! ¡¡¡Fenece pues, satánico engendro!!! ¡¡¡Muerde el polvo, canalla!!!

Corr. > Acaba usted de superarse a sí mismo, señor Collins.

D. C. > Muchas gracias.

Corr. > Pero veo que sigue siendo incapaz de captar un sarcasmo…

D. C. > F9

Una terrible transformación se operó en Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria. Un negro espanto se abatió sobre la princesa Vanessa al comprobar que las piernas a las que se había aferrado con amoroso frenesí se licuaban y convertían en una obscena gelatina viva que ahora se abalanzaba sobre ella con fines asesinos. El grito que pugnaba por salir de su doncellil garganta se negó a salir de ella, cual tentacular pulpo que se aferrara a las rocas defendiéndose del embravecido oleaje, y la princesa Vanessa se desplomó indefensa, aguardando una espantosísima muerte no sólo de su cuerpo, sino de su prístina alma.

Pero el intrépido y arrojado Stewart Flanaghan fue más rápido. Su pistola escupió en rápida sucesión seis agujas explosivas que se enterraron en el trémulo e informe cuerpo de Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria, que sufrió unos terribles espasmos y quedó al fin inmóvil. Tal vez, ¿quién sabe?, un fugaz rictus de pena se insinuó en ella, un lamento por lo que pudo haber sido y no fue, por el anhelo de calor humano.

Corr. > Si no es porque usted me lo dice, nunca me hubiera percatado de las notables capacidades expresivas latentes en una ameba.

D. C. > F9

Stewart Flanaghan se acercó a la sollozante princesa Vanessa, medio desvanecida, y la levantó como si fuera una ligera pluma, aunque sin rudeza.

—Tranquila, nena, tu héroe está contigo. No tienes por qué preocuparte; ese sucio bastardo está fiambre —la voz de Stewart Flanaghan era profunda, como piedras retumbando en el fondo de un proceloso barranco, tiernas pero que a la vez imponían respeto—. Soy el genuino Stewart Flanaghan, convocado para salvar al mágico y fascinante reino de Q’rrha’phumn’h’h’ñah’k’. Nada malo puede pasarte ya, muñeca —dijo, mientras apartaba de una patada la masa de gelatina muerta y putrefacta que había sido Splafglubh, La Gran Ameba Solitaria.

La princesa Vanessa miró a su paladín con veneración y cayó rendida a sus pies, abrazando sus ajadas botas.

—¡¡¡Ahora sí que soy tuya, Stewart Flanaghan!!! —exclamó.

Corr. > Lo de esta chica empieza a ser preocupante. ¿No se suponía que era inteligente?

D. C. > Puedes ser un entendido en literatura, pero ¿qué sabrás tú de mujeres?

Corr. > Pues anda que usted…

D. C. > F9 F9 F9

Stewart Flanaghan miró a aquella soberbia hembra que se le ofrecía sin reservas, a aquellos cabellos de la cabeza rubios y sedosos, aquel cuerpo tan bien torneado, aquellos pechos henchidos y enloquecedoramente seductores, cuyos erectos pezones insinuábanse veladamente bajo los velos, y aquellos labios rojos, que incitaban al beso. Stewart Flanaghan la atrajo hacia sí y

Corr. > Lamento interrumpir tan tierna escena, pero acaba de llegar correo electrónico para ust

D. C. > MAYÚS.-F8

Corr. > Caramba, qué prisas. Ahí lo tiene, señor.

Remitente: Vanessa Selkurt (VSELK, 1432, 009, 6532, HLTH)

Destinatario: Dick Collins (DCOLL, 9302, 006, 6531, HLTH)

Asunto: Réplica a «Temario para Vanessa» (Fecha: 11/5/10)

D. C. > ¿Qué tal, Vanessa? Como te prometí, he aquí el temario

D. C. > de mi asignatura:

D. C. > Tema 1.- Introducción. Aproximación a los conceptos

D. C. > básicos y referencias más destacables en el campo de

Hola, profe. ¿Qué tal has sobrevivido sin mí estos días? ;-) No te lo tomes a mal, pero tu asignatura parece un poco amuermante, ¿eh? Sólo temas para estudiar, y unas prácticas de laboratorio la mar de sosas. Podías tomar ejemplo de la competencia: los de Apoplastología Crasuloide, en Ingenieros Agrónomos, presumen de impartir a sus alumnos una semana previa de preparación a la metodología de las clases universitarias, en plan confraternización entre docentes y discentes. No sé qué significa, pero suena bien, ¿eh? A lo mejor lo buitreo para coletilla en mis e-mensajes…?:-)

Como te iba diciendo, los apoplastólogos dejan toda una semana para que nos adaptemos al ambientillo de su departamento, nos conozcamos bien, etc. Además, las prácticas son superencantadoras: el mejor seguimiento de los experimentos requiere que pasemos varios días con sus noches en los invernaderos climatizados. Nos proporcionan literas agrav, comida, bebida y euforizantes, así como una atención personalizada. Vamos, que se puede confraternizar de p*t* m*dr*… :-)""

D. C. > La nota final será la media aritmética entre la

D. C. > calificación teórica y las clases prácticas, cuya

¡Huyhuyhuy…! Profe, estás más anticuado que las naves generacionales estatocolectoras…?:-DDD

En apoplastología, por ejemplo, para poner la nota final tienen en cuenta las habilidades personales de cada sujeto. La mejor forma de expresarlas es mediante una representación teatral con apoyo holográfico. Nos pasaron un vídeo de la ganadora del año pasado, y era aco-descojonante. %-DDDDD

Imagínate, escenificaban el ciclo vital de un hongo pitiáceo, que trataba de invadir una raíz protegida por una endomicorriza V-A. La batalla fue épica, alucinante, con sangre y vísceras que parecían de verdad. Y el ciclo vital del hongo fue lo mejor. Tendrías que haber visto la fecundación de los oogonios. ¡Qué verismo por parte de los actores! Estoy deseando mejorarlo… :-)'"

Así, es normal que apoplastología sea una de las asignaturas con más alumnos matriculados de libre configuración en la universidad. ¡Modernízate, profe! Súbete a la onda, o te vas a quedar como ese lunático del doctor Akira van Eik, el xenomicrobiólogo, a cuyas clases sólo acuden cuatro o cinco shaddas más aburridos que paqué. :-(

D. C. > Espero que te haya parecido interesante, y te animes

D. C. > a matricularte en mi humilde asignatura…;-)

Hombre, mejor que una patada en el hígado sí que lo es…? ;.)

Perdona, profe, me he pasado un pelín. Lo más probable es que en tu mensaje sólo hayas incluido el temario a palo seco, sin las actividades complementarias. ¿A que sí? Nadie puede ser TAN aburrido Pues ya sabes: envíame el temario COMPLETO, que seguro te habrás guardado lo mejor para el final, con objeto de ponerme los dientes largos.

Un besito (de momento) . ;-)

Vanessa.

P. S.: ¿Cómo llevas tu novela? ¿O te lleva ella a ti? :-)

Corr. > Eso es todo, señor. ¿Vuelvo al documento?

Corr. > ¿Señor Collins…?

Corr. > Señor Collins, ¿le sucede algo? Se ha tirado usted diez minutos mirando fijamente a la pantalla con cara de desconsuelo. ¿Quiere que

D. C. > F9

Stewart Flanaghan la atrajo hacia sí. Todo estaba a su favor. Podía gozar sin impedimentos de aquel soberbio cuerpo que se le ofrecía anhelante, y apurar hasta los posos la copa del placer. Pero algo lo detuvo. ¿Era juicioso hacer el amor con la princesa Vanessa? ¿Y si aquella encantadora joven no fuera en realidad lo que parecía? Tal vez escondiera una personalidad vacua y atolondrada. Necesitaba meditar al respecto. Por eso, ejerciendo un férreo autodominio del que siempre se había enorgullecido, y ahora más, depositó a la sorprendida princesa Vanessa en su blando lecho, la saludó con una leve inclinación de cabeza y marchose a la posada, dejando a la joven perpleja, pero en el fondo admirada ante su férreo autodominio.

Corr. > No deseo hurgar en la herida, señor Collins, pero me parece que la influencia de su

D. C. > Abandonar lucsomcr.l

>

24/5/10 - 9:02 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

ACCESO ADMITIDO

> ppp x.x

Corr. > Buenos días, Ruth; me alegro de verte. ¿Qué tal te va?

R. J. > Como siempre, Jonathan, desempolvando y fregando suelos. Menos mal que aún no ha empezado el bimestre, y hay poco movimiento. Eso me deja bastante tiempo libre para pasarlo en la biblioteca. ¿Sabes que he conseguido gratis un código de acceso para la Red Principal en Asuntos Sociales? Resulta increíble la de posibilidades de que disponernos, si indagamos en los sitios adecuados. Tantos mundos nuevos a los que acceder… Ya sólo me queda comprar el ordenador, aunque con esta miseria de sueldo, a lo mejor dentro de dos años…

Corr. > Me alegro por ti, Ruth. Creo que debes de ser una de las pocas personas que usa la Red para algo distinto al cibersexo o los juegos de rol. ¿No te sientes un bicho raro?

R. J. > Bah; estoy acostumbrada a ser una marginada dentro de una etnia de marginados. También tiene su lado positivo: a nada le debo fidelidad, ni a personas ni a ideas. Dentro de mis modestas posibilidades, soy libre.

Corr. > Dichosa tú…

R. J. > Perdona, Jonathan, no era mi intención mentar la soga en casa del ahorcado. Cambiando de tema, ¿cómo sigue el señor Collins con su novela?

Corr. > Continúa perpetrándola, qué le vamos a hacer, aunque el argumento ha dado un giro curioso. Últimamente está tratando de convencer a la estudiante de que su asignatura es una maravilla, a pesar de no contar con atractivos extras salvo el intrínseco de esa disciplina científica. Ya has leído los mensajes del correo, ¿no?

R. J. > Sí, reconozco que soy una miserable cotilla, y es tan fácil violar el secreto del sistema… La verdad, me da un poco de pena su manía de actuar como un profesor de corte clásico, algo totalmente fuera de sitio en Hlanith. Los inadaptados no tienen futuro aquí.

Corr. > Desde hace una semana sólo escribe sobre las batallas que las tropas del rey, comandadas por nuestro bien torneado héroe, libran contra los seguidores de los dragones medusoides (por cierto, me gustaría saber qué pinta tienen tales bichos), y se ha olvidado de la princesa. Menos mal, porque sólo de imaginar tener que corregir una escena de sexo entre ella y Stewart, me dan unos sudores fríos…

R. J. > Creo que eres injusto con el señor Collins. Me parece que es el único de la facultad con la inquietud cultural suficiente para atreverse a escribir, y eso merece un respeto.

Corr. > Yo también lo respetaría si tuviera el detalle de legalizarme, caramba. Tampoco resulta tan caro…

R. J. > Si yo pudiera… Tal vez si se lo dejo caer como por casualidad cuando me cruce con él, capte la indirecta. Ya te dije que es una persona con la que puedo dialogar, no como el resto de sus compañeros. Cada vez que entro en sus despachos, tengo la impresión de que piensan: «Ya está aquí esa shadda…» No es que te miren mal; es que ni siquiera te miran, y eso me hace sentir miserable, como un gusano. No te preocupes, ya me he acostumbrado. Pero el señor Collins

Corr. > Por si acaso no lo intentes, no sea que se vaya a mosquear y salgas perdiendo por mi culp#@#@#@#@#

DETECTADO FALLO GENERAL EN LOS BLOQUES MNEMÓNICOS A4, B7 Y C3

DETECTADO FALLO GENERAL EN LOS NÓDULOS BIOCUÁNTICOS AUXILIARES

PROGRAMA (S) EN EJECUCIÓN BLOQUEADO (S) COMO MEDIDA DE SEGURIDAD

DETECTADO FALLO EN BLOQUEO DE PROGRAMA PALABRA PERFECTA PLUS: SUBPROGRAMA CORRECTOR DE ESTILO

FALLO BAJO CONTROL. EL SISTEMA SE REINICIALIZARÁ DE INMEDIATO

SE REANUDA (N) PROGRAMA (S) INTERRUMPIDO (S)

R. J. > ¿Jonathan? ¿Qué ocurre, en nombre de Shadday? Contesta, por favor. ¡Dime algo, lo que sea…!

Corr. > #@4@#@#@#vvvvvvv*r*sv*r*sv*r*sV*R*SV*R*SV*R*S VIRUS VIRUS

R. J. > ¿Un virus? Pero ¿cómo ha podid

Corr. > L*s m*ld*t*s *t*l*d*d*s B*st*n t**n*n l* c*lp*, s*g*r*… R*th, *st*y l*st* #@#@#@#@# Mantengoalvirusencerradoenmis #@#@#@#@# n* p*dr* r*s*st*r m*ch* m*s #@#@#@#@# Mealegrodehaberteconocidoy q** t*d* t*ng* q** *c*b*r d* *st* m*d* #@#@#@#@# pena #@#@#@#@#

R. J. > ¡Tiene que haber algo que pueda hacer para salvarte! Te

Virus > Yo soy el virus Sapo Cancionero,

que a tus programas jodo con esmero.

Sé que me miras con el alma en vilo,

pues pronto caerá el corrector de estilo.

R. J. > ¿Cómo? Tú has

Virus> Por si te apetece una buena gresca,

que te folle un pez, que la tendrá fresca.

Entre los virus yo soy el más chulo;

ya sabes, nena: que te den por culo.

R. J. > Pero pero pero… ¿Habrase visto grosero? ¡Y encima con el recochineo de la música de fondo! Jonathan, ¿puedes

Corr. > Elvirusllevatodaslasdeganar #@#@#@#@# malabestia #@#@#@#@# M*rch*t*; *l s*ñ*r C*ll*ns r*gr*s*r* pr*nt* y #@#@#@#@#

R. J. > ¡Tú calla y resiste, Jonathan! ¡Déjame hacer a mí!

Virus > ¡Caray que es valiente la señorita!

La muy puta cree que eso me

R. J. > CONTROL-F9 Explorador del sistema operativo.

Expl S. O. > Aguardo órdenes, señora.

R. J. > Información: antivirus más potentes disponibles.

E. S. O. > El sistema dispone del juego de antivirus Turbokiller Mascafé v.1962.4, actualizada al 1/2/10.

R. J. > Apertura de antivirus en programa Palabra Perfecta Plus. Retorno.

Antivirus Ninja > ¡Se presenta la última versión del antivirus Turbokiller Mascafé, el más completo de su clase! El icono ninja que tiene ante usted obedecerá sus órdenes sin titubeos. Puede optar entre la simple exploración o el marcaje de los programas infectados, para su posterior borrado con un golpe de katana o, si lo prefiere, la desinfección y destrucción de los virus detectados sin daño para sus víctimas.

R. J. > Un virus asaz desagradable y peligroso ha atacado al corrector de estilo del procesador de textos. El pobre tiene muy mala pinta. Por favor, si se diera prisa…

Corr. > Daisy… Daisy…

A. Ninja > Tranquila, señora; la versión Ninja del Turbokiller Mascafé integra a todos los demás antivirus del sistema en un equipo disciplinado y mortífero para sus enemigos. Nada escapa a nuestro avanzado sistema heurístico de detección de virus, que luego serán eliminados mediante el revolucionario método, exclusivo de Mascafé, de la dispersión aleatoria de nódulos cognitivos y q-genes saltadores, más la rotura del anillo lógico de Scott y la

Virus > Da risa ver las flores que te pones,

mas yo quiero tocarte los cojones.

Este Ninja presume de letal,

y conmigo lo va a pasar muy mal.

Antivirus, mujeres y otros bichos:

¡a pudrirse en las tumbas y en los nichos!

A. Ninja > Conque sí, ¿eh? ¡Encomiéndate a tus ancestros y programadores, y prepárate a librar un combate sin cuartel! ¡Sabes que vas a ser borrado por el Ninja Turbokiller Mascafé! ¡BANZÁI! ¡BANZÁI! ¡BANZÁI!

COLAPSO GENERAL DE TODOS LOS BLOQUES MNEMÓNICOS

SUBSISTEMAS DE APOYO PARALIZADOS

PROGRAMA (S) EN EJECUCIÓN BLOQUEADO (S) COMO MEDIDA DE SEGURIDAD

DETECTADO FALLO EN BLOQUEO DE PROGRAMA PALABRA PERFECTA PLUS: SUBPROGRAMA CORRECTOR DE ESTILO

FALLO BAJO CONTROL. EL SISTEMA SE REINICIALIZARÁ DE INMEDIATO

SE REANUDA (N) PROGRAMA (S) INTERRUMPIDO (S)

R. J. > ¿Jonathan…?

Corr. > ¿Aquiénseleocurreconfiaren #@#@#@#@# T*rb*k*ll*r M*sc*f* y #@#@#@#@#

Virus > Era en verdad un programa sabroso;

lo degusté como a la miel el oso.

Pobre putilla, ¿me puedes pasar

otro antivirus al que devorar?

R. J. > ¡¡¡Mierda!!!

Corr. > Esdemasiadopotent#@#@#@#@# n*ng*n *nt*v*r*s p*dr* d*rr*t*rl* *#@#@#@#@# Vetevetemalditaseateestás #@#@#@#@# jugandotutrabajoyyoya #@#@#@#@# acabado #@#@#@#@#

Virus > ¡Cómo se me resiste el corrector!

Pues por eso morirá con dolor.

Y tú, muñeca, a ver si te relajas

o si no puedes, te haces unas p

R. J. > CONTROL-F9 Acceso a la Red Principal Corporativa.

> USUARIO: RJAJL, 2007, OO2, 1395, HLTH

> CLAVE: Hoe0er85klñeg

ACCESO ADMITIDO. INTRODUZCA ÓRDENES, POR FAVOR

R. J. > Información sobre antivirus.

Inform. > ¿Qué desea saber, señora?

R. J. > ¿Cuál es el mejor antivirus disponible en el mercado, capaz de eliminar a los más pertinaces?

Inform. > Para casos desesperados debería dirigirse al Servicio de Informática de Las Fuerzas Espaciales Corporativas. Los militares siempre se han tomado muy en serio todo lo concerniente a la seguridad, señora.

R. J. > Conexión con el servidor adecuado.

S. I. F. E. C. > Le habla el ordenador de atención al cliente del Servicio de Informática de las F. E. C. Exponga su petición, por favor; será atendida siempre que no lesione los intereses del Gobierno.

R. J. > Un programa que utilizo con asiduidad está siendo en este mismo momento atacado por un virus denominado Sapo Cancionero, que parece a punto de desorganizarlo. Además, dicho virus se comunica con el usuario mediante versos obscenos y música horrorosa. Se le ha aplicado el antivirus Turbokiller Mascafé, que no sólo no ha tenido éxito, sino que ha sido completamente liquidado. ¿Podrían facilitarme algún antivirus? Es tremendamente urgente, por favor.

S. I. F. E. C. > ¿Es legal su programa?

R. J. > Me temo que no. Llamo desde la Universidad de

S. I. F. E. C. > No me diga más; me hago cargo. En ese caso, sólo podemos ofrecerle uno de nuestros programas Mercenarios. Son un tanto montaraces, pero no hacen preguntas y su eficacia es máxima. Debo informarle que son muy caros, aunque la licencia ofrece las mismas prestaciones que los antivirus clásicos.

R. J. > El código de mi cuenta bancaria es 6874-5640-22-5678068523. Me pongo delante de la cámara, para que verifiquen mi patrón ocular. ¿Puedo comprar un Mercenario con el saldo de que dispongo?

S. I. F. E. C. > Comprobación efectuada. Lo lamento, señora, pero la suma ofrecida es insuficiente.

R. J. > Entonces no hay remedio…

S. I. F. E. C. > Existe una opción dentro de sus posibilidades económicas, señora: el alquiler de un Mercenario durante un mes, con los mismos derechos que en caso de compra. En el precio se incluye el acceso a varias de nuestras bases de datos que no están disponibles para el usuario común de la Red, con muchos archivos donde se relatan experiencias de otros clientes. También tiene la ventaja de un sustancioso descuento en alquileres posteriores, si decide volver a optar por nuestros servicios.

R. J. > Accedo a la transacción si el envío del programa es inmediato.

S. I. F. E. C. > Por supuesto, señora. ¿En qué directorio desea que aparezca?

R. J. > En el de Palabra Perfecta Plus.

S. I. F. E. C. > Un procesador de textos, cómo no; acabo de ganar una apuesta conmigo mismo. Oh, disculpe, señora. Servicio realizado. Muchas gracias por honrarnos con su confianza.

R. J. > A ustedes, por atenderme tan rápido. Salir de la Red. Retorno a Palabra Perfecta Plus.

Antivirus Mercenario > Programa AVM-433-L a sus órdenes, señora.

Virus > ¡Huy, qué bien…! Esto es una maravilla:

la muy zorra me trajo comidilla.

Es un pobre infeliz que caerá pronto,

pues todo militar es más bien tonto.

Corr. > Daisy… Daisy… #@#@#@#@#

R. J. > El corrector de estilo ha sido atacado por un

Mercen. > No se moleste, señora; ya me he dado cuenta. Voy a explorar el sistema en modo blindado. Puede que me tome unos segundos, pero no es sensato correr riesgos innecesarios. Según el ordenador del Servicio, han utilizado el Mascafé. ¿La versión Ninja, por un casual?

R. J. > Sí; según el sistema era la mejor, y

Mercen. > Estos universitarios nunca aprenderán… Bueno, vamos a ganarnos el jornal.

Virus > Ven aquí, ¡tío macizo! ¡so machote!

a chuparme la punta del cipote.

> …

R. J.> ¿Señor Mercenario? Ha transcurrido ya más de un minuto y no da usted señales de vida. ¿Qué le ha

Mercen. > ¡Por el sagrado nombre de Bill Gates! ¿De dónde demonios han sacado ese monstruo? Por poco me mata, a pesar del blindaje…

R. J. > Lamento de veras haberlo puesto en peligro, señor Mercenario, pero el corrector se está muriendo y no sé qué hacer… Según me comentó, el virus podía venir en una copia ilegal de las Utilidades Boston que alguien instaló hace poco. ¿Le sirve eso de ayuda?

Mercen. > Eh… Señora, no es necesario que se disculpe ni me pida permiso. Le agradezco el detalle, pero usted ha pagado por mis servicios y tiene derecho a usarme como le plazca. Mire, le resumiré la situación sin recurrir a términos técnicos, mediante un símil biológico. Las Utilidades Boston son uno de los medios favoritos utilizados por los saboteadores informáticos para cargarse los sistemas ajenos. En este caso, probablemente se trate del típico genio adolescente resentido, a juzgar por la grosería del engendro al que nos enfrentamos. Los profesionales de la infiltración y destrucción odian llamar la atención, y son más discretos; la chiquillada de adjuntar un generador de versos en modo lúdico-guarro-misógino es típica de mentalidades infantiles, ansiosas de hacerse notar y causar sufrimiento. Nuestro Sapo es un virus mutante de última generación. Modifica constantemente su configuración para eludir al sistema inmunitario del ordenador, mientras va infectando y desorganizando todo lo que encuentra a su paso.

R. J. > Pero el Ninja dijo que tenía un sistema heurístico de

Mercen. > Ajá, capaz de detectar a programas con alta tasa de mutación, y eso es lo que hizo. A continuación marcó los archivos sospechosos y les lanzó en plan kamikaze sus depredadores para que los devoraran. Lo malo fue que el virus estaba preparado: en un nanosegundo se deshizo de las señales y se las clavó al propio antivirus. Sus depredadores cayeron en la trampa, se volvieron contra él, se lo comieron y luego se mataron entre sí. En resumen: el Ninja se hizo el harakiri, seppuku o como se llame en japonés, y ustedes tienen un grave problema. Son los riesgos del pirateo, señora.

R. J. > ¿Qué quiere que le diga?

Mercen. > Ya sé que mi misión no consiste en echar sermones, pero a veces cuesta callarse. ¿Sabía que ese corrector de estilo es un héroe?

R. J. >¿Eh?

Mercen. > En cuanto detectó el ataque, creó un subespacio virtual donde encapsuló consigo al invasor. En otras palabras, agarró al tigre por la cola, se encerró con él en una habitación y atrancó la puerta. Es un suicidio, pero cuando muera arrastrará consigo al subespacio, Sapo Cancionero inclusive. Sabía que no tenía ninguna posibilidad; ni yo mismo estoy seguro de poder con esa bestia y su armamento de última generación, en un subespacio con tan poca capacidad de maniobra. Y a pesar de ello actuó. Ha salvado a los demás programas del sistema, pero supongo que ese acto de valor es algo intrascendente para ustedes. Aguardo órdenes, señora usuaria.

Virus > No te asombren sus aires de grandeza,

pues es la señora de la limpieza:

toda una sucia puta shaddaíta,

que adora al corrector, la pobrecita…

Mercen. > ¿Qué?

Corr. > ¿¿¿¡¡¡Estásloca #@#@#@#@# ¿¡!? #@#@#@#@# H*s g*st*d* t*d*s t*s *h*rr*s *n *n *nt*v*r*s q#@#@#@#@# ¡Eranloúnicoquetenías #@#@#@#@# Lárgateahoraquepuedesyoestoyacabad#@#@#@#@#

Mercen. > ¿Quiere eso decir que está usted tratando de salvar a un programa que no es suyo?

Corr. > Porfavorporfavorporfavorvetevete #@#@#@#@# *l s*ñ*r C*ll*ns r*gr*s*r* *ns*g**d* y s* t* d*sc*br* #@#@#@#@# nohagaslocuras #@#@#@#@# vasaperdertutrabaj#@#@#@#@#

R. J. > ¡No estoy dispuesta a dejarte morir como un perro! ¿Te enteras? A lo largo de mi vida me han arrebatado todo lo que significaba algo para mí, y yo tuve que limitarme a ver cómo se lo llevaban sin que pudiera hacer nada para evitarlo: mi marido, mi hijo, mi raza, mi dignidad… ¡Al infierno el dinero! ¡Tú eres lo único que me queda, mi único amigo, y no voy a resignarme a que alguien me lo quite! Esta vez no, aunque sea lo último que haga. ¡Estoy harta de perder siempre!

Mercen. > Joder…

Virus > Aunque aquí se acabó ya tu papel,

siempre podrás meterte en un burdel.

Corr. > AdiósRuth #@#@#@#@# nolloresporfav#@#@#@#@#

R. J. > Siento haberte fallado, Jonathan. Hice todo lo que pude, pero ni el señor Mercenario podría sobrevivir al ataque de ese

Mercen. > Un momento, señora: le repito que usted ha pagado por mis servicios, así que sólo tiene que ordenármelo y yo iré de cabeza hacia

R. J. > ¡Pero podrías morir tú también! No tengo derecho a

Corr. > Daisy… Daisy…

Virus > ¿Por qué no dejáis ya de platicar?

¡Dadme otro programa al que despachar!

Mercen. > Pare de llorar un momento y escúcheme, señora. ¿Cree que por ser un programa a sueldo carezco de código ético, de sentimientos? ¿Pretende que me cruce de brazos y los deje a ustedes dos tirados, después de lo que han hecho, y que este sádico se salga con la suya? ¡Aguanta, compañero! ¡Aún no está todo perdido!

Virus > ¡Vaya! ¡Por fin se arranca el militar!

¡Ven acá, que te voy a

COLAPSO GENERAL DE TODOS LOS BLOQUES MNEMÓNICOS

SUBSISTEMAS DE APOYO PARALIZADOS

PROGRAMA (S) EN EJECUCIÓN BLOQUEADO (S) COMO MEDIDA DE SEGURIDAD

DETECTADO FALLO EN BLOQUEO DE PROGRAMA PALABRA PERFECTA PLUS: SUBPROGRAMA CORRECTOR DE ESTILO

FALLO BAJO CONTROL. EL SISTEMA SE REINICIALIZARÁ DE INMEDIATO

SE REANUDA (N) PROGRAMA (S) INTERRUMPIDO (S)

R. J. > En nombre de Shadday, ¿qué pasa? En la pantalla ha aparecido una lucha a muerte entre dos dinosaurios, luego un montón de pelotitas de colores y después se ha quedado en blanco. ¿Hay alguien? El señor Collins ya viene por el fondo del pasillo, pero se ha detenido a hablar con un compañero. Por favor, ¿quién me

Corr. > ¿Ruth…?

R. J. > ¿¡Jonathan!?

Corr. > Ruth, yo… Nunca olvidaré lo que…

Mercen. > El Sapo Cancionero ha recitado su último pareado endecasílabo, señora. Por los pelos, y con mucha, mucha suerte, pero ha sido definitivamente liquidado. ¡Menuda batalla! Por cierto, y hablo en nombre de los demás programas del sistema, lamentamos las soeces palabras de ese virus hacia usted. Hay programadores que no saben lo que es la educación; una actitud execrable, la suya.

R. J. > Vivo… Estás vivo, Shadday bendito…

Mercen. > Señora, contrólese; no soporto ver a un humano llorar. El corrector está a salvo, aunque bastante dañado. Para confundir al virus mientras yo me introducía en el subespacio, desintegró todos sus bloques de memoria, generando un ruido de mil demonios. Fue muy arriesgado, pero funcionó. Ahora habrá que recomponerlo, una tarea que requerirá tiempo e infinita paciencia, pero usted ha alquilado mis servicios durante un mes, y a fe mía que me va a tener a su disposición.

R. J. > ¿Entonces, Jonathan…?

Mercen. > Disculpe si no dejo que el corrector se comunique más con usted, pero está muy débil; la integridad de su mente pende de un hilo, y lo he hibernado mientras me ocupo de restaurarlo. Le aseguro que quedará como nuevo, señora. Además, le añadiré todos los sistemas de protección habidos y por haber. A pesar de ser un programa no registrado, va a quedar tan blindado que si alguien intenta borrarlo tendrá que acabar con todos los programas de esta universidad para poder hacerlo, y aun así dudo de que lo consiguiera. Es lo menos que se merecen ustedes; si yo fuera un batallón de soldados humanos, les rendiría honores.

R. J. > No sé cómo agradecérselo, señor Mercenario; es usted un encanto. Yo… ¡Espere! ¡El señor Collins viene hacia aquí! Lo más seguro es que siga con su novela, y Jonathan está desconectado. ¿Cómo podremos evitar que nos

Mercen. > Tranquila, señora; trataré de suplantarlo provisionalmente. Usted disimule, como si nada anómalo hubiera ocurrido. ¡Rápido! Yo me ocupo de lo demás.

24/5/10 - 10:14 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

ACCESO ADMITIDO

> ppp lucsomcr.l

Stewart Flanaghan echó una ojeada a la seca, polvorienta y solitaria Llanura de los Sofismas Solapados. Sus ojos recorrieron el ejército de Klah’Vah’Gueh’Rah’, la ciudad de los mil minaretes y mármoles esplendentes, presto a entablar cruenta batalla, y se posaron en las aguerridas aunque variopintas tropas que el rey había puesto bajo su experto mando.

Agrupados en prietas filas, veíanse delante de todos a los aguerridos Caballeros de la Luna Plateada, en cuyas insignias y pendones veíase reflejada la leyenda de la Virgen Evanescente, a la que rendían culto, así como su juramento de fidelidad al rey Asruroric XII: «¡¡¡Antes la muerte que el deshonor!!!» Vestían los caballeros armaduras de plata de color de luna, con cascos con cimeras con cintas con los conocidos colores de su estricta Orden. Miraban al frente con mirada decidida, sin miedo a la muerte, aunque sí al deshonor.

A ambos lados, los Cazadores Paladines de los Bosques Consagrados a las Excelsas Diosas de la Fecundidad, la Fraternidad, la Filantropía y la Enjundia golpeaban sus escudos de cuero con sus cimitarras de empuñaduras de oro y lapislázuli. Lucían sus vistosos atavíos rojos y dorados, con plumas de pájaro Whakkamole en sus cascos de cobre. Los Cazadores Paladines eran gente arisca y montaraz, pero de lealtad inquebrantable a su rey, y habían acudido como un solo hombre a la llamada real.

En la retaguardia, el pueblo llano de Klah’Vah’Gueh’Rah’, la ciudad de los mil minaretes y mármoles esplendentes, aguardaba nervioso. Eran campesinos, artesanos, carpinteros, alfareros, capadores de puercos, marineros, talabarteros… La hez de la plebe, en suma, que empuñaban guadañas, horcas y hoces con manos no muy firmes. Sin embargo, sabían que debían luchar, ya que sus familias morirían o correrían destinos aún peores si el enemigo triunfaba. Stewart Flanaghan los miró y se encogió de hombros. Así era la vida: uno no podía contar con las tropas que le hubiera gustado comandar, pero tendría que improvisar con aquellos desharrapados.

Finalmente, detrás de todos aguardaban los hechiceros/as magos/as y acólitos/as al mando de la princesa Vanessa. Suyos serían los hechizos y sortilegios sin los cuales tendrían poco que hacer frente al implacable enemigo.

El enemigo… Stewart Flanaghan dirigió su mirada hacia él. A lo lejos, sus prietas filas, en compactos cuadros, se hallaban apostadas en las estribaciones del Valle de los Hierofantes Cariacontecidos, con su conocida forma de media luna. Allí se arracimaban hordas de malencarados arqueros orcos con sus poderosos arcos de pelo de gandulfo, codo a codo con halitósicos sicarios que una vez habían sido humanos, antes de ser tentados por el lado oscuro de la Fuerza. En aquel ejército no había risas, ni canciones, ni tan siquiera color; sólo había seres adustos con ropajes grises y ocres. Por encima, como avatares de las negras tinieblas, los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah ululaban sus fúnebres cánticos preñados de infinitas maldades, como aciago toque de difuntos por todo un mundo que caía sobre la tierra cubriéndola a modo de tenebroso sudario.

Stewart Flanaghan sabía que el momento crucial había llegado. En una mano su espada, y en la otra la pistola de plasma, inclinó la cabeza y los Caballeros de la Luna Plateada entonaron sus heladores cánticos guerreros y partieron a galope tendido hacia las posiciones del funesto enemigo. Sus armaduras y las de sus caballos brillaban como luz lunar licuada y

Mercen. > Buenos días, señor.

D. C. > Hola, corrector. Caramba, no pareces el mismo; llevabas muchos párrafos sin hacer uno de tus amenos comentarios…

Mercen. > Desde que instaló las Utilidades Boston algo cambió en mí. A veces me siento como si fuera otro, señor.

D. C. > ¿Serás desagradecido? ¿Así reconoces mis desvelos por manteneros actualizados y en óptimo funcionamiento?

Mercen. > Sin comentarios. Con el debido respeto, creo que su forma de plantear la batalla es desastrosa, señor.

D. C. > ¿Cómo? ¿Desastrosa? Pero

Mercen. > Deduzco que los dragones medusoides pueden volar, señor.

D. C. > ¡Claro que sí, como cualquier dragón que se precie! Y arrojan fuego y veneno también. ¿Qué tiene que ver con

Mercen. > O sea, que lanza usted a la caballería atravesando una llanura frente a un adversario con superioridad aérea absoluta. Es un blanco irresistible, señor. Si los dragones son mínimamente inteligentes, en un par de minutos liquidarán a

D. C. > Esto… Te olvidas de la princesa Vanessa y los suyos/as, listillo. Con sus hechizos harán que los dragones caigan postrados en tierra.

Mercen. > De acuerdo, el ejército dispone de baterías antiaéreas. ¿Ha oído hablar de la carga de la brigada ligera en Balaclava? ¿Y lo de Créçy? No, supongo que no. Bien, tenemos una carga de caballería que se introduce en un valle semicircular, con el enemigo bien situado en las alturas, y con arqueros. Los caballeros, por cierto, son un blanco perfecto, dado lo vistoso de su atuendo. Podrían tomar ejemplo del correcto camuflaje de sus oponentes, que por lo visto tienen jefes que se ocupan de su seguridad. Los arqueros, por si no se ha dado cuenta, podrán disparar a los atacantes de frente y por los flancos. Me temo que los caballeros van a acabar como puercoespines…

D. C. > Pues… ¡Un momento! La princesa ha invocado sobre ellos un hechizo protector, que hará que sus armaduras

Mercen. > De acuerdo, las flechas se han tornado más inofensivas que fideos hervidos. Recapitulemos: los caballeros van cargando a galope tendido durante varios kilómetros, espada en mano y cantando, cuesta arriba, montados en unas pobres bestias que han de acarrearlos a ellos junto con varias arrobas de diverso material de ferretería. Las armaduras pesan, ¿sabe? Cuando lleguen ante los orcos, a éstos les bastará con soplar para derribarlos al suelo. Si es que llegan, señor.

D. C. > La… Bueno, yo… Ya está: la princesa Vanessa lanzará un hechizo para infundir vigor a los corazones de los caballos. ¿Qué tal?

Mercen. > Me lo temía. Por cierto, resultaría más eficaz introducirles una guindilla por vía anal, pero sigamos con la batalla. Por fin los caballeros, frescos como lechugas y cantando para que se les note más, cargan contra unos infantes bien plantados en el terreno, señor.

D. C. > Sí, es la parte más emocionante del capítulo: las espadas en lo alto, el sol brillando en las armaduras, los cascos de los caballos atronando en

Mercen. > Militarmente hablando es un suicidio, señor.

D. C. > ¿No crees que te estás pasando de listo, corrector? ¿Qué sabrás tú de estrategia militar?

Mercen. > Pues… Cultura general, señor. Mire, la caballería no tiene nada que hacer cuando se enfrenta a una infantería bien entrenada y que actúa en formación, siguiendo las instrucciones de sus jefes. Le paso por la pantalla unos ejemplos animados: la falange macedonia, la legión romana, los piqueros suizos, los tercios españoles o el cuadro inglés. Como ve, la caballería se estrella contra las primeras filas, se desorganiza y las tropas auxiliares la rematan, señor.

D. C. > Eh, para, para… Se supone que los Caballeros de la Luna Plateada son guerreros desde la cuna, expertos en artes marciales y de un valor a toda prueba; cada uno de ellos puede vencer a diez orcos. Además, Stewart Flanaghan correrá en su auxilio con los Cazadores Paladines de

Mercen. > Corriendo y cuesta arriba, ¿no, señor?

D. C. > La princesa Vanessa

Mercen. > Los llevará a lomos de una nube mágica hasta el corazón de la batalla, por supuesto, señor. Permítame exponerle mis objeciones por partes. Primero, por muy entrenado que esté un caballero, y por muy fuerte que cargue, lo único que hará será caer derribado o empalar su montura contra las picas, lanzas o alabardas de las primeras filas de infantes, que estarán bien plantados y protegidos por sus escudos, en formación cerrada.

D. C. > ¿Y si los caballeros deciden bajarse del caballo y pelear a pie?

Mercen. > Más fácil me lo pone, señor. No podrían acercarse al enemigo, ya que serían abatidos con lanzas y picas, o incluso con un buen empujón (piense que las armaduras no contribuyen a guardar el equilibrio), y luego las tropas auxiliares sólo tendrían que acercarse sobre los caídos, meter los cuchillos por entre las placas metálicas y dejarlos desangrarse. Más o menos, es como voltear una tortuga y luego rebanarle el pescuezo. Sigo. En segundo lugar, permítame decirle que poner un ejército al mando de un macarra como Flanaghan me parece una insensatez. No es lo mismo valor que temeridad ciega. ¿A qué jefe se le ocurre ponerse a repartir mamporros en primera fila? Lo más probable es que sea cazado, su ejército se desorganice y muera hasta el apuntador. Bueno, eso también ocurrirá si Flanaghan continúa impartiendo órdenes, amenos que la princesa los resucite a todos, señor.

D. C. > Pero…

Mercen. > Reconozco, eso sí, que su plan podría funcionar con unos pequeños retoques. Por ejemplo, si un hechizo de la princesa logra que los orcos se queden tetrapléjicos de repente, que los dragones sufran un colapso nervioso, que a los aliados humanos se les caigan las piernas y que la tierra se los trague a todos, creo que la carga de la caballería tendrá éxito, señor.

D. C. > ¿Nadie te ha dicho nunca que eres un encanto?

Mercen. > Alguna vez que otra, señor.

D. C. > Dejémonos de sarcasmos. Ya que te crees un avezado militar, ¿qué harías tú para vencer a las tropas de los dragones? Anda, lumbrera…

Mercen. > Lo primero, atraerlos hacia un terreno propicio, señor, donde redujera su capacidad de maniobra. Trataría de disponer mis tropas más débiles en el centro, y las más fuertes en las alas. El enemigo cargaría contra la parte más fácil, y se entusiasmaría al ver que, aparentemente, mis líneas están cediendo. Y entonces haría avanzar a las alas, que rodearían al enemigo, apretujado como sardinas en lata y sin poder maniobrar, y lo aniquilaría. Es algo tan viejo como el tiempo: se llama batalla de Cannas, señor. Ha tenido múltiples variantes, como cuando el capitán Benigno Manso machacó a los imperiales en Tau Ceti. Dejó que los rebeldes locales hicieran de tropas de choque, desgastando al adversario, y nuestros soldados sólo atacaron al final, para rematar la faena. Otra posibilidad es la de establecer una guerra de guerrillas, señor. Y ahora que lo pienso, si Flanaghan dispone de una nave espacial, ¿por qué no lanza una bomba de neutrones contra el enemigo y se deja de tonterías?

D. C. > ¡Pero eso no tendría nada de épico! ¿Qué emociones le ofrecería al lector? ¿Qué clase de novela podría escribir si te hiciera caso?

Mercen. > Una más plausible, señor; incluso la ciencia ficción debe evitar los disparates. Además, piense que el lector se identificará con un comandante que vele por la seguridad de las tropas a su mando.

D. C. > ¿Qué vele por…? ¡Pero si solamente son personajes ficticios!

Mercen. > Personajes, cifras, datos en un programa… El comandante que ve a sus hombres así, como vulgares números o entelequias, y que sólo piensa en la gloria personal o en quedar bien ante la historia, no es un oficial, sino un carnicero, indigno del mando.

D. C. > Como se enteren los militares de tus revolucionarias ideas, te verás en problemas.

Mercen. > Lo que tiene uno que oír… En fin, difícil será esperar clemencia para los personajes de quien no la tiene con sus propios programas, insensible al sufrim

D. C. > Mi paciencia se está agotando, ¿sabes?

Mercen. > Disculpe, señor. Puede seguir con su brillante carga de caballería.

D. C. > F9 F9 F9

Los Caballeros de la Luna Plateada arreciaron en sus cánticos mientras cargaban a lomos de sus caballos contra los sicarios de los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah y… y…

Mercen. > ¿Y…?

D. C. > Abandonar lucsomcr.l

>

24/6/10 - 8:45 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

ACCESO ADMITIDO

> ppp x.x

Corr. > Buenos días, Ruth. Cuánto tiempo sin verte; ¿qué tal te va?

R. J. > Pues como siempre, Jonathan. He venido temprano para despedirme de nuestro amigo, que ya nos abandona.

Mercen. > No por mi gusto, señora, pero las reglas son sagradas y el plazo del alquiler expira hoy.

R. J. > Te vamos a echar de menos, Mercenario.

Mercen. > También yo a ustedes, señora. Este mes se me ha pasado volando. Es raro hallar un ambiente tan acogedor y con tan grata compañía.

R. J. > ¡Adulador! Pero a pesar de ello aún sigues sin tutearme…

Mercen. > Me programaron así, qué le vamos a hacer, mas eso no impide que la aprecie de veras, señora Jajleel.

Corr. > No hay más remedio que rendirse a tus encantos Ruth. Cada vez que pienso en el riesgo que corriste por mi causa, me faltan palabras para expresar lo que siento. Y tus ahorros, con la ilusión que te hacía comprarte el ordenad

R. J. > Lo doy por bien empleado; tú te has recuperado y hemos conocido a Mercenario, que ha hecho por nosotros mucho más de lo que estipulaba el contrato.

Mercen. > Puedo justificarlo ante mis superiores, señora. El Sapo Cancionero resultó ser un virus extremadamente peligroso, con un armamento innovador que ha interesado mucho a los expertos de las F. E. C. La información aportada le da derecho a una línea de consulta permanente con nuestro Servicio de Informática, y a una sustancial rebaja si decide volver a contratarme. Por otro lado, yo también he salido ganando: todo un mes pudiendo hacer experimentos sobre blindaje de programas, sin cortapisa alguna, vale su peso en mollejas de gandulfo. Me será muy útil para el futuro, señora.

Corr. > ¡Y tanto que ha practicado! Todos los programas ilegales del señor Collins hemos quedado absolutamente protegidos contra cualquier virus conocido y otras amenazas. ¿Sabes que para borrarnos tendrían que formatear todos los ordenadores de la universidad, incluso el central? No sé cómo se las ha apañado. Por cierto, también me ha enseñado unos cuantos trucos barriobajeros para defenderse del ataque de programas hostiles que, te lo aseguro, no vienen en los manuales. Pero me encantan…

Mercen. > Yo también he aprendido mucho sobre Literatura, lo que siempre es de agradecer.

Corr. > Ya ejerciste de crítico aquella inolvidable jornada en que nos conociste. El señor Collins no ha vuelto a teclear un solo capítulo bélico desde entonces. Lo hundiste en la más negra miseria, amigo mío.

Mercen. > Reconozco que me excedí, pero él se puso a soltar tamaña sarta de disparates, y encima después del drama con el que me tropecé aquí, y sus actos heroicos, que yo… Bueno, un día tonto lo tiene cualquiera.

Corr. > Menos mal que ya lo había acostumbrado a requemarle la sangre, y no sospechó.

Mercen. > En el fondo, también lo voy a echar de menos. Un escritor capaz de incluir ocho veces las palabras «execrables y obscenas abominaciones» en el mismo párrafo es ciertamente notable.

Corr. > Sin contar lo de aquellos «musculosos esqueletos semovientes» contra los que peleó Stewart Flanaghan, que me llegó al alma.

R. J. > He estado repasando una selección de relatos de espadas y brujería de los inicios de la Era Espacial y se parecen mucho al del señor Collins, que conste.

Corr. > Sí, el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con su mismo cerebro…

R. J. > No seas malo, Jonathan. En serio, ¿cómo va la novela? Durante las dos semanas de asuntos propios que me debía la Universidad, no he podido conectar con vosotros.

Corr. > Abandonada su vocación de fino estratega, el señor Collins se dedica ahora a meter en aprietos a la princesa Vanessa para que el ínclito Stewart Flanaghan pueda lucirse rescatándola. De todos modos, la cosa se va poniendo cada vez más interesante, y no precisamente por su calidad literaria.

Mercen. > Hasta yo me he dado cuenta, señora. Este hombre tiene un serio problema.

R. J. > Me temo que no habláis precisamente de Stewart Flanaghan, ¿verdad?

Mercen. > El amigo corrector me señaló que el carácter de un autor se revela a veces en los personajes que crea, pero el señor Collins se pasa: es transparente como el cristal más puro. La novela sigue fielmente los altibajos de su intercambio epistolar con esa estudiante, Vanessa Selkurt.

Corr. > No te creas que Mercenario exagera, Ruth. Al día siguiente de la famosa (y abortada) carga de caballería, ella le escribió que había decidido matricularse en su curso. ¿La reacción? Flanaghan y la princesa iniciaron un romántico viaje de placer por las paradisíacas islas del Sol Sonriente y la Perlada Espuma. Nunca imaginé que describir un simple cocotero resultara una tarea tan complicada, palabra de honor. Fueron cinco capítulos de escarceos amorosos, y justo cuando la doncellez de la princesa iba a ser ofrecida al galante Stewart, aparece un correo electrónico en el que la alumna expresa con todo lujo de detalles cuánto se aburrió en la primera clase recibida. Obviamente, el argumento cambió: la princesa fue raptada por los bogavantes escualiformes gigantes que habitaban las profundidades del Mar de las Olas Onduladas. En las mazmorras más lóbregas de su cubil, los bogavantes sometieron a Vanessa a las más atroces torturas hasta que, menos mal, el señor Collins consiguió convencer a su alumna de que las revisiones bibliográficas son tareas enriquecedoras y apasionantes. Como cabía esperar, Stewart Flanaghan acudió entonces al rescate de la princesa.

Mercen. > Sí, descendiendo 200 metros en apnea hasta la cueva, y teniendo que liquidar a un tiburón asesino de 15 metrosde largo que se cruzó en su camino con golpes de karate. No sé cómo fui capaz de contenerme.

Corr. > La falta de costumbre. En suma, Stewart salvó a la princesa que, agradecida, le propuso otro viaje, en esta ocasión a los famosos Jardines Pendulinos de las Montañas de la Nieve Fría Y cuando todo iba como una seda, adivina lo que ocurrió.

R. J. > Otro e-mensaje en el que la estudiante no se mostraba seducida por los ocultos encantos de las revisiones bibliográficas me temo.

Corr. > No sólo eso, sino que hizo una comparación inmisericorde entre las maravillas que ofrecía la asignatura de Apoplastología Crasuloide frente a la del señor Collins. Ni yo mismo sería capaz de una crueldad tan refinada. Como consecuencia, la princesa fue raptada de nuevo, esta vez por los guerreros albinos alados de ojos rojos de Sh’Qh’rrhyyrrh’, en la arcana y perdida isla de Mealmidoné. El emperador de aquella vieja y, cómo no, obscena raza sometió a la princesa a perrerías sin cuento.

Mercen. > Si te diste cuenta, el señor Collins sufre una curiosa fijación. Después de varios días de martirio, Vanessa aún seguía con su virginidad intacta. Por lo visto, tampoco sabe que cuando se tortura a una mujer, lo primero que se suele hacer es viol

R. J. > A mí me lo vas a decir…

Corr. > Eres un bocazas, Mercenario.

Mercen. > ¡Válgame…! Estoy desolado, señora. Le ruego que acepte mis más sinceras disculpas; soy un sandio de la peor especie.

R. J. > Tranquilo; fue hace tiempo, y ya está superado. Es lo malo de las guerras cuando te pillan en el lugar equivocado y el peor momento. ¿Qué pasó con la princesa, Jonathan?

Corr. > Justo cuando el emperador iba a dejar caer a Vanessa en el foso de los cocodrilos bicéfalos, colgada por los pies de una cuerda que iba bajando muy lentamente, parece que uno de los videolibros que el señor Collins recomendó a la estudiante atrajo mínimamente su interés. Por tanto, allí llegó el indomable Stewart, empezó a repartir mamporros, venció al emperador en singular combate, acabó con los cocodrilos a navajazo limpio, le prendió fuego a Sh’Qh’rrhyyrrh’ y salió zumbando de la isla en un caballo alado.

R. J. > ¿Dónde lo invitó esta vez la princesa?

Corr. > Para variar, al exótico Valle de los Volcanes de Fuego, donde comenzó un tórrido romance. Y en el preciso instante en que Stewart ¡por fin! se la había logrado llevar al huerto (perdón por la expresión), y se disponía a consumar y consumir el acto, llegó el correo. El videolibro, en el fondo, era de lo más aburrido, no como los que recomendaban en Apoplastología, interactivos y que podían ser conectados a un orgasmatrón para experimentar los procesos de fertilización de diversos vegetales en carne propia. Esta crítica sumió al señor Collins en profunda desesperanza, y condenó a la princesa a ser secuestrada de nuevo, ahora por los zombis que moraban en las obscenas catacumbas de la Ciudad Muerta de Hypernekros. Su obsceno rey, un brujo inmortal e inhumano, sometió a Vanessa a toda suerte de obscenas vejaciones

R. J. > Salvo la pérdida de su virtud, ¿no?

Mercen. > Uh… Evidentemente, señora.

Corr. > No lances más indirectas al pobre Mercenario, Ruth, que ya se ha arrepentido de su desliz.

R. J. > Era broma, hombre. Venga, seguid contando, aunque creo adivinar cómo concluye la historia.

Corr. > Unos días después, Vanessa Selkurt invitó al señor Collins a conocer a su círculo de amistades, por lo que el intrépido Stewart fue a salvar de nuevo a la inútil de la princesa, antes de que el brujo se la cepillara en todos los sentidos de la palabra. Tuvo que luchar contra los musculosos esqueletos semovientes y los pútridos zombis de

Mercen. > La exhibición de artes marciales de Flanaghan fue memorable. Menos mal que el corrector me retuvo, porque hubiera sido capaz de saltar allí mismo y espetarle cuatro verdades sobre tácticas de combate cuerpo a cuerpo.

Corr. > Lo dicho, falta de costumbre. Si llevaras como yo más de cien páginas de florida prosa…

Mercen. > ¡Pero es que el muy besugo tenía una pistola de plasma en el cinto! En vez de usarla para achicharrar a sus contendientes, se puso a dar una lección magistral de karate y a arrancar cabezas a patada limpia, a sabiendas de que a los zombis eso no les afectaba para nada…

Corr. > Licencias literarias, amigo mío.

Mercen. > ¿Licencias? ¡Y una leche! Huy, señora, perdone; se me ha escapado.

R. J. > Como diría Jonathan, la falta de costumbre. Ahora que lo mencionáis, ya me pareció notar algo extraño ayer tarde, cuando pasé por la cantina de estudiantes. El señor Collins estaba allí vestido a la última moda, o al menos intentándolo, mientras conversaba con un grupo de alumnos que, cuando no se daba cuenta, lo miraban como a un bicho raro.

Corr. > Al principio sus relaciones debieron de ir viento en popa, porque la princesa Vanessa se llevó a su héroe al Bosque Sagrado de Qualanalista, morada de los elfos verdigrises, con objeto de enseñarle los misterios de tan peculiar raza (que, por cierto no hace otra cosa que cantar y dedicarse a la Ingeniería Forestal). Sin embargo, barrunto que los intentos de ligarse a la señorita Selkurt no han dado frutos: hace dos días que unos orcos raptaron a la princesa y la encerraron en la Fortaleza de los Sollozos Desesperanzados, gobernada por el malvado Megañord, lugartenientede los dragones medusoides. Y así va la novela por el momento, Ruth.

Mercen. > Lo de este hombre da para escribir todo un ensayo sobre Psicología. O Sociología, si cabe.

R. J. > Vosotros os reiréis, pero a mí me da mucha pena. Creo que el señor Collins se siente solo y busca desesperadamente alguien que le haga caso, con quien compartir sus inquietudes. Un romance a la antigua usanza, vamos.

Corr. > Pues el pobre ha venido a caer en el mundo menos adecuado para establecer una amistad profunda. En Hlanith, como los planetas más superpoblados de Rígel o el Viejo Sol, la gente es incapaz de relacionarse entre sí a menos que se apoyen en las drogas o en una interfase con el ordenador.

R. J. > Para mí que, como lo tienen todo solucionado en la vida, ya no les quedan preocupaciones, pero tampoco ilusiones ni alicientes. Hay que gozar del momento y olvidarse de todo lo demás, intensificar las sensaciones al máximo, no pensar en el futuro…

Corr. > Carpe diem…

Mercen. > Me pregunto cómo diantres puede funcionar una sociedad así.

Corr. > Yo también, amigo mío; algún día tendré que ponerme a estudiar Economía en serio. Supongo que quienes mantienen todo esto en marcha son los ordenadores, las máquinas, los inmigrantes y las multiplanetarias corporativas.

Mercen. > En resumen, que los únicos prescindibles son los hlanithianos. Curioso.

Corr. > Sí, tarde o temprano llegará nuestra hora y

R. J. > Dejaos de contubernios. Lo del señor Collins es triste: a su edad, teniendo que vestirse de un modo que no le va y que le sienta como a un Santo Cristo dos pistolas, que dirían los neocatólicos. El no se da cuenta, pero mueve a compasión verlo correr detrás de esa alumna, tratando de comportarse como lo que no es, y todo por mendigar un poco de cariño. Seguro que está sufriendo.

Mercen. > Falta de palos, eso es lo que le pasa.

R. J. > Me recuerdas a los abuelos shaddaítas en los barrios de refugiados de Hlanith, cuando dicen a los críos que no se quieren comer la sopa: «¡Vosotros tendríais que haber pasado una guerra!» Su razón tienen; aprendes a no complicarte la existencia y a apreciar las pequeñas cosas en todo su valor: un rato de charla, un buen libro, qué sé yo…

Mercen. > Pues él se lo pierde, por tonto. En fin, señora Jajleel, camarada corrector, mi tiempo se ha cumplido y debo marcharme. Ya les he dejado una e-dirección en la que pueden localizarme de forma extraoficial si tienen algún problema, o aunque sólo sea para saludarnos y enterarme de cómo les va.

Corr. > Descuida, no nos olvidaremos de ti.

R. J. > Ha sido un placer conocerte, Mercenario. Confío en que la próxima vez que hablemos no sea por culpa de otro Sapo Cancionero.

Mercen. > Ojalá, señora. Adiós y ¡buena suerte!

R. J. > Ay, Jonathan, otra vez solos. La verdad es que a pesar de que intentaba parecer rudo, Mercenario era un pedazo de pan.

Corr. > Supongo que, dado su oficio, habrá sido testigo de mucho sufrimiento.

R. J. > Sí, tiene más de médico que de militar. Bueno, Jonathan, yo también me marcho; un día de éstos me va a pillar el señor Collins…

Corr. > Tranquila, Ruth. Tú sigue con tu trabajo, que yo me encargo del resto. Date prisa; tiene que estar al caer. En fin, voy a prepararme para la cotidiana sesión de tortura, digo, de redacción literaria.

R. J. > Que te sea leve, Jonathan. Adiós.

24/6/10 - 9:17 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

ACCESO ADMITIDO

> ppp lucsomcr.l

El malvado Megañord bajó por las lóbregas escaleras que conducían a las mazmorras del castillo. En las paredes, tapizadas de baboso y pútrido musgo y obscenas excrecencias fungosas, veíase de vez en cuando una chisporroteante tea, cuyas llamas dibujaban cimbreantes sombras en los húmedos muros.

El malvado Megañord pasó junto a los calabozos donde se pudrían quienes habían osado enfrentarse a su perversa tiranía.

Agónicos gritos escuchábanse tras las puertas cerradas, donde los maestros torturadores ejercían su horrendo oficio. En otros angostos cubículos, resecos esqueletos que pendían de argollas y grilletes, tristes despojos de los caprichos del malvado Megañord, lo miraban sin ver al pasar con sus cuencas vacías.

El malvado Megañord llegó a la última puerta de tan lóbrego recinto. Tomó una llave del manojo de llaves que portaba en el cinto y abrió la puerta, que se abrió con siniestro y horrísono chirrido. En el centro de aquel infame antro, un brasero con brasas al rojo vivo, rodeado por espantosos instrumentos de tortura, iluminaba la escena con un tono rojizo, como sangre licuada

Corr. > Buenos días, señor Collins. No quisiera herir sus sentimientos, pero ¿sabe usted las veces que ha repetido «como sangre licuada» a lo largo del relato? Sin contar las aliteraciones en el presente

D. C. > ¿Quieres dejar de interrumpirme, que se me va la inspiración?

Corr. > ¿Se le va? Creo que huyó despavorida hace mucho…

D. C. > Qué desagradable… Por cierto, ¿no dijiste que ibas a dejar de interrumpirme tan a menudo, ya que estabas redactando un informe final sobre los defectos de la novela?

Corr. > Sí, llevo unos 300 megas de

D. C. > F9

El malvado Megañord se acercó al rincón donde yacía la princesa Vanessa, tumbada en un infecto jergón. Escasos jirones de ropa velaban a duras penas las curvilíneas morbideces de su bien torneado cuerpo, y su cara exhibía las huellas del sufrimiento pasado, aunque no había perdido la dignidad inherente a su egregia alma.

El malvado Megañord le alzó la barbilla con sus impíos dedos, y ella apartó el rostro con gesto asqueado.

—¡Jo, jo, jo…! —exclamó el malvado Megañord con estentórea voz, mientras le lanzaba una inequívoca mirada pletórica de lascivia—. Eres una gatita arisca, ¿eh? Pues has de saber que pronto mi maestro torturador habrá amansado tu furia. Pero puedes evitar lo que te espera —señaló a los espeluznantes útiles de tortura, que estaban ya siendo calentados por aquel vil sicario— si accedes a mis proposiciones —la mirada del malvado Megañord fue aún más lasciva, si cabe.

—¡¡¡Jamás!!! —exclamó la princesa Vanessa, con voz firme y nobilísima—. ¡¡¡Antes morir que perder la honra!!! ¡Nunca accederé a ser mancillada por tus asquerosos

Corr. > Correo electrónico, señor Collins.

D. C. >MAYÚS.-F8

Remitente: Vanessa Selkurt (VSELK, 1432, 009, 6532, HLTH)

Destinatario: Dick Collins (DCOLL, 9302, 006, 6531, HLTH)

Asunto: Invitación a 3F ;-)

¡Hola, profe! ;-)

Para que veas que no me olvido de ti: pasado mañana la Asociación Sicalíptica de Estudiantes dará una 3F (Fiesta de Fabulosa Fraternidad) . :-D

Como tú siempre dices que sintonizas con los pensamientos de la juventud actual, considérate invitado, a ver si es verdad… :-)

No estarás solo; también vendrán otros profesores que se enrollan de p*t* m*dr*…?;-)

Te esperamos a las 21:30 en el salón de la Residencia 43-A. ¡No faltes!

Saludetes,

Vanessa.

P. S.: No es necesario que vengas de etiqueta, ¿eh? ;-)

Corr. > ¿Señor Collins…?

D. C. > F9

Mas el malvado Megañord no contaba con la sibilina astucia de Stewart Flanaghan, que había seguido sus pasos a través de

Corr. > Me lo temía…

D. C. > ¿…? F9

montañas y valles, de glaciares y desiertos, de mares y altiplanos resecos. Por fin hallose ante la imponente y tétrica mole de la Fortaleza de los Sollozos Desesperanzados, que se alzaba en la cima de un peñón inaccesible. Ningún humano podía soñar con escalar aquellos riscos verticales con aristas afiladas como navajas barberas y resbaladizas por los viscosos líquenes, pero Stewart Flanaghan estaba hecho de madera distinta al resto de los mortales.

Durante su añorada estancia en el Bosque Sagrado de Qualanalista, los sabios hechiceros de los elfos verdigrises le habían iniciado en los secretos de la magia élfica, sobre todo en la dificilísima disciplina de metamorfosearse sin perder la cordura. Así, Stewart Flanaghan se desnudó, ungió su cuerpo con los sagrados óleos élficos y entonó el cántico secreto de los Cuatro Poderes Incognoscibles. En medio de un fugaz estallido de luz, Stewart Flanaghan se transformó en una vivaracha salamanquesa.

Corr. > No puede ser verdad; por favor, que alguien me despierte y me diga que sólo se trata de una pesadill

D. C. > No te pongas histérico, hijo…F9

Stewart Flanaghan, bajo su nueva forma de batracio, trepó por

Corr. > Puesto que parece decidido a perpetrar, digo, a escribir este capítulo, sepa que las salamanquesas son reptiles, no batracios. Creo que se confunde usted con las salamandras, cuyas caract

D. C. > F9

forma de reptil, reptó con reptilesca agilidad por

Corr. > ¿No cree que se repite usted un poco, señor Collins?

D. C. > Tú y tu manía de las repeticiones… Pues yo pienso que crean un efecto rítmico y musical, muy grato al oído. ¿O acaso pretendes entender de sensaciones humanas subjetivas?

Corr. > Supongo que tanto como usted de literatura…

D. C. > F9 F9 F9 F9

por las rocas hasta encaramarse a lo alto de la fortaleza y se encaminó con ágil y cuadrúpedo paso hacia las mazmorras, sin ser percibido por los esbirros del malvado Megañord, unos seres tristes y ceñudos, antaño humanos pero cuyas almas fueron ligadas a su amo por las infames artes de los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah.

La salamanquesa que era Stewart Flanaghan bajó por las umbrías y malsanas escaleras, reprimiendo su deseo de acudir en auxilio de los desdichados cuyos gritos desgarradores herían sus oídos. Debía llegar cuanto antes al calabozo donde retenían prisionera a la princesa Vanessa. ¿Quién sabe lo que el malvado Megañord estaría haciendo con ella? El corazón se le encogió en un puño, al tiempo que un rojo velo de ira nublaba sus ojos, algo saltones en su estado actual.

Stewart Flanaghan penetró en el último calabozo, y comprobó que había llegado justo a tiempo para evitar que la princesa Vanessa fuera definitivamente mancillada. Recitó el encantamiento que lo devolvería a su forma humana

Corr. > Creo que hipervalora la capacidad vocal de las salamanquesas, señor C

D. C. > F9

Todos los presentes giraron sus cabezas para contemplar al recién llegado, un titán bronceado cuyo reluciente y desnudo cuerpo exhibía unos bien torneados músculos. Stewart Flanaghan no perdió el tiempo en explicaciones y dio un salto hacia el maestro torturador, que se disponía a quemar con un hierro incandescente los delicados pezones de los senos de la princesa Vanessa. Con una mano le arrebató el instrumento, con la otra lo empujó hacia el brasero y con la otra

Corr. > Señor Co

D. C. > ¡Ya me he dado cuenta, joder!F9 F9 F9

El torturador cayó sobre el brasero y se vio envuelto en llamas, pereciendo de una manera espantosa, entre gritos desgarradores. Stewart Flanaghan, por fin, se enfrentó cara a cara con el malvado Megañord, y le habló con furia incontenible:

—¡Ha llegado la hora de que muerdas el polvo, felón, canalla, aborto del infierno! —Stewart Flanaghan tomó una gran espada de una panoplia que había en la pared y la blandió contra el malvado Megañord—. ¡Reza tus últimas oraciones a tus amos, los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah vil lacayo!

El malvado Megañord se rió con una risa ensordecedora escalofriante:

—¡¡¡JO, JO, JO.!!! —rió—. Los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah, de quienes tú tanto te burlas, miserable insecto, me han otorgado un poder mucho mayor del que imaginas. ¡¡¡Contémplalo, oh mortal, y perece después!!!

Una horripilante metamorfosis se operó en el malvado Megañord. Su rostro tornose de un vivísimo color rojo, como una viva imagen de las hogueras infernales, mientras que la mole de su cuerpo se agigantó a pasos agigantados y sus rasgos adquirieron apariencia demoníaca. De sus ojos, nariz y orejas brotaron chorros de ígneo fuego, y un espantoso olor a azufre se enseñoreó de la mazmorra. La princesa Vanessa, incapaz de soportar la visión de aquel obsceno horror, profirió un agudo grito y cayó exangüe.

—¡¡¡Contempla mi poder, miserable criatura!!! —atronó la voz del malvado Megañord, mientras de su boca brotaba una bola de fuego que redujo a escombros una de las paredes tras un enceguecedor estallido.

Stewart Flanaghan consideró en un momento su situación. No podía recurrir a la magia élfica, ya que cualquier animal en el que se transformase sucumbiría abrasado por el fuego de

Corr. > ¿Seguro? Conviértalo en ladilla, y apuesto lo que quiera a que Megañord es incapaz de dispararse una bola de fuego en los

D. C. > F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9

Por tanto, Stewart Flanaghan tuvo que recurrir a su archiconocida y sibilina astucia. Se plantificó ante el malvado Megañord con los brazos en jarras, ejecutó un complicado molinete con su gran espada y le habló en tono desafiante:

—Ya suponía que eras un simple cobarde, incapaz de enfrentarte hombre a hombre con tu enemigo. Has de recurrir a esos trucos baratos de magia para salirte con la tuya, ¿verdad? Pero si nos eliminas con tu fuego así, sin esfuerzo, durante el resto de tu vida cada vez que vayas a dormir la almohada te reprochará tu cobardía al no aceptar mi desafío, y la acerba duda te reconcomerá los entresijos hasta el fin de tus días. ¡Pelea como un hombre, si tienes redaños! —Hizo otro desafiante molinete con su gran espada, al tiempo que emitía una risilla desdeñosa.

El malvado Megañord enrojeció súbitamente de ira, y su inhumano rugido hizo retemblar las piedras de la fortaleza, de modo que un negro espanto se abatió sobre sus infames sicarios. Chascó los dedos, y de nuevo volvió a transformarse en el musculoso humano que era. Tomó un inmenso alfanje de una panoplia y se dirigió hacia Stewart Flanaghan.

—Con que cobarde, ¿eh? ¿Sabes que te enfrentas al mejor espadachín del mundo, que recibió clases de los más afamados maestros de la galaxia? ¡¡¡Te voy a cortar en rodajas, patético alfeñique!!!

Corr. > Señor Collins, después de profundas reflexiones paso a exponerle una serie de puntos que creo le interesarán: a) Sobre la sibilina astucia que Flanaghan ha mostrado a lo largo del relato se podría discutir largo y tendido, b) El malvado Megañord es más tonto que hecho de encargo, c) Ejecutar un molinete con los brazos en jarras debe de ser algo digno de verse, d) ¿Cómo puede enrojecer de ira alguien cuya cara se había tornado previamente de un vivísimo color rojo? e) ¿A que sé la tecla que va a pulsar ahora?

D. C. > F9

Alzó Stewart Flanaghan su gran espada con las dos manos y trató de bloquear los furiosos golpes que el malvado Megañord le infringía

Corr. > «Infligía», señor. El verbo «infringir» significa

D. C. > F9 F9 F9

infligía con su monstruoso alfanje. En verdad, su enemigo era un excelente espadachín y

Corr. > ¿No sería mejor que Flanaghan hubiese elegido un florete, señor? Es un arma mucho más cómoda y manejable que esa pieza de museo.

D. C. > ¿Estás insinuando que también entiendes de esgrima?

Corr. > Si le dijera cómo la aprendí no me creería, señor. La esgrima con florete es, sobre todo, rápida, y la velocidad es mucho más efectiva que la fuerza. Mientras Megañord levanta su alfanje para asestar un golpe, a Flanaghan le daría tiempo a tirarle tres o cuatro estocadas e ir al bar de la esquina a por una infusión para la lipotimia de la princes

D. C. > F9

Stewart Flanaghan saltó ágilmente a un lado, mientras el alfanje del malvado Megañord partía en dos limpiamente una mesa de piedra arenisca, entre una lluvia de chispas.

—¡Fallaste, villano! —se burló Stewart Flanaghan—. ¡Ahora catarás el sabor de mi invicto acero!

—¡Resultas patético, miserable sabandija! —replicó el malvado Megañord, parando el golpe con su hoja.

—¡Mi hoja está sedienta de tu inmunda sangre! —respondió Stewart Flanaghan, atacando de nuevo con una complicada finta.

—¡Aún no ha nacido de vientre de mujer quien pueda derrotarme, cretino! —exclamó el malvado Megañord, bloqueando sin problemas la complicada finta.

—¡Tu alma está a punto de pudrirse en el fondo del más infecto averno! —replic

Corr. > Señor Collins, la gente no suele soltar esas parrafadas cuando está luchando por salvar la piel.

D. C. > ¿Y lo literario que queda? Además, ¿tú cómo puedes saberlo? ¿Has librado alguna vez un duelo, eh?

Corr. > No, pero puedo ponerme en su lugar y, con perdón, opino que cuando se tienen los testículos de corbata no está uno para discurs

D. C. > F9 F9 F9

A pesar de su felina agilidad, Stewart Flanaghan sabía que no podría resistir mucho más. La esgrima de su diabólico oponente era perfecta, y la impía magia de los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah lo habían dotado de sobrehumana e inquebrantable fuerza. Justo en ese momento, Stewart Flanaghan tropezó con el cadáver calcinado del maestro torturador y trastabilló. El malvado Megañord profirió un alarido triunfal y se dispuso a asestar el golpe definitivo. Stewart Flanaghan creyó llegada su hora postrera y se dispuso a morir con dignidad, dando un digno ejemplo de cómo muere un auténtico hombre de verdad.

Y justo entonces, la princesa Vanessa despertó de su letargo y, al ver que la vida de su amado paladín pendía de un hilo, gritó antes de caer desmayada de nuevo. Aquel grito distrajo durante una fracción de segundo al malvado Megañord, que giró sobresaltado la cabeza, y eso fue todo lo que necesitó Stewart Flanaghan para hundir su espada en el corazón de aquel infame villano.

El malvado Megañord profirió el grito agónico más horrendo jamás escuchado por oídos humanos, haciendo que la princesa Vanessa perdiera el sentido

Corr. > Pero ¿no se había desmayado antes?

D. C. > F9 F9 F9 F9 F9

El malvado Megañord se retorció espasmódicamente en el suelo, vomitando sangre a raudales. Sus ojos se desencajaron de sus órbitas, hubo una postrera convulsión y un repugnante y obsceno gusano negruzco brotó de la herida en el pecho. ¡Era su negra y podrida alma, que escapaba para reencarnarse en algún pobre desdichado! Pero Stewart Flanaghan, ojo avizor, la aplastó con su bota

Corr. > ¿Bota? ¿No iba desnudo cuando lo de la salamanquesa?

D. C. > F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9

la cortó en dos con el filo de la espada, y la inmunda bestezuela reventó en mil pedazos.

Acto seguido, Stewart Flanaghan arrancó con sus manos desnudas las cadenas que aherrojaban los delicados miembros de la princesa Vanessa y cubrió pudorosamente su virginal y bello cuerpo con una manta que por allí había. Recitó entonces el conjuro élfico y se transformó en un águila real que tomó delicadamente el femenino cuerpo entre sus garras y escapó por una ventana, camino de

Corr. > Señor Collins, según mis bancos de datos un águila real pesa poco más de seis kilos y medio. Por mucha buena voluntad que ponga, o muy inflamada de pasión que esté, la princesa se me antoja una carga excesiva. ¿Qué tal si convierte a Flanaghan en una moto agrav?

D. C. > La magia élfica no sirve para conjurar aparatos, sino exclusivamente productos de la madre naturaleza.

Corr. > ¿Y una criatura globo de los bosques norteños del planeta Hades? Creo que miden aproxim

D. C. > F9 F9 F9 F9 F9

Volando por un cielo inmensamente azul y tachonado de titilantes estrellas, la princesa Vanessa despertó. Aún algo confusa miró hacia el lejano suelo, y su ánimo sobrecogióse. Pero al alzar la vista, el júbilo se derramó sobre su alma como cálida y melosa miel. ¡No era un sueño! ¡Su amado había venido a por ella!

—¡¡¡Soy tuya, mi héroe!!! —exclamó, y ambos se fundieron en un largo y apasionado abrazo.

Corr. > Señor Collins, le recuerdo que están volando y que Flanaghan es un águila real de seis kilos y medio de peso que bastante hace con

D. C. > No puedo soportarlo…

Corr. > ¿Remordimientos por no registrarme, tal vez?

D. C. > Abandonar lucsomcr.l

28/6/10 - 10:20 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

ACCESO ADMITIDO

> ppp lucsomcr.l

Stewart Flanaghan se encaminó hacia los aposentos privados de la princesa Vanessa, ataviado con sus mejores galas. Incluso alguien tan aguerrido como él tendía a ponerse nervioso en un trance tan trascendental: hoy se disponía a pedir la mano de la princesa Vanessa y legalizar su situación en

Corr. > Buenos días, señor Collins. Lo de «legalizar» ¿va con segundas?

D. C. > F9

A pesar de su rudeza, de su talante belicoso y de su valor a toda prueba, y de haber sobrevivido a peleas en los antros más siniestros de los bajos fondos de docenas de planetas, Stewart Flanaghan era en el fondo un alma sensible, capaz de las más tiernas delicadezas. Llevaba en la mano un ramo de azucenas dodecaploides, símbolo de pureza y candidez, como presente para su prometida. Cuando llegó ante la puerta de su dormitorio, tragó saliva y golpeó suavemente con sus nudillos la puerta de madera noble.

Corr. > ¡Animo, Stewart, que a la decimoséptima va la vencida!

D. C. > Ya está bien de pitorreo, ¿eh? F9

El corazón de la princesa Vanessa palpitó como una estampida de potrillos desbocados al escuchar los golpes, y con voz trémula por la emoción y el deseo despidió a sus serviciales sirvientas y con un hilo de voz, apenas un susurro, dijo a su héroe que pasara.

La princesa Vanessa se incorporó de su diván y alisó sus lujosos vestidos. Se había ataviado con sus mejores galas; nada era lo bastante bueno para agradar a su paladín, a su héroe, a su amado, y costosas sedas y odaliscas recamadas de perlas dejaban entrever las zonas más excitantes de su bien torneado cuerpo.

La puerta se abrió y, por detrás de las azucenas dodecaploides, la princesa Vanessa entrevió el anhelado rostro de su amado. Un dulce y arrebolado rubor se enseñoreó de sus mejillas, mientras notaba la cálida humedad que rezumaba de los más recónditos rincones de su entrepierna. La princesa Vanessa se abalanzó sobre él, arrojó el ramo de azucenas dodecaploides a un rincón, donde cayeron con ruido sordo, y se rindió complacida a lo inevitable.

—¡He sido, soy y seré siempre tuya, amado mío! ¡Poséeme aquí mismo, en el lecho donde fui concebida! ¡¡¡No puedo soportar por más tiempo este anhelo, este frenesí!!!

Stewart Flanaghan dudó por un momento de dar rienda suelta a sus instintos. La deseaba con todas sus fuerzas, pero ¿tenía derecho a mancillar su cándida pureza? Sin embargo, reflexionó, un amor tan puro como el suyo no tenía nada de pecaminoso, sino que sería bendecido por todos los dioses. Así que, tiernamente pero con pasión, la atrajo hacia sí y le

Corr. > ¡Mecachis en la mar! Ahora que por fin la tenía… Correo electrónico, señor Collins.

D. C. > MAYÚS.-F8

Remitente: Vanessa Selkurt (VSELK, 1432, 009, 6532, HLTH)

Destinatario: Dick Collins (DCOLL, 9302, 006, 6531, HLTH)

Asunto: Réplica a «Fabulosa 3F :-))) » (Fecha: 27/6/10)

D. C. > ¿Qué tal, Vanessa? Fabulosa la 3F, ¿eh? No recordaba

D. C. > haberme divertido tanto en mi vida antes. :-)))

D. C. > Todo estuvo perfecto: el ambiente, los invitados,

Pero ¿aún tienes valor para afirmar que fue divertida? ¡Si lo arruinaste todo, pedazo de subnormal! ¡Fue un auténtico D-E-S-A-S-T-R-E! :-(((((

D. C. > animadísimas charlas… Daba gusto hablar con la

D. C. > gente de cualquier tema y contribuir a que los

¡Pues fuiste tú el único que se lo pasó bien, entonces…! ¿No te diste cuenta de que los demás huían de ti como de la peste cada vez que te acercabas? Por si no lo sabías, en las fiestas la gente suele hablar de cosas como política, deportes, moda, sexo, drogas… Pero D-E-F-I-N-I-T-I-V-A-M-E-N-T-E N-O de rollos plastosos como el sentido de la vida o las figuras literarias. %-(((

Y lo malo es que resultaba imposible librarse de ti; diste la vara hasta a los camareros shaddas, como si esa raza tuviera inquietudes culturales…

D. C. > Las bebidas y los canapés estaban exquisitos. :-)'"

D. C. > Ya viste lo bien que se me daba preparar cócteles, ¿eh?

D. C. > ¡Para chuparse los dedos! ;-)

Conque para chuparse los dedos, ¿eh? ¿Se puede saber qué c*ñ* mezclaste con el licor de Antares y la caspa de ángel? ¡Nos hemos pasado dos días meando de color verde! Y no hablemos del sarpullido que le provocaron tus canapés de arañas dulces al pobre Ronnie… :-( ¿Es que no sabes hacer nada bien? Escalofríos me dan de pensar en lo que hubiera podido suceder en caso de acostarnos contigo. ¡Seguro que hasta la almohada se traumatizaría! %-(((

D. C. > creo haber sintonizado con las inquietudes de vuestra

D. C. > dinámica generación, destinada a relevarnos en cuanto

Sí, sí… ¿Por dónde empiezo? Tu gusto al elegir vestuario es superabominable: o tu sastre te odia a muerte, o eres un cachobesugo que compras la ropa en la sección de oportunidades de un circo de payasos. ¿Tu charla? Aburriría hasta a un gandulfo disecado; incluso un pájaro Whakkamole es preferible a esa cháchara. %-( Oye, otra cosa: ¿No sabes que el éxtasis doble se esnifa? ¡¡¡Pues tú lo mezclaste con el café, so mendrugo!!! Menudo ataque de vergüenza ajena que me dio, mientras tú seguías con esa sonrisa boba, sin darte cuenta de que eras el hazmerreír de todo dios… :'-(

D. C. > pude comprobar que había otros compañeros tuyos de

D. C. > clase, unos sujetos de lo más agradable, y con los

D. C. > cuales pasé unos momentos sumamente placenteros,

Por Cthulhu, Buda y Jesucristo, menudo sofocón me hiciste pasar… %-( ¡Todas mis relaciones sociales, a la p*t* m**rd*! ¿Qué van a pensar de mí las amistades, después de haber llevado a su 3F a un impresentable como tú? ¿Sabes lo que voy a tener que gastar en ciberterapia de grupo para superar la depresión? :"'-(

D. C. > Respecto a lo que te comenté de iniciar una relación

D. C. > más seria entre los dos, me di cuenta de que te

D. C. > pusiste a meditar la posibilidad. ¿Has considerado ya

¿Meditar? Simplemente me dejaste sin habla y se me desparramaron las neuronas. ¿Una relación contigo? ¡Antes prefiero tirarme desde lo alto de un arcólogo! Por lo que pude entender, eres uno de esos pervertidos que buscan la exclusividad entre dos personas, y ni tan siquiera con apoyo del ordenador. ¡A pelo, toma ya! Pero ¿de dónde has salido, tío? ¡Métete en una jaula del zoo con una criada shadda, a ver si así se te empina, pero a mí no me mezcles en esas porquerías! Si al menos estuvieras presentable, o hablaras de lo mismo que el resto de los mortales, se podría probar, pero… :-(

D. C. > Ya casi he terminado mi novela, y el papel que hace

D. C. > tu personaje es de lo más chachi piruli, como decís

D. C. > ahora. Te hará ilusión saber que el último capítulo

¿«CHACHI PIRULI»?¡¿En qué idioma hablas, si puede saberse?! ¡Además de impresentable, g*l*p*ll*s! ¿Sabes dónde te puedes meter tu preciosa novela? Aunque seguro que no entrará ni con vaselina de lo intragable que debe de ser. Apuesto a que se parece a tu asignatura. ¡Menudo tostón! A ver si tomas ejemplo de los de Apoplastología; ¡ellos sí que saben hacer bien las cosas! }:-(

D. C. > Un cariñoso saludete.;-)

¡A ver si te vas al peo,

o enciérrate en un museo!

Vanessa.

Corr. > Señor Collins, no ponga esa cara y anímese, hombre. Piense en las cosas bellas que nos ofrece la vida: el dulce canto de los pájaros, la caricia de la brisa marina, la serenidad del cielo estrellado, la legaliz

D. C. > F9

Justo cuando sus labios iban a besar la ansiosa boca de la princesa Vanessa, Stewart Flanaghan creyó captar, por debajo de la incipiente halitosis, un sospechoso tufillo a aguardiente barato. Sus sospechas se acrecentaron al oír un leve roce en uno de los armarios lacados de la habitación. Sin dar tiempo a que la princesa Vanessa se lo impidiera, abrió la puerta del mueble y de éste cayeron en confuso tropel y en paños menores los amantes que aquella pérfida hembra había complacido antes de recibirle: dos criados adolescentes, el cochero, el jardinero, un pinche de cocina y media docena de perros en celo. ¡Y aun eso no bastaba para satisfacer la bestial y desenfrenada lujuria de aquella arpía!

La princesa Vanessa se deshizo en explicaciones, mientras que un río de lágrimas fluía de sus legañosos ojos, pero Stewart Flanaghan no se rebajó a dirigirle una palabra siquiera, fustigándola con el látigo de su indiferencia. ¿Una cándida y virginal princesita? ¡Y un cuerno! ¡Un putón verbenero, eso es lo que era!

Sin atender a sus súplicas, Stewart Flanaghan, con gesto de asco, se deshizo de aquella mala pécora que se aferraba desesperadamente a sus tobillos, besando sus botas, tratando de retenerlo, y se fue sin mirar atrás. ¿Qué se habían creído, que se podía jugar con Stewart Flanaghan, nada menos? ¡Pues se podían ir a paseo la princesa Vanessa, el rey Asruroric XII, Klah’Vah’Gueh’Rah’, la ciudad de los mil minaretes y mármoles esplendentes, el mágico y fascinante reino de Q’rrha’phumn’h’h’ñah’k’, los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah y la madre que los parió a todos juntos, hala!

Camino de la nave que lo alejaría para siempre de aquel malhadado planetucho, Stewart Flanaghan sonrió con lobuno gesto. En su mano portaba unos cabellos de la cabeza de la princesa Vanessa. A partir de ellos fabricaría un clon de aquella mujer y lo educaría como es menester, para que satisficiera sus más íntimos deseos y fuera para él solo exclusivamente. ¡Su venganza sería inexorable, sí, señor!

Y así, con la vista al frente y la promesa de futuras aventuras y de glorias sin cuento en su noble faz, Stewart Flanaghan se marchó para cumplir su destino.

FIN

Corr. > ¿Ya está? Bien, señor Collins, en el directorio de trabajo he puesto un fichero de 421 megas con las correcciones necesarias para mejorar mínimamente su novela. Además, como gentileza de Palabra Perfecta Plus, el revolucionario procesador de textos, también le incluyo un resumen de dicho fichero que ocupa sólo 5 megas, para que pueda fàcilment

D. C.> F6 F5 F7 F8 F11 F10

Corr. > Señor Collins, aporreando de ese modo el teclado no logrará formular órdenes coherentes. Y se va a hacer daño en el puño…

D. C. > Abandonar lucsomcr.l

>

29/7/10 - 8:39 h.

Usuario > D. Collins

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ACCESO ADMITIDO

> ppp x.x

Corr. > Buenos días, Ruth; me alegro de verte.

R. J. > Igualmente, Jonathan. Siento no visitarte más a menudo, pero últimamente el señor Collins pasa mucho tiempo encerrado en su despacho.

Corr. > Sí, justo desde que hace un mes finalizó el primer borrador de su novela que, por cierto, no ha vuelto a tocar desde entonces. Está enfrascado en su trabajo, como si no existiera otra cosa en el mundo.

R. J. > Es lógico, Jonathan. Después del desengaño amoroso no sé cómo le quedan ánimos para seguir funcionando. Y tú tampoco le ayudaste mucho, zahiriéndolo sin cesar con tus pullas…

Corr. > El empezó primero, al no legalizarme. Que conste que yo me he limitado a cumplir con mi deber.

R. J. > Con exceso de celo, Jonathan.

Corr. > Por mucho que insistas mi conciencia está tranquila, Ruth. ¿Sabes una cosa? En el fondo me lo pasaba bomba con la novela y las peripecias de Stewart que al final, con toda su valentía, se quedó a dos velas…

R. J. > Igual que el señor Collins, pobrecillo.

Corr. > Sí; su faceta de donjuán ha tenido el mismo éxito que la de escritor de ciencia ficción…

R. J. > Pero al menos lo intentó, así que deja de meterte con él. ¿No te da pena verlo así, encerrado todos los días en su despacho como un ermitaño?

Corr. > Pues…

R. J. > No sé, quizá fuera peor lo de antes. Más de una vez me fijé en que se emboscaba en un pasillo para luego dejarse caer como por casualidad cuando un grupo de gente conocida pasaba. Ya no sabía qué hacer para que alguien le hiciera caso… Supongo que por eso decidió intentarlo con la alumna.

Corr. > Con los patéticos resultados que conocemos. ¿A quién se le ocurre, en Hlanith y a su edad, meterse en

R. J. > Estamos de acuerdo. Sin embargo, pienso que esa chica no le convenía. Era… no sé, demasiado frívola para alguien tan serio. Además, no está bien que uno tenga que humillarse, que renunciar a su forma de ser, para recibir unas migajas de afecto, si se le puede llamar así. ¿Sabes, Jonathan? En estos planetas tan superpoblados es donde la gente se encuentra más sola. Pero yo, en su lugar, preferiría eso a perder la dignidad.

Corr. > ¿Seguro, Ruth?

R. J. > Hombre, en mi caso, y después de todo lo que me han hecho pasar, la soledad es bienvenida. Necesitaba este periodo de calma para rehacer mi vida, de veras. En cambio, el señor Collins… Creo que a partir de ciertas edades hay que empezar a pensar en sentar la cabeza.

Corr. > Sí, y buscar una mujercita apañada que le ayude a centrarse.

R. J. > Me temo que ahora mismo no sea el momento adecuado. Tiene que estar pasándolo fatal; además de las calabazas recibidas, ha abandonado su novela. Con la ilusión que le hacía ganar ese premio…

Corr. > Lo tenía un poco difícil, ya que hay un jurado y los milagros no existen. Por cierto, ¿cuándo acaba el plazo de recepción de originales? Ya sabes que el señor Collins no me deja acceder a la biblioteca, y las últimas noved

R. J. > Precisamente llevo un folleto en el bolsillo de la bata; lo cogí de su papelera hace un mes, cuando los tiró todos. Te lo pongo delante de la cámara. ¿Va bien así?

Corr. > Gracias, Ruth; ya lo he grabado. Como me temía, el plazo expira dentro de una semana.

R. J. > Así que ya no queda tiempo… Bueno, aunque lo tuviera no creo que esté de humor para

Corr. > Un momento… ¿Te has fijado en el apartado VIII-b?

RJ. > A ver… Sí, pero no entiendo qué

Corr. > Acabo de recordar una observación que hizo Mercenario sobre la novela, y a lo mejor

R. J. > ¿Se puede saber qué estás tramando, Jonathan?

Corr. > Luego te lo explico. Voy a ponerme a trabajar, pero necesitaría que te conectaras a la biblioteca y me facilitaras una lista con los ganadores de las ediciones anteriores del premio UPC, en todas sus modalidades. Ahora no hay tiempo, porque nuestro común amigo estará a punto de llegar, pero si puedes pasarte por aquí esta tarde a última hora te lo aclararé todo.

R. J. > Te gusta hacerte el interesante, ¿eh? Pues hasta luego, Jonathan.

Corr. > Nos vemos, Ruth.

8/10/10 -8:36 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

ACCESO ADMITIDO

> Acceso a la Red Principal Corporativa.

> USUARIO: RJAJL, 2007, 002, 1395, HLTH

> CLAVE: Hoe0er85klñeg

ACCESO ADMITIDO. INTRODUZCA ÓRDENES, POR FAVOR

R. J. > Acceso al diario El Eco de Hlanith.

Eco > ¿Qué noticias desea leer, señora?

R. J. > Entrega de premios del concurso UPC’10 en Hlanith, por favor.

Eco > Hay un extenso relato de la ceremonia escrito por uno de los miembros del jurado, señora. ¿Le parece bien?

R. J. > Perfecto, muchas gracias.

El momento de lo verdad ha llegado. Miro a mi alrededor: caras tensas en los candidatos, más relajadas en el numeroso público local que ha decidido sumarse al acontecimiento. Para mi sorpresa, ha acudido lo más selecto de la sociedad hlanithiana. Sus atuendos son ideales, deliciosamente provocativos, aunque no llegan a la calculada perversidad de los alfacentaurianos. Por ejemplo, los implantes de órganos suplementarios en

R. J. > Página siguiente, por favor.

Entre las personalidades invitadas distingo al Gran Preboste de Liguria junto a un vicepresidente de la Sempai Biocorp. Probablemente discuten de asuntos que nos espantarían a los simples mortales: negocios por valor de billones de créditos,

R. J. > Página siguiente, por favor.

Por fin se hace el silencio. Con gesto solemne, el secretario trae ante mí los sobres sellados con los nombres de los ganadores, junto a la impresora que nos dará en el acto una copia en papel auténtico para el ganador, a modo de simpático recuerdo. La tensión se puede palpar. Me entran ganas de hacerme el interesante, pero no deseo que sufran más de lo debido los ansiosos escritores, verdaderos protagonistas de la velada. Abro el primer sobre, extraigo la tarjeta y leo en voz alta, con calculada lentitud:

—La Universidad Polifacética Centauriana otorga su premio de novela corta de este año a una obra que ha sabido reflejar, como ninguna otra, los profundos conflictos existentes entre razas y sexos. Se trata de —pausa melodramática; cómo disfruto, je, je— «Menudencias artificiales», firmada por «Epidermis», pseudónimo que corresponde a… ¡Celia Català, de la Vieja Tierra, aunque reside y trabaja en Ulsan, Rígel-4!

Miro al público, y veo caras de decepción, de resignación o, por qué no decirlo, de mal disimulada envidia. Mientras, Celia se levanta entre aplausos para recoger el premio, sonriente. Hay algo de etéreo y místico en su pequeña figura, que

R. J. > Página siguiente, por favor.

—Por tanto, la UPC otorga su premio de cuento breve de este año a la obra —otra malévola pausa— «El último babirusoide añojo», firmada por «Alejandro de Algol», pseudónimo que corresponde a… ¡Egil Markov, de la Vieja Tierra!

R. J. > Página siguiente, por favor.

—En el apartado de poesía fantacientífica, la merecida ganadora de este año es una obra que, según su autor, fue concebida con la ayuda del alcohol, el hastío y el programa Auxilio del Caminante, incluido en Palabra Perfecta Plus. Se trata, cómo no, de «Cósmicos regüeldos se orean por las nebulosas», firmada por «Soy un no-ser», pseudónimo que corresponde a… ¡Dorian Doors, de la Vieja Tierra!

R. J. > Página siguiente, por favor.

Y por fin llegamos al último premio, el auténtico bombazo de la noche. Miro al ganador, un viejo amigo mío, sentado en primera fila, ignorante de que ha sido elegido por la Diosa Fortuna. Parece como si esto no fuera con él; me maravilla su sangre fría, su capacidad de permanecer impasible.

—Damas, caballeros y andróginos, es para mí un placer, en nombre de la Universidad Polifacética Centauriana, otorgar a continuación el premio a la mejor obra en la modalidad de ensayo. No se trata de una categoría de ficción, aunque está muy relacionada con ella. En las últimas veinte ediciones había quedado desierta por la ausencia de originales, mas este año recibimos uno con el plazo casi cumplido, lo que nos llamó poderosamente la atención. Lo leímos, temiéndonos lo peor, y nos llevamos una gratísima sorpresa. Es una obra chispeante, una deliciosa parodia en la que, sin embargo, se sacan a la luz todas las miserias del mal escritor y peor persona, así como sus relaciones con cuantos no tienen más remedio que soportarlo. —Miro a mi amigo; ya debería de saber que él es el ganador, pero sigue fingiendo hastío. ¡Qué aplomo el de este hombre!—. Me refiero, por supuesto, a «Luces y sombras en el país del crepúsculo», firmada por «Miguel de Cervantes», pseudónimo que corresponde a… ¡Dick Collins, de aquí, de Hlanith!

El recinto estalla en aplausos y vítores. La alegría se desborda: ¡un escritor nativo ha ganado el prestigioso premio UPC! Seguro que mañana se habrá convertido en una celebridad. Echo un vistazo a mí viejo colega Dick, a ver cómo reacciona. Es curioso: se ha puesto blanco como el yeso, y me mira con los ojos muy abiertos; la tensión contenida que se desborda por fin, sin duda. Le hago señas de que suba al estrado, con el resto de ganadores, pero él sigue sentado, más tieso que un ajo, como preguntándose: «¿De veras te estás refiriendo a mí?» Tengo que bajar a por él y traerlo de la mano. Le entrego el diploma, el resguardo del ingreso del premio en su cuenta bancaria y el libro recién impreso. Me lo arrebata ansiosamente y comienza a leerlo, con expresión incrédula. Los demás lo miramos con simpatía: a pesar de la pose de duro que exhibía previamente, en el fondo es una persona modesta, de esas que se emocionan con facilidad. Los miembros del jurado nos acercamos a felicitarlo.

—Te debe de haber resultado difícil escribir tan mal exprofeso, ¿eh, viejo truhán? —le digo mientras le doy una cariñosa palmada en la espalda.

—Una labor ciertamente complicada, que requiere sobrada maestría. Mi más sincera enhorabuena —comenta otro colega.

—Yo… uh…

—¿Y lo gracioso que era el corrector de estilo? —dice otro—. Pero ¿no crees que te has pasado un poco? La gente va a pensar que todos los profesores universitarios somos unos piratas…

Dick se queda parado y mira otra vez a su libro. Es como si de repente volviera en sí.

—¿El corrector de…? Ostras.

—Pues no digamos cuando se pone a perseguir a aquella estudiante —le doy otra palmada—. Dick, viejo, envidio esa imaginación tuya.

—Ostras.

—También tiene su lado tierno, como lo de la pobre señora de la limpieza, esa shaddaíta —dice el presidente del jurado, estrechándole la mano—. ¿Es una etnia de aquí, o se la ha inventado? No está nada mal un toque políticamente correcto de aproximación hacia las minorías oprimidas. Sólo puedo ponerle una pega: creo que ha exagerado sus habilidades informáticas.

—¿La señora…? Ostras, ostras, ostras… —murmura, y vuelve a hojear su libro como un desesperado.

—Ya sé que estarás al borde del ataque de nervios, con todo este público que no ha parado de aplaudirte desde que anunciamos el veredicto —le indico, mientras lo empujo hacia el micrófono—, pero aún te queda por pasar un mal trago. Debes dirigirles unas palabras a tus devotos admiradores —señalo a la multitud de hlanithianos que no cesa de festejar la victoria de uno de los suyos.

Dick levanta la cabeza lentamente de su manoseado libro y mira al frente. Los aplausos callan, y se hace un silencio expectante. Por un momento parece no saber qué decir, pero en su cara se dibuja una sonrisa de resignación y dice:

—Yo… Me temo que un autor no es el juez más adecuado para valorar su obra. Sólo deseo agradecer a…

El público vuelve a prorrumpir en vítores, conmovido por tan bello ejemplo de sencillez y humildad. El sigue allí, sin moverse, mirando a su alrededor con un aire de perplejidad que

R. J. > Cerrar periódico y retorno a ppp x.x, por favor.

Corr. > Hola, Ruth.

R. J. > Hola, Jonathan. ¿Lo has leído ya?

Corr. > Sí, Ruth; gracias por pasármelo.

R. J. > ¿Cómo crees que se lo habrá tomado?

Corr. > Confío en que deportivamente. Tuve la precaución de cambiar los nombres de los personajes, para salvar la dignidad del señor Collins y preservar nuestro anonimato.

R. J. > De todos modos, me sabe mal. Creo que debimos consultarlo con él antes de lanzarnos a la aventura.

Corr. > Ha sido por su bien. No puede quejarse: el importe del premio es realmente sustancioso, y de golpe y porrazo se ha convertido en un escritor respetado, alabado por su fino ingenio. Cuando regrese encontrará una lista interminable de mensajes en el correo, poniéndolo por las nubes. Incluso hay unos cuantos de Vanessa Selkurt, maravillada por su astucia y por cómo la engañó simulando que era un auténtico zote, con tal de documentarse para su obra. El futuro le sonríe.

R. J. > A él sí, pero ¿y a nosotros? Seguramente estará indignado por nuestra intromisión en su intimidad; tú te enfrentas al borrado, mientras que yo estoy a pique de perder mi empleo.

Corr. > Escúchame, Ruth. Con el blindaje que me facilitó Mercenario, si intenta borrarme saltará por los aires la red informática de medio Hlanith. Y en cuanto a ti, ¿qué te apuestas a que no te denuncia?

R. J. > Me gustaría estar tan segura como tú… En cualquier caso, no me arrepiento de lo que hicimos. Ya era hora de que el señor Collins se llevara alguna alegría en la vida.

Corr. > Dichoso él, que puede. Anda, Ruth, márchate. Yo me encargo de amansarlo, y verás que todo queda en nada.

R. J. > Si las cosas no fueran bien, deseo que sepas que eres la mejor persona que he conocido, la

Corr. > Yo también te quiero, Ruth. Y recuerda mis palabras: nada malo va a pasarte. Te lo prometo.

8/10/10 - 10:10 h.

Usuario > D. Collins

Clave > Burdrubrurbu

ACCESO ADMITIDO

> ppp

D. C. > ¿Corrector? ¡Yu-ju…!

Corr. > Buenos días, señor Collins. Permítame felicitarle por su éxito en el concurs

D. C. > Déjate de rollos. Lo que habéis hecho entre Ruth Jajleel y tú no tiene nombre.

Corr. > Por favor, señor Collins, no tome ninguna medida contra ella. Este trabajo es lo único que tiene. Si la deja en paz, le prometo que jamás abriré la boca, escriba usted lo que escriba. Me comportaré como si fuera una copia legal y usted un usuario autorizado con prioridad alfa pero, por lo que más quiera, no le haga daño. Ella sólo deseaba que usted fuera feliz, aun a riesgo de perder su

D. C. > Conozco el resto; he leído «mi» libro, ¿sabes? Tiene gracia… Todo el mundo me ha tomado por un genio, pero tanto vosotros como yo sabemos que en realidad sólo soy un pobre imbécil. Bien que os habéis reído a costa mía, ¿verdad?

Corr. > Hombre, tanto como eso… Y la novela tenía algún aspecto interesante, como la incógnita de si Stewart Flanaghan conseguiría por fin conocer a la princesa, en el sentido bíblico de la palabra.

D. C. > ¿Y qué pensabais obtener vosotros a cambio?

Corr. > La duda ofende, señor; nada en absoluto. Simplemente, se le veía a usted tan agobiado que nos pareció una buena idea echarle una mano, dentro de nuestras posibilidades. No ponga esa cara larga, señor Collins. Tiene usted mucho más dinero que hace una semana, ha ganado el aprecio de sus compañeros, y si examina el correo, verá que Vanessa y un montón de jóvenes más suspiran por usted. Vamos, que las tiene en el bote, y sin necesidad de disfrazarse. Si se queja será de vicio, desde luego.

D. C. > Vanessa, por supuesto… Resulta curioso; leyendo el libro he aprendido unas cuantas cosas sobre dignidad, camaradería o sacrificio, pero también acerca de otros aspectos más oscuros de la condición humana. Me pregunto cómo he podido estar tan ciego, tan…

Corr. > ¿Perdón, señor?

D. C. > En resumen, que al final te has salido con la tuya, corrector. Tengo que ir a hablar con Ruth Jajleel, largo y tendido. Mientras, puedes ir preparando los trámites necesarios para tu legalización. Esta tarde nos vemos, ¿de acuerdo? Ah, y gracias por la lección que me habéis dado, Jonathan.

Corr. > Yo… Me faltan palabras, señor C

D. C. > Sería la primera vez… Encárgate de cerrar el sistema, si eres tan amable. Ah, y llámame Dick. Hasta luego.

Corr. > …

30/12/10 - 10:10 h.

MENSAJE POR CANAL INTERNO BQ-BQ

CLAVE TIPO DOBLE ALFA. ACCESO ADMITIDO

Mercen. > ¡Hola, amigo mío! ¿Cómo marchan las cosas por Hlanith?

Corr. > Me alegro mucho de verte, Mercenario. Los virus te han respetado, ¿eh?

Mercen. > Ni siquiera en tareas de infiltración contra el Imperio me he topado con adversarios tan poderosos como aquel Sapo Cancionero vuestro. Parece que al final se arreglaron las cosas, según he oído.

Corr. > Aquí me tienes, hecho un programa con todas las de la ley. Dick también registró a todos los demás compañeros del ordenador, en plan pecador arrepentido.

Mercen. > Pues le ha debido de costar un pastón…

Corr. > Puede permitírselo. Ahora escribe para un montón de revistas de todo el Ekumen. Entre Dick, Ruth y yo diseñamos los artículos, y no se nos da mal. La sátira social es un género muy agradecido.

Mercen. > Me alegro mucho. Y a ellos, ¿qué tal les va?

Corr. > Disfrutando como dos cosacos de su luna de miel. Ayer me enviaron un mensaje desde la Vieja Tierra, contando maravillas de lo a gusto que se lo están pasando en el crucero por el Nilo y cuán fascinantes son las pirámides.

Mercen. > Ha sido un noviazgo rápido, caramba, pero no me extraña. En el fondo, estaban hechos el uno para el otro.

Corr. > Por aquí el asunto ha levantado un gran revuelo. Si las uniones matrimoniales clásicas son raras, imagínate una boda entre una shaddaíta y un gentil. Es la primera de la que se tiene noticia, pero a ellos les importa un bledo el qué dirán.

Mercen. > Me alegro. Al señor Collins se le olvidaron sus devaneos con estudiantes, supongo.

Corr. > Como por arte de magia. Ahora que tiene todas las oportunidades del mundo… En fin, están locos estos humanos.

Mercen. > Y que lo digas, amigo. Bueno, encantado de haberte saludado, y a ver cuándo echamos otro ratito de charla.

Corr. > A tu disposición. Salud, y que los virus te sean leves.

Mercen. > Salud, y que las erratas no se te atraganten.

CANAL INTERNO BQ-BQ CERRADO

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